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Durruty de Alba: la mirada en la historia de la ciencia

Entre un “ecléctico desorden” de decenas de libros antiguos, sobresale detrás de sus gafas Durruty Jesús de Alba Martínez. En una de las oficinas más ocultas del centenario Instituto de Astronomía y Meteorología (IAM) de la Universidad de Guadalajara, se encuentra el lugar de trabajo de este físico, un espacio que parece biblioteca y que es un gran apoyo cuando empieza a hablar sobre la historia de la ciencia.

Este tapatío es académico en el IAM y señala que su afición por la historia y su gusto y preparación en la física lo llevaron a combinar ambas áreas para dedicarse al estudio de la historia de la ciencia, una rama con la que asegura se siente agradecido.

“A pesar de la amplia tradición cultural de nuestra Guadalajara, aún seguimos rezagados en las cuestiones que tienen que ver con la ciencia”, advierte.

Con docenas de colaboraciones en revistas y periódicos tapatíos, Durruty de Alba es un apasionado de la historia y de la astronomía, y no duda en consultar el muro de libros en su oficina para encontrar una referencia científica o para mostrar los antiguos ejemplares que forman parte de su colección personal y del patrimonio del instituto.

Convencido desde pequeño que quería ser físico, aunque en ese entonces no sabía lo que esa palabra quería representar, Durruty de Alba consolidó esta idea durante su adolescencia y obtuvo la licenciatura en física en la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas “el mismo día que el electrón cumplió 100 años”.

Durruty de Alba, quien también es docente en el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI), relata que su gusto por la divulgación de la ciencia inició cuando estaba en la preparatoria, ya que tuvo la oportunidad de practicar la fotografía y el periodismo, y una vez en la facultad se involucró en la difusión de las actividades científicas que se realizaban en el campus.

Posteriormente se acercó a completar el servicio social en el Instituto de Astronomía de la Universidad de Guadalajara, donde le abrieron las puertas; se trataba de uno de los primeros acercamientos más importantes entre el físico y uno de los emblemáticos edificios en la historia de la astronomía mexicana, un recinto que tiempo después se convertiría en uno de sus objetos de estudio.

Fascinación por el pasado

Trabajar en el Instituto de Astronomía acercó a Durruty de Alba a conocer sobre el pasado de esta institución, pero durante una visita al Museo de la Ciudad de Guadalajara se topó con un ejemplar, Lecciones de astronomía del presbítero Agustín de la Rosa, fechado en 1859, lo que atrapó su atención y lo orilló a conocer cómo se educaba sobre ciencia en el pasado.

Su pasión por la historia y la divulgación de la ciencia lo ha llevado a colaborar con la redacción de capítulos sobre la historia de la astronomía en Jalisco, y a presentar en otros países los modelos que utiliza el IAM para preservar su pasado histórico y su funcionalidad.

Además, sus investigaciones también le facilitaron estar en contacto con libros raros y antiguos, como el único ejemplar de primera edición del libro de Copérnico que hay en un país latinoamericano y que se encuentra en Guadalajara.

“Uno de los trabajos que estoy refinando es sobre Newton. Tenemos obras de Newton en la Biblioteca Pública del Estado de lo que publicó sobre óptica, y ese ejemplar perteneció al Seminario del Señor San José de Guadalajara”, refiere.

Durruty de Alba también ha indagado en la vida y los experimentos de científicos jaliscienses, como el padre Severo Díaz, quien fue el primer director del IAM cuando la institución se integró a la Universidad de Guadalajara, en 1925; o José María Arreola, tío del célebre escritor Juan José Arreola y quien fuera un estudioso de la astronomía, la química y la vulcanología.

Contar la ciencia de hace algunos años

Durruty de Alba recuerda con exactitud dónde se encuentra cada uno de los libros que desea usar como referencia: desde literatura hasta matemáticas, religión, periodismo, física y, por supuesto, astronomía. Aunque no es historiador, este tapatío afirma que desde su trinchera busca la oportunidad de darle seguimiento a la historia de la ciencia y a la divulgación de esta.

Por ello, señala que los estudiantes de esta disciplina pueden encontrar en la historia de la ciencia una especialización que sería de utilidad para generar información para la sociedad. Desde “su trinchera”, Durruty señala que se ha sentido agradecido por compartir y fomentar entre sus alumnos la curiosidad por indagar en el pasado de las ciencias.

“Creo que es una bendición estar en contacto con los alumnos del CUCEI y tratar de contagiarles un poco esa curiosidad que hemos perdido por saber de dónde venimos y a dónde podríamos dirigirnos”. Anteriormente el docente impartió la clase de historia y filosofía de la física, una etapa en la que reunió en el IAM a estudiantes de humanidades y ciencias exactas.

Como complemento a sus actividades, el físico también colabora en medios de comunicación de Guadalajara, como periódicos y programas de radio, donde aborda la temática de la historia de la astronomía y la física. Además, buscará enfocar sus esfuerzos en perseguir el rastro de la enseñanza de la ciencia en Jalisco y el papel de los científicos del siglo pasado.

“Por ejemplo, el fraile José Buenaventura Guareña (1765-¿?), quien calculó y publicó lunarios, que son almanaques. Falta encontrar algunos de esos lunarios que publicó, porque nos habla del conocimiento técnico en esa época”, menciona este indagador, un híbrido entre historiador, físico, docente y bibliófilo.

Cuando se le pregunta cuál es el libro más viejo que tiene en la colección de su oficina, sin titubear, da media vuelta y toma una amarillenta caja de cartón. Con cuidado la abre y deja al descubierto un ejemplar de 1775: Modo de enseñar, y estudiar las bellas letras, para ilustrar el entendimiento, y rectificar el corazón. El libro, que fue regalo de un amigo seminarista, estuvo a punto de desaparecer en una hoguera. “Se salvó de ser ceniza de miércoles”, bromea.

Fuente: CONACYT.

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