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Guía rápida para entender los virus, esos “pequeños demonios astutos”

Pequeños demonios astutos. Así definió virólogo Jonathan Ball, uno de los expertos que consultamos cuando quisimos investigar a los protagonistas de la actual alarma global: los virus

Empecemos con el resfriado… el común… ¿qué es precisamente?

Pues resulta que en realidad no es una sola cosa, como explicó el virólogo Jonathan Ball. 

“Probablemente hay más 200 virus distintos que causan los síntomas del resfriado común y esos incluyen el virus de la influenza (gripe), lo que quiere decir que a veces puedes tener gripe pero experimentar síntomas tan leves que los confundes con un resfriado.

“Pero realmente, alrededor del 50% de las infecciones en cada invierno típico son causadas por el virus del resfriado común, que se llama rinovirus (el virus de la nariz)”.

El coronavirus también puede causar un resfriado común.

“Hay 4 coronavirus humanos que circulan por el mundo y provocan en los infectados los mismos síntomas que el resfriado común. También pueden causar enfermedades más graves, pero eso es inusual.

“Lo que sucede es que hay varias cepas de esos virus y por eso cada año tenemos 3 o más tipos de gripes”, explica el experto.

La clave en este caso es que el nuevo coronavirus, covid-19, no es un virus humano, sino que saltó de animales a humanos y eso significa que aún no hemos desarrollado inmunidad a él.

¿Cómo se descubrieron los virus?

Los virus salieron a la luz sorprendentemente tarde en la historia de la medicina.

Antes de eso, había muchas teorías sobre la causa principal de las enfermedades infecciosas.

Una de las más populares se centraba en una neblina nociva llamada “miasma”, como explica la historiadora médica Claire Jones.

“La teoría de miasma afirmaba que las enfermedades venían de aire tóxico, que tenía partículas de materia en descomposición suspendidas las cuales creaban un vapor viciado y ese vapor causaba la dolencia.

“Esa teoría emergió en el Medioevo, por eso vemos imágenes de doctores que atendían a víctimas de la peste negra con máscaras usualmente hechas de cuero.

“Su apariencia era aterradora: las máscaras tenían un largo pico que estaba lleno de popurrí o sales aromáticas para que los malos olores no pudieran penetrar e infectar a los que las tenían puestas”.

Y si le temías a los malos olores, por razones científicas, tenías mucho a qué temerle en el pasado: por más que te esforzaras, los sistemas de saneamiento no eran ideales, así que había mucho que apestaba.

Con las suciedad, viene la enfermedad. Y en ese momento era fácil vincularlas directamente con el olor.

De hecho, hay un mal que lleva en su nombre trazos de la teoría de miasma: el paludismo es también conocido como malaria que significa “mal aire”.

La teoría del miasma persistió durante mucho tiempo, con algunos defensores muy famosos.

“Florence Nightingale se aferró a su convicción de que la enfermedad estaba en el aire hasta su muerte en 1910. Y no fue la única.

“Lo que pasaba era que al introducir medidas higiénicas -algo por lo que Nightingale abogó sin tregua-, las tasa de enfermedad efectivamente disminuía, así que la práctica validaba la teoría, a pesar de que no era la conclusión correcta”, explica Kent.

La nueva teoría

Así, Nightingale, la legendaria dama de la lámpara, murió convencida de que al mantener limpios los hospitales estaba eliminando el mal aire, sin saber que lo que realmente estaba haciendo era matando los gérmenes.

Curiosamente, algunas “teorías de los gérmenes” comenzaron a surgir en la era medieval en el Medio Oriente, pero la idea tardó mucho en llegar a Occidente.

Y uno de los pioneros en el siglo XIX fue el químico Louis Pasteur, que siendo francés estaba muy interesado en el vino.

Durante sus experimentos, Pasteur demostró que el vino y otras bebidas se estropeaban si se hervían sin ponerles una tapa, pero se mantenían frescas si permanecían tapadas.

Acusó de agriar la leche y el vino a pequeños gérmenes que flotaban en el aire y patentó su propio “Método de pasteurización” para combatir las “enfermedades del vino” en 1865.

Luego se descubrió que los gérmenes también podían ser responsables de las enfermedades humanas.

Micro, micro organismos

Los primeros gérmenes en ser identificados fueron bacterianos: las epidemias de fiebre tifoidea, cólera y ántrax fueron rastreados a microorganismos específicos.

No obstante, tomó mucho más tiempo descubrir virus, pues representaban un desafío más grande… por ser tan diminutos.

“Era muy difícil para los científicos aislarlos en el laboratorio, pero a partir de las décadas de 1880 y 1890, empezaron a identificarlos, más que todo valiéndose de la filtración: una vez filtraban las bacterias se daban cuenta de que todavía había algo presente que no era bacteriano.

“Sin embargo, el gran paso adelante se dio en el siglo XX, cuando se desarrollaron microscopios más poderosos, electrónicos, con los que se podían ver organismos más y más pequeños.

“Realmente, el fin del siglo pasado es considerado como la era dorada de la virología, pues se pudo empezar a aislar virus como el de Hepatitis B”, cuenta la historiadora médica Claire Kent.

Pelotas con espinas

Los virus lograron permanecer ocultos durante tanto tiempo, entonces, debido a su diminuto tamaño.

Pero una vez puestos en evidencia, ¿hemos logrado averiguar qué son exactamente?

Cuando virólogos como Jonathan Ball los ven con los microscopios, ¿qué ven exactamente?

“Depende del tipo de virus. El rinovirus, por ejemplo, tiene una estructura muy definida: se parecen a las pelotas de fútbol de antes, las de cuero.

“A menudo puedes ver que tienen como espinas, y esas espinas le sirven a tu sistema inmunológico para luchar contra ellos: los reconoce y produce anticuerpos que se aferren a ellos y los maten.

“Pero a su vez, los virus usan esas espinas para meterse en tus células: son como llaves, y cada virus tiene su llave particular que abre la cerradura de una célula para infectarnos”.

Y… ¿qué son?

“Son literalmente una pequeña bomba de proteína diseñada para introducir el genoma del virus en la célula que tratan de infectar. Una vez ese genoma está adentro, a menudo se valen de la maquinaria de tus células para replicarse o meten sus propias proteínas especiales, sus propias enzimas, y empiezan a multiplicarse por sí solos.

“Son unos pequeños demonios muy astutos”, concluye Ball.

Definitivamente lo son, pero nuestro sistema inmunológico también es astuto. Aprende de la exposición a los patógenos y la próxima vez que se encuentra con ellos, despliega todo su armamento.

Aunque, curiosamente, a menudo esa reacción de nuestro sistema inmunitario es la causa de que nos sintamos tan miserables.

Según le dijo a la BBC la viróloga Wendy Barclay, cuando se trata de influenza o gripe, nuestro cuerpo es nuestro peor enemigo.

“Lo interesante de la gripe es que muchos de los síntomas son provocados por la reacción desmesurada de nuestro cuerpo a la infección. Si estás afiebrado y adolorido, parte del problema es el daño que tu sistema inmunitario te está haciendo con su brusca repuesta.

“Cuando estás infectado, tu organismo está bajo mucha presión y produce una especie de balas químicas descontroladas que viajan por el cuerpo afectando partes sanas.

“Así que la idea es que los medicamentos limiten el daño para que no te sientas tan mal”.

No obstante, algunas reacciones pueden ser útiles, como la fiebre, pues un aumento de temperatura mesurado contribuye a eliminar el virus.

Hablando de síntomas, ¿sabías que el virus de la gripa se apropió de uno de ellos?

¡Achís!

“El reflejo de estornudo es uno de los más claves que tenemos en el cuerpo”, dice el rinólogo Carl Philpott al explicar que estornudar es un reflejo muy útil cuando se trata de expulsar intrusos problemáticos.

“Pimienta, polen, caspa animal, partículas de ácaros de polvo pueden ser disparadores de estornudos, con los que expulsamos esa materia alienígena y no dejamos que se introduzca en nuestro cuerpo.

“Es esencialmente un mecanismo de defensa que se activa cuando algo irrita la parte frontal de la nariz”.

Cuando se trata del resfriado, los virus se han apropiado de este mecanismo de defensa natural para usarlo para sus propios fines.

El virus infecta las células de la nariz, inflama los tejidos, irrita el revestimiento y provoca un estornudo.

“El virus es muy astuto en el sentido de que produce el efecto irritante para que estornudes y expulses partículas que contienen más del virus y así infectar a otras personas”.

Entonces los virus del resfriado han evolucionado para hacerte estornudar y así poder propagarse.

Pequeños pero perversamente próvidos.

Fuente: Agencia ID.

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