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Sinaloa, ciencia y tecnología de alto nivel

Sinaloa destaca por ser cuna de grandes exponentes de la música mexicana, como Pedro Infante, Lola Beltrán o Los Tigres del Norte; en el deporte, el campeón mundial de boxeo, Julio César Chávez, o la campeona olímpica en taekwondo, María del Rosario Espinoza. La ciencia no sería la excepción. Originario de Mazatlán, Jesús Kumate Rodríguez es considerado uno de los más grandes científicos de México.

Kumate Rodríguez murió el pasado 7 de mayo. Se reconoce su investigación científica en el campo de la salud, principalmente en el área de infectología e inmunología, así como al haber impulsado la erradicación de diferentes enfermedades diarreicas en niños.

Obtuvo múltiples reconocimientos, algunos de ellos fueron el Premio Carnot en 1962 y Francisco Balmis de la Academia Nacional de Medicina, así como el Premio Torroella de la Academia Mexicana de Pediatría.

Actualmente la entidad cuenta con 504 investigadores e investigadores honoríficos, además de 133 investigadores asistentes. La mayor parte, 195, se concentra en áreas del conocimiento relacionadas con la producción de alimentos, como es biotecnología y ciencias agropecuarias.

Según el Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), organismo dependiente de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), en 2016 Sinaloa cultivó un millón 268 mil 62 hectáreas, que produjeron 12 millones 177 mil 997 toneladas de alimentos con un valor de producción de 46 mil 718 millones de pesos. Esta cifra colocó a la entidad como la sexta a nivel nacional en cuanto a superficie sembrada.

Sin embargo, ese año el valor de la producción agrícola nacional fue de 513 mil 936 millones de pesos y los estados de la república que más aportaron fueron Michoacán, con 12.54 por ciento, seguido de Sinaloa, con 9.09 por ciento. Ambas entidades fueron las de mayor incremento en el valor de la producción, con 17 mil 689 millones de pesos y con seis mil 892 millones de pesos, respectivamente.

Ante esas cifras, diversos investigadores sinaloenses han dedicado gran parte de sus trayectorias a la generación de conocimiento útil para la región. Es el caso del doctor José Antonio Garzón Tiznado, cuyo trabajo se ha enfocado en la caza de nuevos virus, así como en el control de estos en los cultivos. De 1984 a 2013, detectó las enfermedades transmitidas por la mosquita blanca: tomato yellow leaf curl virus (TYLCV), Pepper huasteco, yellow vein virus, así como Tomato apex necrosis virus.

Fue en 2015, con apoyo del Programa de Estímulos a la Innovación (PEI), que el grupo interdisciplinario liderado por el investigador, logró el control de los virus, mediante un sistema de monitoreo del insecto. Esta estrategia científica permitió al consorcio Agrointer reducir de 18 a cinco por ciento la presencia de enfermedades.

Investigadores y tecnólogos locales

Sinaloa tiene además el Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación (Inapi) como organismo de ciencia local. Este cuenta con el Sistema Sinaloense de Investigadores y Tecnólogos (SSIT), integrado por 46 científicos de diversas instituciones de la entidad.

El director general de Inapi, Carlos Karam Quiñones, señaló que para el impulso de la ciencia, la tecnología y la innovación de Sinaloa, se han realizado procesos de formación de recursos humanos en áreas estratégicas, promoviendo el mejoramiento de la infraestructura científica y tecnológica.

“Hemos impulsado la vinculación academia-empresa-gobierno. Es una sinergia que ha propiciado condiciones para emprender proyectos que fortalezcan la competitividad y trasciendan la economía primaria, basada en explotar recursos naturales y exportar materias primas”.

En entrevista, añadió que para promover la ciencia en la entidad, Inapi realiza actividades como la Semana Nacional de Ciencia y Tecnología, y a través del Festival Itinerante y de la Feria de Ciencias e Ingenierías se llega hasta las comunidades más apartadas de Sinaloa.

“El propósito es promover la cultura de la innovación. El eje cardinal es la ciencia como factor estratégico para resolver problemas y aprovechar oportunidades para elevar la calidad de vida de la población”, dijo.

Para el directivo, las prioridades de Inapi son la promoción de la generación de conocimiento útil a la sociedad, la vinculación entre la ciencia y la producción potenciando la transferencia tecnológica y la innovación.

Sinaloenses en proyectos internacionales

Un ejemplo de la aportación de sinaloenses a proyectos a nivel internacional es el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés, Large Hadron Collider). Se trata del acelerador de partículas más grande, potente y costoso del planeta, que superaría los 10 mil millones de dólares. Este se ubica en la frontera franco-suiza.

Participan científicos de al menos 29 países, entre ellos, mexicanos como el doctor Gerardo Herrera Corral, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), y el sinaloense Ildefonso León Monzón, de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), ambos miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Los investigadores son los responsables de dos detectores construidos y operados por académicos de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y que permiten la realización de análisis de rayos cósmicos.

El equipo sorprendió recientemente con la recreación del estado que tenía la materia en el universo 10 microsegundos después del Big Bang. El descubrimiento lo obtuvieron a partir del choque de protón-protón.

León Monzón considera fundamental que el proyecto involucre a jóvenes talento de Sinaloa, por lo que el proyecto ALICE del LHC cuenta con la participación de estudiantes de la UAS en la parte de electrónica, de análisis de datos, física, desarrollo de software, entre otros. Ellos ofrecen soluciones a problemas reales del proyecto.

El proyecto cuenta con la participación de sinaloenses en el área de física, informática, electrónica, entre ellos investigadores como Christian Valerio Lizárraga, quien contribuyó con la construcción del acelerador Linac4. Ahora, a partir de la experiencia adquirida en CERN, se encuentra en el desarrollo de un nuevo acelerador con aplicación al proceso de pasteurización en frío a alimentos.

En CERN destaca también la participación de estudiantes de doctorado como Solangel Rojas Torres, de 29 años de edad. Originario de Mazatlán y estudiante en la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la UAS, colabora desde hace poco más de tres años en el CERN.

“Actualmente trabajo sobre datos que obtuvimos en una prueba de haces, en donde pusimos a prueba el detector que tenemos instalado en el experimento. Trabajo sobre el análisis del detector, así como su física para saber qué estamos viendo con él, para analizar los datos de las colisiones en el experimento”, explicó.

La alianza entre el CERN y la UAS ha permitido también que docentes de la asignatura de física en el nivel medio superior acudan a capacitarse en el LHC durante algunos días. En los últimos años, han acudido poco más de una decena de profesores que posteriormente imparten el conocimiento en el aula.

Meteorito de Bacubirito, el más largo

Pobladores de la sindicatura de Bacubirito, ubicada en el municipio de Sinaloa de Leyva, encontraron en 1863 un meteorito de gran tamaño. Con el paso del tiempo, este fue enviado a exposición en la explanada del Centro de Ciencias, en Culiacán, donde actualmente permanece.

Investigadores como el doctor Emiliano Terán Bobadilla, se han abocado al estudio del bólido. A través de un novedoso método, determinó —con apoyo de investigadores de la UNAM—, que el de Bacubirito es el meteorito más largo del mundo.

La técnica utilizada fue Monte Carlo, mediante un escáner de la empresa Leica Geosystems, que se utiliza para medir grandes estructuras, como las pirámides de Egipto.

Recientemente, la revista Earth, Moon, and Planets, de la editorial Springer, publicó los resultados de la medición. La masa obtenida a través del escáner fue de 19.43 ± 0.51 toneladas, una longitud máxima de 4.13 metros y un volumen de 2.5151 metros cúbicos.

“Este método nos permitió reducir la incertidumbre en la medición de las propiedades geométricas y el volumen del meteorito. Esta es una nueva forma de determinar estas cantidades. Hasta ahora se utiliza el escáner o teodolito electrónico. No obstante, para nosotros ha sido muy útil este enfoque Monte Carlo para optimizar nuestros resultados”, explicó Terán Bobadilla.

Niños y jóvenes científicos

El esfuerzo por posicionar a Sinaloa como una entidad talentosa en la ciencia no ha sido exclusivo de integrantes del SNI, también lo ha sido de niños y jóvenes que, con proyectos científicos, han logrado medallas de oro, plata y bronce a nivel internacional en diversas áreas del conocimiento. Un ejemplo de ello son los integrantes del programa de Apoyo a Sobresalientes del Estado de Sinaloa (Grupo ASES).

El programa nació con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Comenzó hace poco más de una década con la participación de 23 niños de Culiacán, y recientemente alcanzó los 300 alumnos, con presencia en ocho municipios de la entidad.

El programa es único en el país y ha ganado 66 premios internacionales, entre los que destacan cuatro medallas olímpicas en física, química y matemáticas.

De ese programa han egresado jóvenes como Magdaly Santillanez, quien con su proyecto Microcréditos, economía en efervescencia, asesorada por su profesor Álvaro Pérez, logró trascender en ferias internacionales. Incluso fue mencionada por la revista Forbes como una de las cinco jóvenes mexicanas a seguir en los próximos años.

Los investigadores Rogelio Sosa, Nidia Berrelleza, Margarita Leyva Sánchez, entre otros, garantizaron premios nacionales e internacionales con alumnos comprometidos.

Exbecarios Conacyt

EL científico Humberto Ramírez Leyva, exbecario Conacyt, egresado de maestría en la Universidad de Calgary, en Canadá, se dedica al desarrollo de nanopartículas que permitan sanear el agua de una laguna costera o de un dren agrícola y poder recuperar selectivamente agroquímicos que puedan ser reutilizados en el proceso.

“Me enfoco en el tratamiento de aguas contaminadas, tanto para derrame de petróleo como para contaminación por nutrientes, lo que viene siendo de los fertilizantes y agroquímicos”, explicó.

Su investigación consiste en desarrollar una tecnología que permita remover selectivamente contaminantes que provienen de agroquímicos en los cuerpos contaminados de agua de Sinaloa, para poder utilizarlos nuevamente en la agricultura.

Lo que desarrolla son nanopartículas que, entre sus diferentes atributos, son fotocatalíticas, es decir, utilizan la luz del sol para degradar contaminantes; además tienen una elevada área superficial, lo cual da una gran cantidad de absorción de contaminantes.

“Con esas nanopartículas he estado participando en concursos, recibiendo distinciones en Canadá; he venido a impartir conferencias en la Universidad Tecnológica de Culiacán, de esa área, tratando de mostrar a los estudiantes las oportunidades que hay en el estudio de la ciencia y la tecnología en el área de la tecnología ambiental”.

El Colegio de Sinaloa

En 1991 se constituyó formalmente El Colegio de Sinaloa como un instituto que integrara el talento de sinaloenses destacados en el arte, literatura, ciencia y medicina. En ciencia, destacan investigadores como los médicos Hugo Aréchiga Urtuzuástegui y Jesús Kumate Rodríguez; el bioquímico Octavio López Paredes, la doctora Sylvia Paz Díaz Camacho, así como la doctora en geofísica María Aurora Armienta Hernández, quien el año pasado asumió la presidencia del instituto.

En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, la directiva señaló que Sinaloa debe impulsar la investigación en las áreas relacionadas con la producción de alimentos, así como en la sustentabilidad.

“Nos falta avanzar. Quisiera que tuviéramos más miembros en el SNI, pero tenemos un muy buen nivel. Creo que hay que apoyar más la ciencia, el desarrollo de proyectos que trasciendan en el estado, por ejemplo, en el área de agricultura, de alimentos; y al mismo tiempo abordar investigaciones sustentables para el campo y la minería”, finalizó.

Fuente: CONACYT.

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