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Desarrollan científicos mexicanos biocomputadoras a partir de bacterias

Científicos mexicanos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) desarrollan biocomputadoras, con la idea de introducir organismos vivos para ser empleados en los microcircuitos en lugar de silicio y cobre, informó hoy la institución.

El investigador del Departamento de Matemáticas del Cinvestav, Eduardo Santillán Zerón, dijo que en el futuro las bacterias podrán sustituir los microcircuitos y dar paso a las biocomputadoras.

Explicó que la información no se transmitirá por impulsos eléctricos, como ocurre actualmente, sino a través de mensajes químicos, por lo que se dio a la tarea de desarrollar osciladores biológicos, un sistema que emita señales en determinados lapsos de tiempo.

El ganador del Premio a la Investigación de la Academia Mexicana de Ciencias, en el área de Ciencias Exactas, dijo que en la naturaleza hay muchos osciladores, como el corazón y el mecanismo de sueño y vigilia (llamado ciclo circadiano) de los animales superiores; sin embargo, esos sistemas sólo existen en organismos multicelulares.

La idea general del proyecto es obtener y cultivar bacterias que reciban una señal química y liberen una sustancia, tal vez una proteína, en ciclos determinados de tiempo, comentó.

Santillán Zerón trabaja en introducir un sistema de “apagado y encendido” por medio de una modificación genética dentro de dicho microorganismo, ya que los microbios no lo poseen de manera natural, pues éstos nunca duermen, no descansan ni se detienen.

La investigación lleva un proceso. Primero se construye un modelo matemático y se utilizan simulaciones aleatorias para establecer el tipo de gen que se debe plantar en las bacterias y lograr las biooscilaciones.

Una vez que se obtiene el modelo adecuado, es necesario encontrar las piezas básicas (genes) y armarlas en correcto orden. Para ello se recurre a biólogos experimentales, con el fin de saber si ya se conoce algún gen con las características buscadas y finalmente se realiza la modificación genética.

En algunas pruebas realizadas al momento de introducir los cambios en la bacteria, en este caso la “Escherichia coli”, la molécula de proteína era muy grande y fue imposible hacerla pasar a través de la membrana celular, es decir, la barrera natural que separa el interior del microorganismo del medio ambiente.

Fuente: El Diario Nacional

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