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Rubén de la Mora, un divulgador de la física veracruzana

Ha transcurrido mucho tiempo desde que un cometa —apreciado a la edad de cinco años— despertó el interés, la motivación y la mente abstracta de uno de los pioneros de la divulgación de la física y de los estudios acerca de inteligencia artificial en el estado de Veracruz.

Ese evento, que nunca comentó a sus padres, lo llevó a buscar información sobre preguntas fundamentales acerca del conocimiento y su justificación racional. A partir de ese instante, la biblioteca de la casa (de un espacio medianamente grande) sería el lugar más necesario de su infancia y adolescencia, ahí tuvo la oportunidad de estudiar a sus primeros autores.

En una oficina decorada con obras de arte (la mayoría con un significado relativo a la crítica social), una serie de libros de filosofía del lenguaje, un equipo de video y el cerro de documentos del día, Carlos Rubén de la Mora Basáñez, coordinador del Centro de Investigación en Inteligencia Artificial (CIIA) de la Universidad Veracruzana (UV) y maestro en matemáticas aplicadas, habla de sus intereses iniciales en el campo de los estudios científicos y trae al presente los acontecimientos más relevantes de su formación personal y académica.

Comenta que su inclinación originaria fue la filosofía de la ciencia, pero el instituto donde intentó formarse no cumplía con sus expectativas. “Era una escuela muy poco objetiva y no me sentía motivado. Todo lo contrario: desorientado, decían que la filosofía al final desemboca en una teología”.

Más adelante platicó de algo que lo entusiasmó para continuar en el terreno del pensamiento científico, motivo por el cual hasta el día de hoy sigue recordando con cierto ahínco lo que considera sus primeros pasos en el conocimiento de la realidad y el análisis formal al que tantas horas ha dedicado su estudio.

“Poco después, llegó de una estancia de investigación en el extranjero el doctor Octavio Obregón y dio un curso de relatividad. Trataba de matemáticas y cálculo diferencial. Era todos los días, dos horas por la tarde durante una semana. Entré a ese curso y dije: ‘Yo no sé qué hago en filosofía si lo que me gusta es la ciencia’”.

Intentando recordar la situación social en sus años de juventud, menciona que todavía estaban en efervescencia las secuelas del movimiento del 68 y que en la Ciudad Universitaria de la UNAM, donde tomó algunas clases de física recién iniciado su interés, se vivía un auge de mucho debate político. “Tenía maestros que abiertamente se declaraban marxistas y tuve que leer teoría social”.

Pero luego de tantas horas y días en los que la situación política ameritaba hacerse de un punto de vista crítico y con argumentos —además de la dedicación que tuvo por el estudio de teorías matemáticas y físicas—, abandonó la capital del país para iniciar su formación en el campo de la física y la divulgación de la ciencia en la ciudad de Xalapa.

Aportaciones a la ciencia en Xalapa

En 1977, Rubén de la Mora llegó a la ciudad de Xalapa. Allí cursó la carrera de física en la UV, a la par que iniciaba su vida como padre de familia. Mientras se formaba, relata, fue interesándose cada vez más por los tópicos relacionados con temas lingüísticos, sobre todo porque tuvo la oportunidad de adentrarse en la obra del filósofo analítico Ludwig Wittgenstein y su teoría de los juegos del lenguaje, localizada en el libro Investigaciones filosóficas.

Esta perspectiva le permitió acceder a una visión filosófica en el estudio del código genético, entre otros proyectos gestados en su tiempo de estudiante y posteriormente como académico de dicha facultad. “Trabajé los problemas del origen del código genético y la búsqueda de cadenas primarias de biosecuencias, desde el punto de vista lingüístico”.

Sobre la actualidad de los planes de estudio y de los programas educativos que se encargan de formar científicos, de los problemas a los que se enfrenta la enseñanza de la ciencia actualmente, considera que hay un problema grave en México: existe una falta de interés de la misma comunidad académica cuando del análisis de estos temas se trata, así como una nula vocación por parte de muchos alumnos.

“Este es un problema amplio, porque la ciencia en particular necesita gente con vocación y una visión de vida”.

Aunque también considera que los avances son muy significativos. En el caso de la inteligencia artificial, asegura, los progresos en términos de productividad son buenos. Recuerda que a sus ya casi 24 años de existencia, el CIIA ha promovido el debate abierto, la multidisciplina y la apertura para gestionar eventos y actividades universitarias con áreas ajenas a esta ciencia, pero que la pueden retroalimentar.

Recordó que fueron José Negrete Martínez (fallecido el pasado 18 de febrero) y Angélica García Vega los fundadores de este centro de investigación, quienes desde un inicio propusieron la inclusión de temas propiamente filosóficos a la discusión dentro del mismo, pues mediante esta iniciativa se ha logrado fomentar la multidisciplina.

El académico puntualizó su concepción acerca de los rasgos que se deben tener si se quiere pensar científicamente. Es una persona que está convencida de que no se debe imaginar la ciencia como un ente abstracto, alejado de su contexto social y político, del aquí y ahora.

“Una persona con pensamiento científico es alguien que tiene cierta actitud ante la vida, cierta racionalidad de sus creencias. Tener un planteamiento de día a día, de todo lo que escuchamos en Internet, de todo lo que nos platican los que escuchamos en los discursos, etcétera. Tener mentalidad científica es tener un planteamiento preciso, se tiene que estar informado, se tiene que tener una manera clara en el pensamiento. Un pensamiento científico debe ser un pensamiento humilde que debe reconocer cuando uno se equivoca: es tener una postura ética”, expresa.

Fuente: CONACYT.

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