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¿Internet afecta nuestro cerebro?

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Internet cambió muchas cosas en nuestra vida cotidiana y muchos de nosotros pondríamos en duda que algún daño en nuestra mente pudiera causar, pero un estudio realizado por el Centro de Investigaciones en Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California (UCLA), confirma que este gran invento también alteró el funcionamiento del cerebro.

Por difícil que parezca entenderlo, esta investigación revela que Internet puede ayudar a ejercitar la mente y atenuar el deterioro producido por la edad, pero esto sólo es así cuando el uso es moderado, pues la sobreexposición tiene efectos nocivos.

La investigación, conducida por el neurocientífico estadounidense Gary Small, fue hecha con voluntarios de entre 55 y 76 años, que se sometieron a resonancias magnéticas mientras navegaban por Internet.

Según Small, nuestros circuitos cerebrales están formados por las conexiones entre las neuronas, por las sinapsis. Esos circuitos responden en todo momento a las variaciones del ambiente. Al pasar horas frente a la computadora, ya sea para investigar, mandar mails o hacer compras, las personas están exponiendo el cerebro a una tormenta de estímulos, alterando nuestros circuitos cerebrales.

Uno de los resultados que arrojó este estudio fue que pasar 10 horas por día frente a la computadora puede reducir las aptitudes de una persona para el contacto personal, como mantener una conversación cara a cara. Esto es debido a que la mayoría de los circuitos corticales y la capa externa del área gris del cerebro, que incluye los lóbulos frontal, parietal y temporal se ven afectados, dando como resultado que se produzca un reforzamiento de los circuitos cerebrales que controlan las habilidades tecnológicas, dejando de lado los circuitos relacionados con las habilidades sociales.

Al parecer, una elevada exposición a la tecnología parece disminuir nuestra capacidad de captar ciertos detalles durante una conversación. Dejamos de leer las informaciones no verbales existentes en la charla, como la postura corporal y los gestos. Esto también fue constatado en un estudio reciente, hecho con 200 personas de entre 17 y 23 años. El trabajo dio como conclusión que cuando esos jóvenes jugaban un juego violento, se reducía la habilidad para reconocer el contexto emocional de algunas situaciones. En cuanto terminaban de jugar, veían fotos de personas y no identificaban con rapidez si estaban a punto de llorar o si fruncían las cejas, con una expresión malhumorada.

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Otra cuestión es que muchas veces sacrificamos la profundidad por la amplitud en lo que información se refiere. Como tendemos a buscar constantemente informaciones en Internet, nuestra mente va de un sitio a otro. La tecnología nos incita a seguir siempre adelante, en lugar de hacernos parar para reflexionar. Es posible que esa característica de los medios tecnológicos, si va combinada con la exposición excesiva, nos lleve a un trastorno de déficit de atención e hiperactividad o conducirnos a la adicción tecnológica.

La revolución digital nos sumergió en un estado de continua atención parcial. Estamos permanentemente ocupados. La atención parcial continua es diferente de la multitarea, en la cual tenemos un propósito para cada una de las acciones paralelas y tratamos de mejorar nuestra eficiencia y productividad. Cuando prestamos atención parcial de manera continua, colocamos a nuestro cerebro en un estadio más elevado de estrés. No tenemos tiempo para reflexionar, analizar o tomar decisiones meditadas. Las personas pasan a vivir en un constante estado de crisis, en alerta permanente, sedientas de un nuevo contacto o de un nuevo bit de información.

Esto sucede, por ejemplo, con Twitter o un simple mail, que pueden provocar este estado de excitación. Cuando nos acostumbramos a eso, tendemos a buscar el éxito en una conectividad permanente. Y eso alimenta nuestro ego y sentido de valor propio. Es algo irresistible. En ese sentido, las redes sociales son particularmente seductoras. Nos permiten satisfacer de manera constante nuestro deseo humano de compañía e interacción social.

Esto puede acarrear problemas como el sentimiento de aislamiento cuando no se está online, dolores de cabeza, problemas de atención, irritabilidad y hasta fobia social. El exceso de exposición a la tecnología puede desencadenar un desequilibrio en la vida profesional y en la relación con las otras personas. Las soluciones a esto apuntan a la búsqueda de un equilibrio entre adaptarse a las nuevas tecnologías y alimentar nuestras habilidades y sensibilidades humanas.

Vía UrbanDF, socio de contenido de iNGENET. Descarga la App móvil para la Cd. de México www.urban360.com.mx

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