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Del museo interactivo a los nuevos museos participativos

Captar la atención de los niños y los no tan niños es un reto al que se enfrentan día a día los museos en México. Y es que en la mayoría de los casos el grueso de los visitantes de dichos recintos se integra por grupos escolares que acuden por instrucciones de algún profesor y no por cuenta propia.

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En ese contexto, la fórmula más exitosa que han encontrado los museos, sobre todo los de ciencia y tecnología, para atraer visitantes —sin que lo hagan por obligación— es integrar contenido interactivo, es decir, exhibiciones que permitan a los visitantes involucrarse con las piezas exhibidas, haciendo así más amena su estancia en los museos.

De acuerdo con la Asociación Mexicana de Museos y Centros de Ciencia y Tecnología (Ammccyt), ello básicamente obedece a que los museos y centros de ciencia deben convertirse en generadores de experiencia. Al respecto, luego de asumir la presidencia del Consejo Directivo de la Ammccyt a inicios de año, Silvia Singer Sochet señaló que “hoy en día todos aprendemos a través de experiencias (…) Entonces tenemos que concentrarnos en cómo en los museos presentaremos una experiencia, si no de aprendizaje, sí de hallazgo”.

De los museos interactivos a los museos participativos

 Como una nueva alternativa a la búsqueda de opciones para incrementar el tráfico hacia los museos y también con miras a redefinir la interacción entre dichos recintos y sus visitantes, se llevó a cabo en el Papalote, Museo del Niño, la Jornada Museo Participativo, la cual plantea la participación del público en un nivel más elevado que el propuesto en los museos interactivos, es decir, involucrar a los visitantes desde la definición del contenido, hasta la creación de las exhibiciones.

Al respecto, la directora general de Papalote Museo del Niño, Dolores Béistegui, precisó que en México la interactividad en los museos se concibe como el intercambio entre un objeto y un sujeto. “No requiere necesariamente de la tecnología”.

No obstante, la participación va mucho más allá toda vez que es un cambio de actitud de los responsables del museo, de la autoridad hacia fuera. “Se trata de romper un paradigma, pensando que somos los dueños del conocimiento y de la pelota y que ese otro que es el público, que debería ser nuestra razón de ser, deje de considerarse como un mal necesario y se conciba como la verdadera razón de ser para lo cual debemos abrir nuevos canales de participación (…) En ello estamos frente a una página blanca”.

Jornada Museo Participativo

Dolores Béistegui celebró también que en México se esté comenzando una discusión formal para que los museos convencionales transiten hacia los llamados museos participativos. Al respecto, reconoció que seguramente existen ya importantes ejemplos de esta nueva tendencia en México; sin embargo, se está en un punto de definición en torno a cómo se quiere escribir esa relación (museo-visitante).

“Para eso estamos hoy aquí, para iniciar una discusión en México, dónde estamos definitivamente ante una página blanca y nos enfrentamos al cómo queremos escribir esa relación, la cual se inscribe primero en una actitud de apertura, donde debemos renunciar a la convicción de que solo nosotros (los profesionales) tenemos la respuesta y que la creación de la oferta se tiene que hacer de manera dinámica con y a través de nuestro público”, dijo durante su participación en una mesa de debate en el marco de la jornada.

Asimismo, entrevistada al término del evento en exclusiva para la Agencia Informativa Conacyt, precisó que hoy en día no existe un modelo que se pueda certificar como participativo; sin embargo, la reciente renovación del Papalote, Museo del Niño significa un proceso paralelo hacia dicha transición. “Se trata de una actitud (…) Nos interesa tener esa capacidad de cuestionarnos, reinventarnos y de no pensar que las cosas están ahí para siempre”.

Qué es un museo participativo: casos significativos

Estados Unidos

Para Kathleen McLean, especialista en el desarrollo de exhibiciones, quien en 2006 obtuvo el reconocimiento de American Association of Museums por ser una de las 100 personas que más han contribuido al desarrollo de los museos en los últimos 100 años, los museos participativos deben tomar más atención a las ideas de sus propios visitantes.

“Cada vez más sabemos que los visitantes aprecian que se les pregunten cosas, ellos no necesariamente creen que las cosas son feas en el mismo nivel que lo perciben las autoridades (…) Llegamos a un punto en el cual las exhibiciones no son un objeto sino un trofeo de nuestra genialidad; debemos dejar eso atrás y generar experiencias”.

Señaló como ejemplo una exhibición sobre inmigración en Estados Unidos, en esta se pidió a los asistentes que describieran una época a la cual sentían que no pertenecen, a través de la que se generó un diálogo entre los visitantes y el propio museo. Para McLean, ese es el ejemplo de un museo participativo.

“Hay que dar más comodidades, hay que ofertar más cosas interesantes porque los visitantes se cansan con mucha facilidad y se cansan porque en los museos no les estamos echando la mano”, mencionó.

Recalcó la importancia de regresar a los visitantes el poder para que ellos de algún modo hagan lo que necesiten y que no sea el museo el que haga todo por ellos de una forma que nunca va a cambiar. Como ejemplo citó el caso de un grupo denominado “Proyecto de máquinas” en California, quienes se dedican a realizar intervenciones en museos.

“Ellos llegaron a un museo muy formal y se pararon en las escaleras y le dijeron al público, puedes escoger de qué lado subir las escaleras; de uno, el ascenso era en medio de silencio como en cualquier otro museo, mientras que del otro, el ascenso era acompañado de mariachis”, ese pequeño detalle hace más divertido y ameno el recorrido.

Argentina

Entretanto, Nicolás Testoni, proveniente del FerroWhite, museo taller, dijo que un museo participativo es un lugar que fabrica y exhibe su obra y que ambos procesos van de la mano de la sociedad. “Un museo taller genera herramientas útiles para ampliar nuestra comprensión del presente y, por tanto, nuestra perspectiva del futuro, forjados con la participación de documentos, pero también con la experiencia vital de cientos, miles de trabajadores que forman parte de y le dan forma a esa historia”.

En ese contexto, describió la experiencia del propio FerroWhite que, a lo largo del último año, ha fungido como salón de baile, sala de conciertos, taller de serigrafía, corsódromo, mecano, balneario contaminado, panadería, peluquería, escenario teatral, café e incluso como museo tradicional.

“En este lugar (FerroWhite, museo participativo), una fiesta es trabajo y a veces el trabajo, una fiesta, momento que suele coincidir con la percepción fugaz de que junto con lo que produce un museo taller se le da forma al sujeto plural de la producción, un colectivo imprevisible y a veces feliz”.

Colombia

Durante su participación en la Jornada Museo Participativo, Camilo Sánchez, representante del Museo Nacional en Bogotá, explicó que los ejercicios de participación han comenzado a emerger en muchas partes del mundo. Añadió que ello ha evidenciado que hay diferentes formas de plasmar la participación de la gente, pero que la gran pregunta radica en cómo pasar de ahí (de los incipientes ejemplos de museos participativos) al siguiente nivel.

Al referir los ejemplos de museos participativos que han surgido en su país, mencionó un caso de hace diez años en La Quinta de Bolívar —la casa donde vivió Bolívar en Bogotá—, una casa museo muy tradicional. “Se trata de un primer ejercicio de participación muy focalizado con un colegio, donde se le invitó a sus estudiantes a definir qué significaba para ellos cada uno de los objetos contenidos en el museo”.

Varios días después, explicó, los niños recibieron una carta personalizada donde Simón Bolívar los invitaba a su casa, la cual a su vez debió ser respondida por los niños involucrados. “El resultado de la dinámica fue muy interesante, algunas de las cartas fueron realmente interesantes”.

Posteriormente, se le pidió a los pequeños que llevaran su patrimonio más importante y que lo donaran por un día para incluirse en las exhibiciones del museo. “Este ejercicio muy sencillo evidenció que las autoridades de los museos son muy convencionales y temerosas para salirse de los estereotipos. Como vivimos muertos del susto, no nos arriesgamos a plantear cosas nuevas en los museos, pero debemos hacerlo de cara a la transición hacia los museos participativos”.

Finalmente, mencionó que hay un riesgo muy grande para este tipo de ejercicios ante la falta de continuidad.

“El año 2000 en Colombia hubo una exposición muy importante sobre Picasso en Bogotá; fue la primera vez que su obra viajó a Bogotá. En el Museo Nacional se montó una sala didáctica que incluso era mejor que la exposición y algo que era pensado para niños terminó siendo más para adultos y ese ruido que generó la sala llamó a que las exposiciones siguientes todos los museos contaran, de manera obligatoria, con una sala didáctica”.

Sin embargo, añadió que con el tiempo esa iniciativa se volvió una obligación sin fondo. “Ese es un riesgo bien grande de este tipo de cosas, sobre todo porque habitualmente son lideradas por una o dos personas en los equipos y si el resto del equipo no se sube a la iniciativa, sencillamente se muere”, concluyó.

Dolores Béistegui concluyó que a Papalote, Museo del Niño le interesan todos los esfuerzos a los que convoca la comunidad de los museos y ante ello quiere funcionar como caja de resonancia para que otros recintos se sumen al llamado en busca de convertirse en museos participativos con espacios mucho más incluyentes.

Fuente: CONACYT.

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