BITÁCORA

Maximiliano coleccionista

Durante el Segundo Imperio (1864-1867), Maximiliano de Habsburgo implementó una política cultural congruente con los intereses científicos de la época. Desde su juventud, Maximiliano gustaba de conocer el mundo. Sus viajes lo llevaron a Grecia, Egipto, Argelia, Palestina y Brasil, por no mencionar su conocimiento de Europa. El miembro de la Casa de los Habsburgo también fue poeta de joven, bibliófilo y coleccionista de antigüedades. De hecho, al igual que otros miembros de la familia real, había logrado reunir centenares de piezas faraónicas que eran atesoradas en su castillo de Miramar, en Trieste.

En México, la práctica coleccionista del emperador rebasó los márgenes privados y en concordancia con el cambio de paradigmas en el mundo culto europeo, estableció un espacio público dedicado a la exhibición de las antigüedades mexicanas: el Museo Nacional. El proyecto contempló la reunión de piezas mexicas, así como la muestra de una colección especial de objetos procedente de Palenque y Mitla. Es sabido que la emperatriz Carlota solicitó a los diplomáticos en Bruselas el envío de: “un manto de plumas, el arco y carcaj que habían pertenecido al emperador Moctezuma” que la cada real tenían en resguardo.

museonacional

El Museo Nacional quedó establecido mediante un decreto imperial el 4 de diciembre de 1865. Como residencia se le adecuó una sala en Palacio Nacional que había resguardado la Casa de Moneda, el nombre oficial del recinto: Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia. La institución también edificó una biblioteca donde se resguardaron tesoros bibliográficos procedentes de conventos desaparecidos o del acervo de la Real y Pontificia Universidad de México. De las secciones, el pabellón de historia natural era el más completo, incluyó ejemplares minerales, muestras de especímenes de flora y fauna autóctona y —gracias a los diligentes trabajos del naturalista  Dominik Billimeck— también se integraron piezas procedentes del extranjero.

La inauguración del recinto se coordinó con el onomástico del emperador: el 6 de julio de 1866. El encargado del museo fue José Fernando Ramírez, famoso por sus estudios sobre el pasado prehispánico. El acto inició con un discurso en la Academia de Ciencias, continuó con otro en el Museo Nacional y concluyó con un recorrido dirigido por el conservador de historia natural. En el departamento de arqueología e historia fue notorio el paradigma científico de la época que aseguraba una semejanza entre lo egipcio y lo prehispánico. En una verdadera euforia de egiptomanía, el emperador adoptó los planteamientos que aseguraban los vínculos entre ambas culturas. Incluso Maximiliano envió a su egiptólogo, Simon Leo Reinisch, para acrecentar la colección egipcia del Museo Nacional.

El especialista egiptólogo reunió cerca de 1 200 piezas que llegaron al puerto de Veracruz al momento en que Maximiliano había sido ya fusilado en Querétaro. Los papiros, amuletos, momias y demás objetos fueron reembarcados hacia Trieste. Por su parte, el Museo Nacional había cerrado sus puertas el 7 de febrero de 1867 por falta de fondos. El gran sueño imperial terminó en el Cerro de las Campana, en ese lugar también concluyó el anhelo de un Museo Nacional que divulgara las antigüedades mexicanas de manera científica y al alcance del pueblo.

Por WikiMéxico.

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