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“Donde esté, haré ingeniería”: Humberto Mancilla

Pese a no ser el horario habitual de clases de un grupo de alumnos de la Facultad de Estudios Superiores Aragón (FES Aragón),  en uno de los salones del edificio de laboratorios L3, estos jóvenes trabajan en proyectos de ingeniería concebidos con la finalidad de aportar un beneficio a la sociedad. Casi mimetizado entre los estudiantes está el maestro Humberto Mancilla Alonso, profesor de licenciatura y fundador del Club de Mecatrónica de la FES Aragón, agrupación presente en dicha escuela desde 2012.

Ingeniero mecánico egresado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro en mecatrónica —disciplina que conjunta la mecánica, electrónica e informática en la creación de objetos— por la misma institución, el catedrático se dedica a fomentar entre los estudiantes el gusto por lo que hacen, pues si logran “amar su trabajo”, lo demás llegará solo. En su caso, la ingeniería mecánica fue siempre su mayor pasión y desde pequeño se inclinó por las herramientas de su padre como juguetes predilectos.

“Yo era muy curioso con todo, también veía estas caricaturas de robots y esperaba emocionado cada capítulo; este sentimiento por la ingeniería lo he tenido siempre”.

A pesar de que en la familia del también investigador solo él y su tío realizaron estudios profesionales, reconoce la importancia de su madre y su forma estricta de educarlo como un factor determinante en cada logro académico. La disciplina fue una característica presente en todos los ámbitos de su vida y eso le permitió conseguir un empleo de medio tiempo mientras cursaba la carrera, pues los gastos generados por sus estudios eran responsabilidad suya.

“Iba a la escuela en la mañana y trabajaba en la tarde, los primeros semestres fue bastante complicado porque se sumó la necesidad de estudiar y lograr el conocimiento real, fue ahí donde comprendí que cada minuto sin estudiar no lo recuperaría y eso me alejaría de aprender algo nuevo. Desde entonces y hasta ahora, mi filosofía es hacer las cosas lo mejor y más pronto posible mientras pueda, se trata de aprovechar el tiempo”.

Próximo a concluir el nivel superior, una de sus preocupaciones era “hacer ingeniería de verdad” y aprender más sobre automatización, rama predilecta del maestro; sin embargo, llegó la oportunidad de trabajar en una empresa privada como diseñador.

“No me gustaba, pero descubrí mis aptitudes para esta actividad. Empecé como dibujante y en un año y medio me convertí en responsable del proyecto, además de manejar el taller mecánico”.

Aunque ya en esa época contaba con cierta estabilidad económica y un constante desarrollo profesional, tomó la decisión de incursionar en la materialización de su proyecto de tesis: un estacionamiento automatizado, financiado con inversión privada. Para concretar la propuesta, solo faltaba un requisito, ser alumno de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Renunció a su puesto e ingresó a la maestría en mecatrónica; aunado a esto, impartía algunas clases en la misma universidad.

“El problema fue que el proyecto no entró, pero yo ya estaba en la maestría y la fortuna llegó después, cuando el artista Sebastián nos pidió ayuda para dar movimiento a su escultura Brancusi; tuve a mi cargo el equipo comisionado para esta labor, una experiencia muy enriquecedora porque implicó el trato con personas de distintas áreas”.

Ya con el grado de maestro y una destacada trayectoria, autoridades de la FES Aragón buscaron incorporarlo a la planta docente, fue así como el 1 de diciembre de 2011 dictó su primera clase en la institución donde aún trabaja. Al convertirse en profesor de tiempo completo descubrió entre sus alumnos un genuino interés por profundizar cada tema, eso marcó la pauta para crear el Club de Mecatrónica.

“Se me ocurrió invitar a los muchachos a diseñar un proyecto, después de eso surgieron más propuestas, ahí entendí que mi función era darles la oportunidad de desarrollar su inquietud. Cada semestre me buscaban más estudiantes, incluso de otras carreras, comenzamos a enfocarnos en proyectos viables y útiles, como el programa de recolección de pilas, implementado en toda la facultad”.

Con esa experiencia, pretende continuar trabajando hombro a hombro con sus alumnos, sin dejar de lado la posibilidad de cursar un doctorado, pues considera que sus acciones deben hablar por él.

“No puedo decir si estoy en un estado de plenitud, cómo saber si esto es la plenitud, lo que sí puedo decir con seguridad es que disfruto lo que hago y me hace muy feliz”.

Fuente: CONACYT.

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