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Joaquín Zúñiga Ramos, ciencia con compromiso social

Generosidad, vocación y compromiso son pilares en el quehacer científico de Joaquín Alejandro Zúñiga Ramos, director de Investigación del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias Ismael Cosío Villegas (INER), organismo que concentra un número importante de miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Además de brindar atención médica en padecimientos del aparato respiratorio, en el INER se realiza investigación científica de alto impacto, con aplicación directa a la población mexicana, por ello, ser director de Investigación es una responsabilidad pero también un reconocimiento al trabajo científico y académico de quien ocupa el cargo.

Joaquín Zúñiga Ramos es doctor en ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y con estudios de posdoctorado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Se ha especializado en el área de inmunología de enfermedades infecciosas pulmonares, como influenza y tuberculosis, y en 2009 participó en la descripción de los primeros casos del virus de la influenza A H1N1 en México, cepa responsable de la pandemia que se registró durante ese año.

El proyecto actual del doctor Zúñiga Ramos consiste en la búsqueda de marcadores biológicos para pronosticar el desenlace de la enfermedad por virus de influenza. En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el investigador, profesional nivel II del SNI compartió su historia de vida y las principales motivaciones que lo encaminaron al quehacer científico.

Primeros años

Rodeado de la belleza natural y arquitectónica que caracteriza San Cristóbal de las Casas, Chiapas, nació y creció Joaquín Zúñiga Ramos, el más pequeño de una familia de seis hermanos y padres cuya profesión fue la enseñanza y la pedagogía.

Zúñiga Ramos rememora su infancia como si fuera ayer cuando corría por la calle jugando al futbol después de hacer la tarea. Las visitas al campo los fines de semana con sus padres y hermanos, y la convivencia con comunidades indígenas forjaron su entrega por el trabajo y, en cierto aspecto, una inclinación hacia el quehacer social y comunitario.

“A mi padre y a mi madre les debo el amor al trabajo. Mi padre es maestro y educador, con una especialidad en pedagogía, y ama el campo. Tenía un rancho al que me llevaba todos los fines de semana, para convivir de manera cercana con los trabajadores y amigos, muchos de ellos individuos sabios y con una visión particular de la vida, pertenecientes a comunidades indígenas de la zona. Disfrutaba ir a este lugar y ayudar en las labores; a eso debo mi cariño por el campo y a identificar lo difícil que es ganarse las cosas con el trabajo y el sudor de la frente. Estoy seguro de que mi papá me llevaba con toda la intención de formarme y prepararme para un ambiente de trabajo, cualquiera que fuera”, evoca.

En la ruta de la investigación

“Desde muy pequeño me interesó el área de las ciencias de la vida. Cuando estudié la preparatoria, supe que estudiaría alguna de las carreras relacionadas con ciencias de la salud, aunque no tenía claro si sería medicina, biología o química. Creo que mucho influyó un tío que era químico y dueño de un laboratorio de análisis clínicos, que me invitaba a trabajar en verano a su laboratorio y creo que fue quien me inculcó el interés por el ámbito del laboratorio”, expresa.

En etapas muy tempranas de su formación, Joaquín se involucró en proyectos con impacto en la salud; como estudiante de preparatoria realizó estudios en la identificación de parasitosis intestinal en niños, en comunidades rurales.

“Éramos un grupo de compañeros que tomaba muestras de heces fecales de niños para llevarlas al laboratorio de la preparatoria. Con materiales muy esenciales buscábamos amibas, lombrices (…) Los resultados los llevábamos a nuestro profesor, un químico que a su vez trabajaba en una clínica médica; buscábamos que los niños con parasitosis grave tuvieran acceso a tratamientos. Hoy, San Cristóbal de las Casas tiene un ambiente muy cosmopolita, pero hay un índice de marginación muy importante, y en aquel tiempo era nuestra forma de contribuir a nuestra comunidad”, comparte.

Como estudiante de la Universidad Veracruzana (UV), donde estudió la licenciatura en bioquímica clínica, se involucró en proyectos comunitarios de la misma índole. Tuvo como testigo el periódico institucional, donde comenzó a publicar sus reportes.

“En la universidad me encontré con profesores parasitólogos que realizaban estudios en comunidades cercanas a la ciudad, y me involucré en proyectos sobre parasitosis y vacunación. Era muy satisfactorio. De ahí nació mi gusto por hacer investigación. Me siento feliz de haber contribuido con un granito de arena, y lo seguiré haciendo hasta que sea factible”, indica.

Lo que marcó la pauta al andar del doctor Joaquín Zúñiga en la inmunología, se presentó en el cuarto semestre de la licenciatura, con el nombre de Francisco Ramos Niembro.

“Fue mi profesor. Por su alto nivel de conocimiento en el ámbito clínico y experimental, me inspiró a dedicarme a la investigación en el campo de la inmunología. El doctor Ramos me apoyó para ser aceptado y realizar mi servicio social en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán en 1994, donde tuve el privilegio de conocer a mi mentor el doctor Julio Granados, y gracias a su guía pude comenzar mi carrera. Antes de conocerlos (a ambos maestros), tuve interés por la parasitología y la hematología”, expresa.

Los retos de un investigador

En 1999, Joaquín Zúñiga Ramos ingresó al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias Ismael Cosío Villegas, donde comenzó a trabajar en el ámbito de los mecanismos de regulación inmunológica, relacionados con enfermedades inflamatorias e infecciosas del pulmón.

En ese instituto colaboró con los doctores Moisés Selman y Gustavo Reyes, en la formación de laboratorios y desarrollo de técnicas moleculares. A partir de junio de 2017, ocupa el cargo de director de Investigación. Asegura que en un ambiente tan competitivo como es la ciencia, uno de sus retos como titular del área es la búsqueda del desarrollo y crecimiento al máximo nivel de los investigadores de la institución.

Actualmente, cerca de 80 por ciento de la plantilla de los investigadores del INER está afiliado al SNI, y 70 por ciento de los artículos científicos de la institución se publica en revistas científicas de alto impacto.

“En los últimos años, una de las contribuciones de la unidad de investigación de esta institución es la generación de unidades de alta tecnología, que permiten el acceso de investigadores jóvenes a nuevas tecnologías y a diversos grupos de investigación. En los siguientes años trataremos de concretar una nueva torre, que inició el doctor Selman y que albergará la Unidad de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Crónico Degenerativas, dentro de la cual tendremos laboratorios de alta seguridad biológica dedicados a investigación en el tema, lo mismo que áreas de biología molecular y microscopía modernas. Adicionalmente, tenemos varios proyectos de colaboración con la Escuela de Medicina del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterey (ITESM), para aprovechar la experiencia de investigación biomédica del INER y llevarlo al plano de innovación y desarrollo tecnológico, área en la que el ITESM destaca a escala mundial”, señala.

Para el especialista en inmunología, apostar por los jóvenes investigadores es uno de sus principales compromisos, pues, asegura, son las nuevas generaciones quienes darán seguimiento a las investigaciones de otros científicos que, como él, han cimentado el campo de las ciencias de la salud, con nuevas perspectivas y con la apertura hacia el enfoque multidisciplinario.

“Es gratificante ver a investigadores jóvenes con la capacidad de desarrollar proyectos cada vez más ambiciosos y multidisciplinarios. Confío en que las nuevas generaciones de investigadores trabajarán de forma más colaborativa y multidisciplinaria. Hay una tendencia a buscar una aplicación de muchos de los descubrimientos. Quisiera ver, en algunos años, que los buenos descubrimientos se traducen en herramientas de uso cotidiano, para entender, tratar o resolver enfermedades que actualmente representan retos importantes para la salud pública local y global, durante los siguientes 30 años”, explica.

En el plano personal y profesional, el reto más significativo para el directivo del INER es contribuir con sus investigaciones a la salud pública de México, en beneficio de la población.

“No quisiera administrar muchos años la Dirección de Investigación; solo un tiempo relativamente corto que me permita emprender proyectos y generar programas de investigación que beneficien a mi institución, porque si algo tengo, es la camiseta bien puesta. Le debo mucho a mi institución y la mejor manera de pagar su apoyo es con mi trabajo”, expresa.

Pasatiempos

Entre el laboratorio y los quehaceres administrativos que exige el cargo de director de Investigación, Joaquín intenta pasar el mayor tiempo posible con su familia, a la que considera su pilar más importante.

Como profesional del área de salud, sabe que el equilibrio entre el trabajo y el ejercicio físico es importante, por lo que procura hacer deporte por lo menos tres veces por semana, como correr y practicar con amigos y familia y cada que le es posible, algunos deportes, como futbol, tenis y natación. Finalmente, una de sus mayores pasiones es escuchar música, y seguir cada vez que puede a conocidos y amigos músicos en sus tocadas en vivo, por toda la Ciudad de México.

Fuente: CONACYT.

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