Hace sesenta y cinco millones de años se extinguió el último dinosaurio. Esta especie es nuestro mejor libro de historia jamás escrito, ya que sus vidas nos han detallado cosas que jamás hubiéramos descubierto por nosotros mismos sin la información que nos han aportado.
Muy poco se ha hablado de los dinosaurios acuáticos, y de hecho hay una polémica establecida con este término, pues no se puede asegurar que las especies que existían fueran dinosaurios como tal o si se trataban de reptiles gigantes acuáticos, ya que durante un largo período ambas razas de reptiles convivieron juntas hasta que finalmente fueron los dinosaurios quienes se apoderaron del planeta, y la comunidad científica no tiene una teoría establecida que nos dé el margen de determinar qué especie eran.
Recientemente, en Marruecos, fue encontrado un nuevo esqueleto que podría pertenecer a la especie Spinosaurus aegyptiacus (espinosáurido egipcio), el cual ya era conocido por los científicos, pero la mayoría de los huesos de esta especie fueron destruidos durante la Segunda Guerra Mundial y ahora, 70 años después, este descubrimiento revela que la bestia era más acuática de lo que se pensaba.
Según las descripciones que se tienen de este dinosaurio, tenía cuello largo, antebrazos fuertes con garras, quijadas poderosas y los huesos densos de un pingüino. Se propulsaba en el agua con patas planas que eran probablemente palmeadas y tenía una vela espinosa dorsal de poco más de dos metros de altura. Con esta definición nos podemos dar una idea de que quizá fue el mayor depredador acuático que habitó el planeta.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago que se encuentra estudiando el esqueleto encontrado, asegura que este hallazgo obliga a los expertos a repensar muchas cosas que se creían saber sobre los dinosaurios, debido a lo rara que era la criatura.
Los científicos habían pensado que todos los dinosaurios eran terrestres y que hacían incursiones breves en el agua, pero el nuevo esqueleto muestra clara evidencia de vida en ríos y lagos, pues los huesos de la cadera son como de ballena, tan densos que le permitían bucear en busca de alimento y orificios nasales situados en una parte alta en el cráneo, lo que les permitía permanecer mayormente sumergidos.
Además, podía caminar y probablemente hacía sus nidos en tierra, pero en tierra se movía más torpemente que en el agua. Se movía pesadamente sobre las dos patas traseras porque sus poderosos cuartos delanteros con garras curvas eran más para matar que para caminar.
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