BITÁCORA

Manuel Álvarez Bravo, fotografía a contrapelo

En 1997 el prestigioso Museum of Modern Art (M.O.M.A.) de Nueva York presentó una exposición retrospectiva de Manuel Álvarez Bravo, uno de los fotógrafos mexicanos de mayor reconocimiento a nivel mundial. En ese entonces él tenía 95 años y el Museo lo reconocía como uno de los más grandes artistas del siglo XX. Aunque sus fotografías ya habían sido expuestas en Estados Unidos en el Pasadena Art Museum de California en 1971, el Corcoran Gallery of Art de Washington en 1978 y el Museum of Photographic Arts de San Diego en 1990; la exposición del M.O.M.A., que constó de 175 imágenes, implicó la consagración de su obra y el reconocimiento a nivel mundial de su legado cultural forjado durante casi todo el siglo XX.

Sus fotografías son un fino retrato de la mexicanidad, que se realizó a contrapelo de las tendencias artísticas nacionalistas de la posrevolución. Nacido en 1902, siempre mostró un interés por el arte y en 1915 ingresó a la Academia de San Carlos. En esta época, con la Revolución Mexicana en pleno, la vida cultural mexicana se volcó hacia la búsqueda de la esencia propia del país. Aunque su pasión era el arte, para subsistir tuvo que dedicarse a la burocracia y pudo comprarse su primera cámara hasta 1924. Fue entonces que encontró en la fotografía una forma de expresión y también de subsistencia, pues en 1930 su amiga Tina Modotti debió salir del país por razones políticas y le cedió su trabajo en la revista Mexican Folkways, lo que le permitió consolidarse artísticamente.

Autorretrato-con-manzana

El indigenismo y la valoración de las manifestaciones artísticas populares o los elementos considerados netamente mexicanos, fueron objeto de interés de la intelectualidad mexicana de esta etapa. Manuel Álvarez Bravo también se interesó por estas temáticas, pero en su obra estas características cobraron una naturalidad libre de los estereotipos y el exotismo construido que sí replicaron otros de sus coetáneos. Su fotografía, sobre todo, es una documentación sumamente estética de la vida real, realizada con una técnica impecable y un ojo privilegiado que logró captar escenas de la naturaleza bizarra de la cotidianidad mexicana. Quizá por eso su obra fue tan valorada por André Bretón, padre del surrealismo, quien le pidió que hiciera la portada del libro “Catálogo de la exposición surrealista internacional” en 1939. La fotografía “La buena fama dormida” fue el resultado de esta petición.

Mantuvo gran cercanía con algunos artistas de vanguardia de la época como Hugo Brehme, Sergei Enseinstein, Tina Modotti, Pablo O’Higginsy Diego Rivera, con quienes construyó un corpus ideológico manifestado en el arte. El ímpetu por retratar las manifestaciones culturales mexicanas, en un sentido amplio, lo llevó a acercarse a los pueblos y a las personas en sus propios entornos, y a documentar los rasgos naturales de las personas sin caer en el pintoresquismo y los clichés presentes en algunas obras del nacionalismo cultural posrevolucionario.

Los temas retratados por Manuel Álvarez Bravo fueron múltiples, incluyeron escenas construidas, casuales, paisajísticas y abstractas. La experimentación en las técnicas, ángulos y ópticas de la prolífica obra de este artista mexicano que murió en el 2002 a los cien años de edad, son un legado cultural que actualmente se reconoce ampliamente a nivel mundial.

Por: WikiMéxico.

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