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Participa el Conacyt en 10º Foro de Competitividad de las Américas

“Me tomó por sorpresa la llamada del presidente Enrique Peña Nieto para ofrecerme el puesto de director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), pero no lo dudé, acepté el reto porque era una excelente oportunidad para cambiar las políticas públicas de ciencia y tecnología”, narró Enrique Cabrero Mendoza.

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El investigador, que llevaba nueve años al frente del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), había escrito decenas de textos y artículos arbitrados de cómo se tenían que rediseñar las políticas públicas para que México pudiera transitar hacia una sociedad y economía del conocimiento.

Aunque era un extraordinario y multipremiado académico, desconocía los complejos tejidos institucionales. “Por más que uno crea que conoce un área de política pública, es hasta el momento en que llegas, te sientas y empiezas a ver los recursos con que cuentas, cuando realmente te percatas del reto y vas entendiendo mucho de aquellas cosas que antes te desesperaba que no se hicieran”.

De las estrellas a las políticas públicas

Nunca se imaginó que sería investigador y menos que algún día dirigiría el Conacyt y las políticas públicas científicas de México; cuando era pequeño, solo soñaba con las estrellas.

Conforme fue creciendo dejó de lado los planetas y las constelaciones y se orientó a las ciencias sociales, en especial a las políticas públicas. “Este es un tema que me apasiona, considero que es un área de investigación muy rica”, aunque muy lejos de la astronomía y de esas cosas que lo emocionaban cuando era un niño.

Sin embargo, ahora la vida le da la oportunidad de estar muy cerca de destacados astrónomos y de todos los científicos de México, que día con día trabajan para atender los principales problemas que afectan al país, e incluso al mundo.

“Nunca pensé que sería investigador, de hecho, ya fue muy tarde cuando me di cuenta que mi vocación estaba en la academia (…) Fue cuando terminé mi maestría en el CIDE que me interesó; no obstante, ahí todavía pensaba que iba a tener una carrera de funcionario público”.

Una vida en la academia

Reconoció que la academia no era algo que hubiera pensado o que fuera un plan de vida, “el trabajo de investigación me fue cautivando cada vez más y después me fui a hacer el doctorado en ciencias de gestión a la Escuela HEC, en Francia, y desde entonces mi vida se ha enriquecido mucho con el trabajo de investigación”.

El trabajo de académico es algo que extraña, pues a pesar de que le gusta estar al frente del Conacyt y contribuir con su expertise para que el país pueda avanzar más rápido en materia de ciencia, tecnología e innovación, la academia tiene ciertas dinámicas que la hacen única.

“Hay algo de la vida académica muy gratificante, es esta horizontalidad en la relación con todo el mundo, uno discute incluso con los jóvenes investigadores de tú a tú, uno pone a prueba las hipótesis, hay reuniones de trabajo en las que se generan discusiones de una manera abierta e intensa, pero muy enriquecedora”.

Esta dinámica de trabajo es algo de lo que más extraña Cabrero Mendoza ahora que es el titular de Conacyt, ya que en la función pública “las cosas son mucho más formales, hay que respetar ciertos procedimientos, reglamentos y protocolos, lo cual lleva a ser más rígidos, a no estar improvisando”.

Además, agregó, en el trabajo de la administración pública todo lleva su tiempo, “en la academia, muy rápido uno puede definir un proyecto y si uno ya cuenta con los recursos, puede empezar a trabajar en él”.

En cambio, las cosas en la función pública son mucho más formales y toman más tiempo, lo cual no quiere decir que han hecho en Conacyt un trabajo completamente burocrático, reiteró.

“Tengo un equipo de directores adjuntos y de área que, en su mayoría, viene de la academia y trato de replicar la misma dinámica… Claro, no es lo mismo, yo en ese sentido trabajo como la cabeza del equipo, pero mi grupo de trabajo se siente con la confianza de decirme cuando no está de acuerdo con una idea o decisión que estoy tomando y esto me da mucha tranquilidad, porque creo que lo peor que puede suceder en la función pública es que no haya discusión crítica y no exista la capacidad de reconsiderar las decisiones que tomamos los funcionarios, yo creo que eso es parte del aprendizaje que deberíamos tener, en general, en el gobierno”.

Desconocía mucho del entramado administrativo

Antes de asumir el cargo como titular del Conacyt, Enrique Cabrero ya tenía nueve años como director del CIDE, eso le dio cierta experiencia en la parte administrativa, aunque evidentemente no es lo mismo dirigir un centro de investigación al Consejo que lleva las riendas de las políticas públicas.

“Yo ya estaba organizando un año sabático después de que concluyera mi responsabilidad al frente del CIDE. Sin embargo, un día tuve la grata llamada del señor presidente para invitarme a ser el director del Conacyt, la verdad me tomó por sorpresa, pero no lo pensé, consideré que era una gran oportunidad”.

Era una excelente oportunidad para cambiar las políticas públicas de ciencia y tecnología, ya que él desde la academia había imaginado y planteado cómo había que rediseñarlas para que el país fuera más eficaz y tuviera un impacto mayor.

“La verdad es que cuando me ofrecieron esto, me sentí muy emocionado aunque con un reto enorme, porque yo había planteado qué hacer y ahora estaba obligado a hacerlo desde este lugar”.

Reconoció que las administraciones públicas son tejidos institucionales complejos que, en un afán de ser ordenados y de generar resultados, a lo largo del tiempo se van convirtiendo en una madeja muy complicada de decisiones y de normatividades que limitan mucho al que dirige para la toma de decisiones rápidas y en el sentido que él quiere.

“Estamos llenos de normas, de consejos y comités que hacen lento ese proceso y que en ocasiones uno debe respirar hondo y ser paciente para trabajar de la mejor forma posible. Yo creo que hay muchas cosas que desconocía”.

Sin embargo, lo que le ha ayudado a trabajar lo mejor posible como titular del Conacyt es conocer y entender a las comunidades académicas, pues él cuenta con más de 30 años de trayectoria académica.

“Esto me facilitó mucho la interlocución con los grupos científicos, yo los trato con mucha familiaridad y ellos a mí también, creo que eso es bueno porque genera una confianza de que uno no es un político que llegó a ocupar el puesto, sino que uno es un colega que salió de los mismos espacios que ellos y que ahora estás con la responsabilidad de tratar de conducir el ‘barco’”.

Principales retos al frente del Conacyt

Han sido varios los desafíos que se han presentado a lo largo de su administración al frente del Conacyt, uno de ellos fue imaginar cómo tendría que hacer crecer a la comunidad.

En su primer año al frente de este Consejo, hubo un incremento importante en la cantidad de recursos económicos y los que continuaron también siguieron esta tendencia, lo cual abre una enorme oportunidad de hacer cosas inéditas en el sector, pero el reto es saber cómo y en qué se va a invertir.

“Si hoy me dijeran, te duplicamos el presupuesto del Conacyt, cualquiera diría ‘excelente noticia, hay que aplaudirlo’ y sí, pero no es tan fácil, si uno no tiene los recursos humanos, los investigadores, los centros de investigación y universidades para recibir ese recurso, lo que acabaría sucediendo es que el recurso no tendría un uso apropiado”.

Capital humano, el recurso más valioso

Resaltó que la mejor inversión que se puede hacer en ciencia y tecnología es en recursos humanos altamente capacitados, ya que sin estos no se puede avanzar. Pero para formar este tipo de capital humano se requiere de tiempo, al menos cinco o seis años.

“Esto es un indicativo de que el problema de ciencia y tecnología en México no es solo un tema de recursos, sino de que puedas generar la dinámica de formar el capital humano y lo estés incorporando a las instituciones, es entonces cuando la inversión en infraestructura cobra sentido, porque la vas a aprovechar”.

Ya que había trazado un plan de crecimiento y que se preveía que por fin alcanzaría el anhelado uno por ciento del producto interno bruto (PIB) en inversión, a finales del año pasado, su administración sufrió un duro golpe, ya que tuvo un ajuste presupuestal de 23 por ciento.

“Todo nuestro plan de trabajo era de crecimiento y expansión. Ya que por fin habíamos logrado que la demanda de estudios de posgrado incrementara, viene un año al que al Conacyt le reducen 23 por ciento el presupuesto, ha sido un reto enorme no paralizar la maquinaria y hacerla crecer aunque sea con menos recursos”.

Señaló que algo a lo que le ha dado prioridad en estos tiempos de austeridad es al capital humano altamente capacitado y a la vinculación entre academia e industria, ya que, dijo, solo así se logrará avanzar en una sociedad y economía basadas en el conocimiento.

Fuente: CONACYT.

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