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Colaboran México y Japón en investigación para prevenir desastres

La tecnología e investigación para la prevención de desastres por causas naturales es uno de los principales temas de investigación en el Instituto de Geofísica (IGF) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Por ello se ha comenzado una nueva colaboración entre varias instituciones mexicanas y japonesas, entre las que destacan la Universidad de Kyoto y la UNAM, que tiene el objetivo fundamental de mitigar el riesgo por tsunami y terremotos en la costa del Pacífico mexicano con énfasis en la brecha sísmica del estado de Guerrero.

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“Este proyecto fue aprobado después de un largo y muy competido proceso de selección internacional para ser financiado por el gobierno japonés a través de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA, por sus siglas en inglés) por un monto de aproximadamente 80 millones de pesos”, indicó el responsable mexicano de la investigación, Víctor Manuel Cruz Atienza, del Instituto de Geofísica de la UNAM.

El proyecto, que comenzó en abril de este año, se divide en varias fases. En la primera de ellas, los grupos de trabajo conformados por diversos especialistas de ambas naciones se abocarán al análisis de datos geofísicos que se van a recabar mediante una red sismo-geodésica que se instalará en la zona de estudio.

“Esta red sismo-geodésica que se pretende instalar no tiene precedentes en México, para ello se adquirirán instrumentos de tecnología de punta que se instalarán en tierra y mar a lo largo de la brecha sísmica de Guerrero”, recalcó el investigador mexicano en entrevista con la Agencia Informativa Conacyt.

Entre los instrumentos que se usarán para la red se encuentran sismómetros de fondo oceánico que permitirán registrar la sismicidad que se presente en el mar y, por otro lado, habrá instrumentos para medir la deformación que sufra la placa continental como producto de la convergencia de las placas de Cocos y la placa de Norteamérica. Esto se va a poder medir con una red de GPS diferenciales en tierra y mar.

“Se van a instalar sistemas de geoposicionamiento satelital de alta precisión y sismómetros de banda ancha en tierra, aunado a sismómetros de fondo oceánico, sensores de presión hidrostática y GPS acústicos en el fondo del mar que nos van a permitir observar y medir las deformaciones que sufra el lecho marino, producto de la convergencia de las placas tectónicas y de la sismicidad en la región”, explicó Cruz Atienza.

Los GPS acústicos complementarán las medidas geodésicas en el fondo del mar. Estos aparatos, según comentó el investigador, consisten en tres sensores hidroacústicos fijados en el lecho marino que se comunican con un dispositivo de flotación autónomo que mantiene su posición por encima de los sensores durante días. El dispositivo posee un sistema de GPS satelital, paneles solares, propelas y una computadora de bordo. Para mantener su posición, este se vale del oleaje y las propelas. Durante cinco días, el dispositivo se comunica simultáneamente con los sensores acústicos y con los satélites para determinar la posición exacta del centro del arreglo de sensores. Promediando la información adquirida en ese lapso, el sistema permitirá determinar dicha posición con una precisión del orden de dos centímetros.

El fin de esta primera parte del proyecto es estudiar a fondo la estructura interna de la tierra, en específico la corteza continental y oceánica donde ocurren sismos tsunamigénicos. “También vamos a estudiar los tremores tectónicos, que son señales de muy baja amplitud normalmente asociados a los deslizamientos lentos o silenciosos entre las dos placas del Pacífico”, aseguró el geofísico.

Explicó que los sismos lentos son deslizamientos que duran aproximadamente ocho meses y ocurren cada cuatro años en el estado de Guerrero, lo que los convierte en un proceso periódico. «Lo que queremos entender con esta observación es si estos deslizamientos ocurren cerca de la trinchera, es decir, si ocurren cerca de la fosa oceánica donde entran en contacto las placas y donde ocurren terremotos tsunamigénicos. Observaciones recientes en otras zonas de subducción muestran que este fenómeno puede anteceder la ruptura de grandes terremotos potencialmente destructivos”, apuntó.

En la primera fase también se va a estudiar espectralmente la sismicidad normal de esa zona para ver si hay diferencias o variaciones en su firma espectral según su localización.

Modelos numéricos

El segundo grupo de trabajo consiste en la modelación matemática y computacional de terremotos y tsunamis. Es decir, con modelos numéricos altamente sofisticados y con base en toda la información que se acumule en la parte observacional se van a generar escenarios de terremotos que sean verosímiles de ocurrir en la brecha sísmica de Guerrero para cuantificar el peligro asociado.

“Esto se va a realizar integrando diferentes modelos físicos que permitan describir la ruptura de un sismo, vamos a ver qué tan probable es que ocurra un sismo de magnitud muy importante en la brecha y bajo qué condiciones podría tener lugar”, indicó el investigador de la máxima casa de estudios del país.

En esta segunda fase del proyecto también se pretende cuantificar el movimiento del suelo, como las aceleraciones fuertes que sufra la tierra en la zona costera para cuantificar el peligro sísmico, “esto es, caracterizar las sacudidas bajo escenarios de ruptura, las cuales deberán estar en concordancia con las observaciones de la red sismo-geodésica”.

Con esta investigación se va a poder —a través de simulaciones computacionales— cuantificar las zonas inundables en la costa de Guerrero en el caso potencial de un tsunami, es decir, se va a poder determinar la altura de las olas y la penetración del agua en la tierra asociados a los escenarios de terremotos que se van a generar.

“Lo que vamos a hacer con estas simulaciones de terremotos y de los tsunamis generados es cuantificar el peligro. Dada la topografía del terreno y las condiciones del fondo oceánico, determinaremos las zonas de mayor inundación debido a un tsunami provocado por un sismo mayor en la brecha sísmica», enfatizó el doctor.

También en esta fase del proyecto los investigadores podrán estimar las potenciales pérdidas asociadas a una eventual amenaza natural de este tipo. En ese sentido, el científico, perteneciente al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel II, dijo que se cuantificará la vulnerabilidad de los asentamientos más importantes a lo largo de la costa. Con base en esta estimación, más la estimación del peligro que se hará en el segundo grupo de trabajo, se determinará con precisión cuál es el riesgo asociado al fenómeno en los lugares más vulnerables a lo largo de la costa de Guerrero.

Prevención

En el tercer grupo de trabajo también participará activamente el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred) para proponer y generar material didáctico para estudiar medidas preventivas que permitan hacer que la gente más expuesta a potenciales sismos futuros corran menos riesgo. Todo esto mediante programas de señalización específicos y señalizaciones especializadas en los que tienen mucha experiencia las instituciones japonesas, con el objetivo de indicar a las personas de estas regiones qué hacer en caso de un sismo tsunamigénico, explicó el geofísico mexicano.

“Es un proyecto ambicioso que va desde la observación geofísica en mar y tierra, con instrumentos altamente avanzados, hasta la prevención de desastres, pasando por todo lo que supone un programa integral de prevención como la estimación cuantitativa del peligro empleando modelos computacionales y matemáticos, la estimación de la vulnerabilidad y la exposición de diferentes asentamientos, lo que permitirá incidir directamente en la protección civil y la prevención de desastres en la costa del Pacífico mexicano”, resumió Cruz Atienza.

En busca de apoyo

El financiamiento del gobierno japonés asciende a los 80 millones de pesos y se aplicará en la compra del equipo altamente especializado con el cual se conformará la red sismo-geodésica en la costa de Guerrero; sin embargo, para que el proyecto sea viable aún faltan recursos para ciertos gastos de operación, comentó el especialista.

“Hasta el momento no hemos tenido suerte, pero aun así seguimos intentando contar con el apoyo de diversas agencias mexicanas, entre ellas el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), seguimos intentándolo a través de algunas convocatorias abiertas, pues el fin último de la investigación es el beneficio de los mexicanos”, explicó Cruz Atienza.

Del mismo modo, indicó que el dinero que el gobierno japonés está aportando se ha etiquetado exclusivamente para la compra de equipo e instrumentación y para la movilidad de los investigadores mexicanos y japoneses a lo largo de todo el proyecto de investigación.

Expresó que para iniciar el trabajo de campo se cuentan con algunos fondos propios de la UNAM, pero aseguró, son insuficientes.

Cooperación japonesa

 La Oficial de Programas de Cooperación Técnica de la JICA en México, Raquel Verduzco Dávila, mencionó en entrevista que la cooperación que el gobierno de Japón despliega en territorio nacional a través de la JICA, es definida y detallada de acuerdo con los temas prioritarios para México en coordinación con la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid) y la Embajada de Japón en México.

Para los proyectos de investigación conjunta entre universidades nacionales e instituciones de investigación japonesas, interviene también el Japan Science & Technology Agency (JST) que es el instituto rector de la ciencia y tecnología en Japón; ambos desarrollan proyectos de investigación en temas globales como los cuatro proyectos existentes en México, entre los que se encuentra este proyecto sobre la evaluación de peligro asociado a grandes terremotos y tsunamis en la costa del Pacífico mexicano con el fin de la prevención de desastres.

«Este proyecto de investigación representará una destacada contribución de Japón al conocimiento de las amenazas por fenómenos naturales, vulnerabilidad, riesgo y prevención de desastres en México», concluyó Verduzco Dávila.

Fuente: CONACYT.

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