BITÁCORA

Disminuye mortalidad infantil por enfermedad renal

Desde hace década y media la mortalidad de niños que padecen enfermedad renal terminal ha disminuido, esto se debe a que mientras están en espera de un trasplante de riñón se mantienen en buen estado de salud con ayuda de un tratamiento sustitutivo como puede ser la diálisis peritoneal o la hemodiálisis, métodos que en décadas anteriores no eran accesibles para los infantes con este tipo de enfermedades.

De acuerdo con el nefrólogo pediatra doctor José Carlos Romo Vázquez, perteneciente a un hospital pediátrico público en la Ciudad de México, las enfermedades renales en niños no son fáciles de detectar inicialmente; los síntomas que pueden presentarse son palidez, cansancio durante el día, poca ganancia de peso o perderlo, dificultad para aumentar talla, e inclusive dolor abdominal o fiebre no explicada.

A nivel país, la enfermedad renal crónica terminal ocupa el décimo lugar de muertes. “Hace más de dos décadas no se contaba con los aparatos para hacer diálisis peritoneal y hemodiálisis accesibles en los hospitales pediátricos, y se carecía de una cultura de donación de órganos, por lo que nuestros paciente enfrentaban un panorama difícil”, explicó.

Agregó que hace 15 años en el país ya se cuenta con mayores herramientas para mantener en buen estado de salud a los niños y además un mayor número de personas donan, los tratamientos se han vuelto más accesibles, y con mejores mecanismos de acción. “Ahora el tiempo de espera de un riñón ha disminuido, y con esto la mortalidad se ha reducido de manera significativa”.

Las causas por las cuales un niño puede tener una afección en los riñones o incluso llegar a enfermedad renal crónica terminal pueden ser secundaria a malformaciones congénitas, infecciones recurrentes de vías urinarias, enfermedades autoinmunes o causas no determinadas.

Si alguno de los pacientes presenta afectación permanente e irreversible en ambos riñones es necesario un método de rehabilitación por medio de diálisis y hemodiálisis, o bien trasplante renal el cual puede ser antes de que el paciente requiera de manejo sustitutivo.

El especialista indicó que una vez detectados los “síntomas” se debe de corroborar la alteración en la función renal con pruebas sanguíneas, exámenes de orina y estudios de imagen como el ultrasonido y gammagrama renal (procedimiento renal no invasivo) entre otros, con lo que se puede diagnosticar la causa de la enfermedad y proponer junto con los familiares las diferentes medidas terapéuticas.

“Cuando los niños reciben un trasplante renal les cambia la vida, porque el pequeño además de dejar de requerir diálisis o hemodiálisis lo que limita su asistencia a la escuela y otras actividades deja estar de manera continúa  en el hospital y puede vivir de manera normal por muchos años e inclusive formar una familia”, indicó.

El especialista explicó que cuando un niño recibe el riñón de una persona fallecida, la vida media del órgano donado es de 10 a 15 años promedio y si es de donador vivo, por ejemplo papá, mamá,  hermano o tío, la vida del riñón puede ser de hasta de 25 a 30 años promedio y la expectativa de vida de la persona en ambos casos es normal.

De hecho, el especialista aseguró que la calidad de vida es  “muy buena”, la persona puede asistir a la escuela, concluir una carrera universitaria, casarse y tener una familia, incluso las niñas que han recibido un riñón pueden ser mamás. Y los pacientes que recibieron un trasplante son candidatos a ser trasplantados de nueva cuenta, si el riñón llegara a fallar.

Dentro del protocolo  de trasplante renal que se lleva a cabo en las Instituciones que realizan este procedimientos se evalúa tanto al paciente como al familiar más apto para la donación, por medio de estudios especializados, pruebas de sangre, estudios de imagen y por supuesto una evaluación psicológica. Junto con los servicios involucrados se determina si el paciente y el donador es apto a fin de programar el procedimiento.

Fuente: Agencia ID

 

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