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Luis Estrada, de la física nuclear a padre de la divulgación de la ciencia en México

En la década de los sesenta, cuando el físico Luis Estrada Martínez vislumbra su vocación y la importancia de llevar la información científica al público no especializado, la divulgación de la ciencia no era una labor reconocida en México, incluso muchos científicos dudaban de su utilidad o de la capacidad de la gente por comprender e interesarse en temas de ciencia de frontera.

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Pero este nadar a contracorriente no detuvo al físico, cuyos trabajos, pioneros en el campo de la comunicación de la ciencia, contribuyeron a la formación de divulgadores y abrieron camino a una nueva forma de ver la comunicación de la ciencia. Hoy en día, la comunicación de la ciencia es un tema cuya importancia no se pone en duda, incluso a nivel federal se ha decretado, en la Ley de Ciencia y Tecnología, la necesidad de que el Estado promueva y fortalezca las actividades de divulgación de la ciencia.

Para Luis Estrada, la ciencia era parte de la cultura y concebía su enseñanza tan importante como la de las artes y las humanidades. Esta noción de ciencia como parte de la cultura lo llevó a crear productos de comunicación de la ciencia empapados de pintura, música y diálogo.

El físico buscó divulgar la ciencia no solo con veracidad científica, sino explorando diferentes medios de expresión. Reconocía la importancia de volver la actividad un trabajo multidisciplinario que invitara a las artes plásticas, audiovisuales, a la literatura y a la tecnología. Para él, las formas de transmitir el conocimiento científico debían ser tan heterogéneas como el país mismo.

Los esfuerzos de Luis Estrada prosiguieron por alrededor de 50 años, hasta que, infortunadamente, fallece a los 83 años en abril de 2016. Año en el que se le reconoce mediante múltiples homenajes que tenían como propósito compartir la vida y obra del hoy considerado padre de la divulgación científica en México.

“A Luis le gustaba mucho compartir, era un maestro de esencia. Le gustaba compartir la comida, las ideas y, claro, con su idea de la divulgación de la ciencia le gustaba compartir el conocimiento”, recuerda su hijo, Agustín Estrada, quien organizó y dirigió uno de los homenajes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

De los artefactos a la física nuclear

Luis Estrada nació en la Ciudad de México en junio de 1932, y ya a la edad de un año recibe su primer reconocimiento, un diploma otorgado en su guardería que le reconoce un carácter “gracioso”, comenta con humor su hijo Agustín Estrada, quien considera que esta peculiaridad de su personalidad lo caracterizó durante toda su vida, y fue tanto uno de sus dones como su talón de Aquiles.

Como niño de ciudad, Luis Estrada se interesaba en el funcionamiento de los aparatos eléctricos, sobre todo el radio; y se fascinaba con los cambios y la nueva tecnología que llegaban con celeridad a revolucionar la vida cotidiana de la Ciudad de México.

Este interés lo llevó a buscar estudios en ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), pero fue la física lo que finalmente lo cautivó, y comenzó sus estudios de licenciatura en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde encontró a las personas que serían sus compañeros en la vida laboral y personal, incluso, fue en esa etapa cuando conoció a Magdalena de Pavía, con quien se casaría en 1956 y compartiría el resto de sus años.

Al terminar su licenciatura, en 1955, prosiguió sus estudios de posgrado en la Facultad de Ciencias, y de 1958 a 1960, viajó a los Estados Unidos para realizar una especialización en física nuclear en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, estancia que, según su hijo Agustín Estrada, cambió su forma de ver la vida universitaria.

Después de esta experiencia, Luis Estrada volvió a México con una nueva pasión por la academia y la cultura, que transmitió durante su labor docente en la Facultad de Ciencias y que lo llevó a descubrir su verdadera vocación: colocar los conocimientos que se encontraban en las manos de unos pocos científicos a un público mucho más extenso.

El nacimiento de la divulgación de la ciencia en México

A mediados de los sesenta, varios eventos en su vida profesional y personal lo llevaron a volcar sus esfuerzos en impulsar las actividades de divulgación de la ciencia que muchos años después lo caracterizarían. Y fue en esta época en la que, persuadiendo a un grupo de sus estudiantes, logra la creación de la revista Física, que fue el primer eslabón en una serie de proyectos que, desde el Departamento de Ciencias en la Dirección de Difusión Cultural, le dieron visibilidad y fuerza a la divulgación de la ciencia en la UNAM.

Uno de los productos más reconocidos de su labor, que nació durante aquellos años, fue la revista Naturaleza, en la que por 17 años un grupo de científicos, comunicadores y artistas llevó con gran calidad estética temas de ciencia al público no especializado.

“Todo lo que Luis Estrada hacía era guiado por la idea de que la cultura era lo más importante, y así como le gustaba comer, escuchar música, disfrutaba de otras manifestaciones culturales, y en su trabajo esto se veía reflejado en muchos aspectos, y como ejemplo podemos ver que en todos los proyectos en los que laboraba había una preocupación por el uso adecuado del idioma, por la calidad del diseño, por la factura del resultado final… Forma y contenido eran una misma preocupación”, detalla, durante el homenaje en su honor, su hijo Agustín Estrada.

Estas actividades de comunicación de la ciencia tuvieron gran éxito en la UNAM y para fines de los setenta, Luis Estrada logra fundar el Programa Experimental de Comunicación de la Ciencia que, con apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), dotó de un lugar de trabajo, fuera de la universidad, al divulgador.

Poco tiempo después, la UNAM reconoció la gran labor que se estaba realizando y fundó el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia (CUCC), que le permitió seguir trabajando con gente entusiasmada por hacer crecer la comunicación de la ciencia y realizar labores docentes en este campo.

El final del Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia

“Desgraciadamente, los sueños de Luis se acabarían con la creación del museo Universum y con la creación [en 1997] de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, pues es en ese momento en el que se cierra el CUCC y se termina dispersando no solo al personal que se había formado, sino también las ideas alrededor de las cuales se habían fundado las dependencias universitarias dedicadas a la divulgación y a la comunicación de la ciencia”, explica Agustín Estrada.

Para Luis Estrada, la ciencia debía sacarse de los laboratorios y ponerse al alcance de la gente, pero sin olvidar la parte crítica del comunicador, sin dejar de lado la investigación sobre la actividad científica en sí. Buscaba, además, que el comunicador reflexionara sobre los usos y logros, positivos o negativos, de la investigación científica, para después divulgar, labor primordial en el CUCC.

En una ocasión, en entrevista con la divulgadora María de Lourdes Berruecos Villalobos, Luis Estrada tuvo la oportunidad de presentar su opinión sobre la transformación del CUCC: “Lo veo muy mal. La dirección funcionará muy bien y Universum también y, a lo mejor, la UNAM ganará mucho dinero (…). Eso está bien, pero el problema es que se acabó una labor académica y eso es lo que no me gusta. Lo que a mí siempre me pareció un error y siempre lo he criticado (…) es hacer algo que, por importante que sea, cierre y suprima todo lo demás. Lo que estamos haciendo es clausurar posibilidades con el pretexto de hacer grandes cosas”.

Los últimos días

Para su hijo Benito Estrada, el carácter de Luis, que buscaba sobre todo armonizar y evitar los conflictos, lo llevó a alejarse de este nuevo rumbo que tomó la UNAM en sus actividades de divulgación de la ciencia. Aunque no se alejó por completo de las labores de docencia y divulgación que tanto lo apasionaban y que lo llevaron en 1998 a volverse presidente del Seminario de Cultura Mexicana, dependiente de la SEP.

Poco a poco, la edad y la enfermedad lo llevaron a refugiarse y seguir su labor en el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (Ccadet) de la UNAM y, finalmente, a realizar sus labores de divulgación desde su casa.

“La muerte de Magdalena, en 2012, y la detección de un cáncer hepático un año después de este duro evento para él, fueron los determinantes para que el 12 de abril de ese año (2016) finalmente nos dejara, pero estamos seguros de que su trabajo no fue en vano, y la mejor muestra de que algo siempre quedará en nosotros de ese niño gracioso es que el día de hoy estemos aquí presentes para reconocer su trabajo, pero sobre todo las semillas que ha dejado en esta comunidad y para recordarlo tanto como un amigo, como maestro y, nosotros los hermanos, como padre”, concluye Agustín Estrada.

Su legado, de acceso libre para el público

Agustín Estrada comenta que una parte de lo que les dejó su padre fue una gran cantidad de documentos que dan cuenta de cómo Luis Estrada preparaba sus clases o algunas de sus notas personales.

Para poner este legado al alcance de cualquiera que desee consultarlo, sus hijos decidieron crear una página web en la que irán colocando documentos seleccionados. El sitio web ya cuenta con más de cuatro mil cuartillas digitalizadas, pronto se subirán otras mil 500 y seguirá creciendo según se vayan seleccionando más documentos, detalla Agustín Estrada.

Fuente: CONACYT.

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