BITÁCORA

Rafael Navarro quiere colonizar el planeta rojo

Comenzó por preguntarse las condiciones en que surgió la vida en este planeta; luego, impresionado por la exploración de Marte iniciada en los 70, lo deslumbró la posibilidad de que existiera en el espacio exterior. Hoy miembro de los equipos de investigadores internacionales de la NASA y la Agencia Espacial Francesa, el doctor en biología Rafael Navarro González busca bajo el calor de los desiertos más estériles del mundo, como el de Atacama (Chile) y el Valle de la Muerte (Estados Unidos) los mecanismos indispensables para que brote la vida no sólo en la Tierra, sino en otros rincones del universo.

Hijo de comerciantes, Navarro (casado, padre de 2 hijos) reveló sus inquietudes desde la infancia, cuando dio en criar en casa tortugas y ranas. En la secundaria se aficionó a los documentales y a las revistas científicas: como no podía comprarlas, acudía a devorarlas a la biblioteca de la UNAM. Su entusiasmo creció al seguir por televisión la odisea de las misiones Vikingo, un par de sondas enviadas a Marte por la NASA para estudiar la superficie del planeta y desentrañar si albergaba vida o, cuando menos, restos orgánicos que revelaran su existencia pasada.

Aunque la respuesta fue negativa y la agencia espacial estadunidense perdió interés en el asunto, Navarro no: se matriculó en biología en la UNAM y se convirtió en estudiante modelo, pues sabía que para no acabar convertido en maestro de prepa debía obtener una beca para continuar su aprendizaje en el extranjero, bajo el ala de los mejores especialistas del mundo.

Lo consiguió a fuerza de buenas notas y con una tesis sobre la química de la radiación que el Centro de Estudios Nucleares consideró tan meritoria que lo envió a cursar un doctorado en biología en la Universidad de Maryland-College Park, en el noreste de Estados Unidos.

Planeta transformado: Ahí trabajó con el científico Cyril Ponnamperuma —quien estudió en laboratorio las rocas lunares traídas por las misiones Apolo y participó en el diseño de las sondas Vikingo, que volaron a Marte, y las Viajero, que exploraron Júpiter.

Navarro realizó un nuevo examen a las muestras de la expedición a Marte en 1975 y determinó que hubo algunos detalles como que los percloratos no provenían de contaminación terrestre sino posiblemente de compuestos orgánicos de territorio marciano que podrían atisbar la posibilidad de vida, lo cual abrió la posibilidad de realizar otra visita a Marte.  La investigación se publicó en Journal of Geophysical Research Planets y modificó la idea que se tenía de este planeta.

Doctorado en 1989; Navarro retornó a México para incorporarse al flamante Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. Dos años más tarde volvió a Maryland, para especializarse en química cometaria y trabajar en la planeación de un centro de exobiología patrocinado por la NASA.

En 1991 el capitalino regresó de nuevo a México, donde estableció en la UNAM el laboratorio de química de plasmas y estudios planetarios. Con una inversión de 750,000 dólares, el laboratorio, único en Latinoamérica, puede simular atmósferas primitivas de la Tierra o las de otros planetas para luego someterlas a relámpagos, calor elevado y ondas de choque como las generadas por cometas y meteoritos: —Se trata de producir e identificar compuestos esenciales para la aparición de la vida —explica Navarro.

El entusiasmo de Navarro por Marte renació en 1998 cuando su colega, el doctor Christopher MacKay (de la NASA), lo invitó a estudiar cómo el clima frío, la atmósfera delgada y la actividad microbiana influyen en el crecimiento de los árboles en el Pico de Orizaba, a 4,400 metros de altura: —Tales resultados permitirán planear una posible colonización del planeta rojo, de nuevo en la mira de los científicos tras el descubrimiento en un meteorito marciano con posibles evidencias de vida bacteriana en ese planeta —asevera.

El procedimiento con el que sueñan Navarro y compañía es llamado “terraformación” y, aunque parece de ciencia ficción, los especialistas aseguran que es muy plausible: comenzaría con la liberación en la atmósfera marciana de cantidades ingentes de “gases invernadero”, como bióxido de carbono, para aumentar su temperatura e inducir la fusión de los casquetes polares.

Las primeras cantidades de oxígeno se producirían con el empleo de bacterias y luego, para acelerar el proceso, serían sembrados sucesivamente líquenes, musgos, pastos y árboles. El paso final sería la introducción de animales y colonias humanas: —Parece un delirio, pero sucederá antes de lo que muchos piensan: quizás a finales de este siglo —se solaza el científico.

La mayor aventura: Otros aspectos de la investigación requirieron que Navarro viajara a los territorios más áridos de América: el Valle de la Muerte, en el desierto de Mojave (al sur de Estados Unidos), y el desierto chileno de Atacama. Con miras a preparar un viaje no tripulado a Marte que partiría en 2009, científicos de la NASA, la Universidad de Louisiana y de la UNAM —incluido Navarro— viajaron al páramo sudamericano: —Este rincón se formó hace unos 15 millones de años y la gran cantidad de nitratos que concentra sugiere que por ahí no ha caído lluvia ni habido agua corriente tal vez en decenas de miles de años —ilustra.

Los análisis químicos de la parte más árida de ese desierto no revelan la menor traza de material orgánico. Es quizá el sitio más estéril del planeta, ideal para desarrollar y ensayar métodos de búsqueda a emplearse en Marte, a cuyo suelo es muy similar: —Lo más importante es preservarlo incontaminado, porque de esa manera es posible probar la maquinaria ultrasensible que se enviará en los próximos años a nuestro planeta vecino para escudriñar hasta la menor huella de los procesos químicos que sólo pueden ser provocados por organismos vivos —aclara Navarro.

Autor de más de un centenar de artículos en revistas internacionales especializadas y editor de 3 libros sobre el origen de la vida, el capitalino se regocija cuando comprueba que ahora los novelistas de ciencia ficción acuden a los científicos para fundamentar sus ficciones, tal como ocurre con una de las sagas de mayor venta en Estados Unidos, que relata con bastante rigor técnico las etapas a seguir para colonizar Marte: —Antaño era al revés: los delirios de los escritores inspiraban a los investigadores —sonríe—. Las mayores sorpresas vendrán en los siguientes lustros, cuando los datos arrojados por nuevas sondas robotizadas allanen el camino para las primeras misiones humanas en otro planeta: la mayor aventura soñada por nuestra especie.

Por Alejandro León

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