Investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco (UAM-A) desarrollaron una nueva tecnología de fabricación y diseño de delimitadores viales o bolardos —cuerpos rígidos anclados al piso en vías públicas para indicar y evitar el paso de vehículos—, los cuales son de uso habitual en las grandes ciudades para demarcar los carriles destinados a los sistemas de Autobús de Tránsito Rápido como metrobús, tren ligero, trolebús, etcétera.
“Comúnmente la fabricación de este tipo de piezas requiere de un equipo muy robusto, así como de moldes cuyo costo oscila entre el millón o millón y medio de pesos, nosotros con una décima parte estamos logrando generar el proceso y obtener productos conforme a la normatividad establecida y la demanda. Por ejemplo, el costo de fabricación de un bolardo tradicional se reduce en más de 40 por ciento”, informó en entrevista el ingeniero Enrique Alarcón Jiménez, responsable del Laboratorio de Sistemas Productivos de la UAM-A.
Más de 90 por ciento de los componentes que utilizan en la UAM-A para elaborar estos objetos son plásticos reciclados: material derivado de bolsas plásticas, taparroscas, envases, juguetes y demás desechos que a través de la termofusión —técnica económica para soldar y unir plásticos— reduce mucho los costos del proceso.
El ingeniero Enrique Alarcón manifestó que entre los diferentes procesos tecnológicos que se realizan en el Laboratorio de Sistemas Productivos de la UAM-A, se estudian métodos de fabricación a partir de desperdicios para producir mobiliario urbano y otros productos funcionales.
“Aunque en el Distrito Federal existe la Ley de Residuos Sólidos que, entre otras cuestiones, determina que las empresas pueden recibir beneficios fiscales e incluso estar exentos de impuestos cuando reciclen el 33 por ciento de sus residuos, no se obtienen los beneficios esperados, principalmente por la falta de operatividad de la normatividad vigente; pero desde nuestra posición colaboramos de manera comprometida y entusiasta para generar proyectos conjuntos con el sector empresarial”.
Entre 2008 y 2010 la UAM-A colaboró con una instancia del Gobierno del Distrito Federal a fin de encontrar y desarrollar una solución que permitió utilizar los residuos derivados de procesos de producción metalmecánica y de fundición para, mediante la reutilización, elaborar señalamientos de higiene, seguridad o protección civil, además de contenedores, separadores, implementos para empaques, entre otros. “Todo aquello que no pueda reutilizarse porque resulte oneroso rehabilitarlo, nosotros lo tecnificamos y creamos objetos utilitarios, con el propósito de volver a darle un uso”, añadió el profesor investigador Alarcón Jiménez.
Delimitadores viales a prueba de impactos
En México, el periodo de vida de los primeros delimitadores era menor a un año, posteriormente los fabricantes los mejoraron y con ello su duración se incrementó a poco más de tres años. En cambio, los delimitadores desarrollados a partir de la tecnología de la UAM-A duran hasta 15 años, comentó el ingeniero Alarcón Jiménez.
Un delimitador puede recibir hasta 800 impactos en 24 horas, provenientes del transporte o de los automóviles. El Metrobús tiene 32 toneladas de masa sin pasaje, con pasaje alcanza hasta 50 toneladas. Un vehículo liviano pesa aproximadamente tres cuartos de tonelada. Por lo tanto, la energía descargada tras cada impacto deteriora rápidamente este tipo de piezas, expuso el especialista.
“El delimitador vial es un sistema de dos componentes: una carcasa externa y un núcleo interno que es el que absorbe la energía. En nuestra técnica, para que la colisión la reciba el pavimento y no el bolardo, la parte interior tiene una red de materiales plásticos, igualmente reciclados, a través de la cual la energía se disipa a lo largo de la superficie del asfalto, lo que los hace altamente resistentes. Los delimitadores convencionales tienen tres pernos de anclaje y solo estos tres puntos absorben los golpes, de ahí su escasa durabilidad”.
Autolimpieza y disminución de daños
El sistema de autolimpieza de la tecnología desarrollada por la UAM-A funciona por medio de los cambios de temperatura existentes entre el día y la noche, la vibración en el pavimento que produce la circulación de los vehículos, así como el viento suscitado por su paso, son condiciones que desprenden la mugre acumulada, lo que resulta útil porque cuando las cuadrillas de mantenimiento realizan el aseo o lavado respectivo, a veces hay atropellamientos, situación negativa que se elimina al máximo al no requerirse personal para que limpie los delimitadores, explicó el entrevistado.
Cuando un vehículo intenta invadir el carril confinado, los delimitadores tradicionales pueden dañar la llanta y con ello provocar accidentes u obstruir el tráfico, ocasionando congestionamientos viales y contaminación. “Nuestro delimitador evita que los vehículos no autorizados invadan el carril, además de regresarlos a su carril de origen sin causarles ningún daño”, señaló el profesor Alarcón Jiménez.
Esta tecnología de fabricación y diseño tiene cuatro modelos de utilidad y un secreto industrial.
Expectativas
Por cada kilómetro, considerando el carril de ida y vuelta, se colocan mil o más delimitadores. En Puebla, León, Guadalajara, Nuevo León, ciudad de México y Estado de México, existe el Sistema de Autobús de Tránsito Rápido que tiene carriles confinados y la tendencia es que vaya en aumento. La UAM-A espera que las empresas del rubro se interesen en esta tecnología para fabricar y comercializar el nuevo delimitador vial.
“Esta tecnología también podría implementarse en topes o reductores de velocidad, delimitadores de espacios de circulación de vehículos para paso de peatones, como las piezas cilíndricas que están sobre Francisco I. Madero, en el Centro Histórico de la ciudad de México, porque puede adaptarse a cualquier forma geométrica. Asimismo, a los delimitadores viales de las carreteras se les podrían poner recolectores de energía solar para usar los mismos sistemas de iluminación de las autopistas y así tener identificadores para delimitar los carriles”, argumentó el ingeniero Alarcón Jiménez.
Fuente: CONACYT.
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