La humanidad ha sufrido en diversas ocasiones por el uso de las armas químicas, pero desde que se formó la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) esfuerzos internacionales se han destinado a frenar este recurso bélico.
Recientemente, en enero de este año, dos latinoamericanos fueron elegidos como miembros del Primer Comité Asesor en Educación y Divulgación sobre Armas Químicas de la OPAQ, y el químico mexicano, Benjamín Ruiz Loyola, fue uno de ellos.
El principal trabajo de este comité será buscar las formas de prevenir el resurgimiento de las armas químicas mediante la educación y divulgación en distintos sectores de la población.
El trabajo se dirigirá especialmente a los 192 Estados Parte de la OPAQ. Se contempla abordar todos los niveles de educación, incluyendo la educación básica, pero se pretende concentrar esfuerzos en comprometer a los estudiantes de educación superior a actuar con ética y mantener su trabajo alejado de objetivos bélicos.
La humanidad y las armas químicas
Los seres humanos han utilizado las armas químicas desde hace miles de años. Ya en la Guerra de Troya se quemaba azufre para generar dióxido de azufre (SO2), el cual actualmente se considera un arma química sofocante.
Este gas provoca asfixia por desplazamiento del oxígeno en la hemoglobina. Además, provoca accesos de tos, quemaduras internas y externas e incluso puede llevar a la muerte por asfixia, explica Benjamín Ruiz.
El uso de armas químicas se siguió dando de forma aislada hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, cuando se empieza a utilizar cloro, cloruros de azufre, fosgenos, gas mostaza y demás compuestos químicos como recursos bélicos; la masificación de la guerra química había comenzado.
El 22 de abril de 1915 los alemanes liberaron alrededor de 160 toneladas de cloro gaseoso en el frente de línea en Bélgica. A partir de ese momento se dice que comienza la guerra química moderna.
Regulación del uso de armas químicas
La regulación del uso de armas químicas se trabaja desde el siglo XIX. En 1925, se firma la Convención de Ginebra, en donde se controla el uso de gases asfixiantes y armas bacteriológicas, pero aún se permite su uso como desquite si alguien las usa en tu contra, explica Benjamín Ruiz.
Después de la Segunda Guerra Mundial, con el surgimiento de los agentes neurotóxicos, se reafirma la necesidad de hacer un convenio mucho más estricto. Así, en 1972, se firma la Convención para la prohibición de armas biológicas.
Pero es hasta mucho después, en 1993, que se firma en París la Convención para la prohibición de armas químicas. Con ella se establece la prohibición de la preparación, el almacenamiento, el comercio, el traslado y todas las actividades relacionadas con el uso de sustancias químicas como recurso bélico.
Para asegurarse de que los países firmantes cumplan con dicho acuerdo nace la OPAQ que, como brazo ejecutor, supervisa y monitorea el cumplimiento del desarme.
Prohibiendo las armas químicas: OPAQ
“Desde el comienzo de las labores de la OPAQ, en abril de 1997, a la fecha, se han destruido alrededor de 90 por ciento de los arsenales químicos en el mundo, lo cual representa un trabajo importante para 20 años, aunque no completo lamentablemente por razones políticas”, considera Benjamín Ruiz.
Concluir esta labor es de suma importancia, pues las armas químicas son un recurso muy inhumano, por más que esto suene irónico, detalla el químico. Causan un sufrimiento excesivo y un estado de terror en las poblaciones, sobre todo implica hacer un uso perverso de la ciencia.
“La ciencia debe estar enfocada hacia construir, hacia alargar la vida y no acortarla, prohibir las armas químicas es eliminar de la faz de la tierra una amenaza que ha estado latente desde hace miles de años; dar la seguridad a la gente de que la ciencia cada vez va más enfocada hacia fines pacíficos que hacia fines bélicos”.
Comité asesor en educación y divulgación sobre armas químicas
Ahora, para prevenir el resurgimiento del uso masivo de las armas químicas, la OPAQ apuesta a la educación y la divulgación, y crea un comité encargado de esta tarea.
“Es una gran responsabilidad ser uno de los 15 elegidos de entre los 192 que podían haber sido elegidos, suponiendo que haya al menos un candidato en cada país de la OPAQ”, afirma el químico.
Los integrantes de este comité fueron designados por un periodo de tres años y al ser de nueva formación tienen como objetivo crear un plan de acción, es decir, empezar a construir desde cero y establecer las acciones a corto y mediano plazo.
Para Benjamín Ruiz, un pilar central en el trabajo será aprender a comunicarse con los jóvenes y hacerlos partícipes de la preocupación por el uso de las armas químicas. Poco a poco esperan lograr que toda la sociedad se involucre.
Además de la influencia en los 192 países firmantes de la OPAQ, se espera incidir indirectamente en cuatro de los estados que no se han adherido a la convención y de los cuales no se tiene información sobre su producción de armas químicas: Sudán del Sur, Egipto, Israel y Corea del Norte.
A través de la divulgación y la educación se espera que la sociedad civil de estos países presione a sus gobiernos para cambiar esta situación.
A finales de junio de este año se tendrá la primera reunión de América Latina y el Caribe, en Paraguay, a la que asistirá el químico mexicano.
Uso actual de armas químicas
Los países firmantes de la convención ya no hacen uso de armamento químico. Pero en la actualidad ha surgido un nuevo peligro: el ejército del Estado Islámico, que ha hecho uso de cloro y gas mostaza en Siria e Irak, explica Benjamín Ruiz.
Para la OPAQ este es un problema muy fuerte, incluso jurídico, porque el Estado Islámico es un estado que no existe formalmente como tal, que ocupa un territorio que no le pertenece y que emplea armas químicas, entonces ¿a quién se puede sancionar?, se pregunta el investigador.
Una de las sospechas es que algunos miembros de este ejército y de los grupos de rebeldes formaron parte del ejército de Irak y tienen los conocimientos para fabricar armas químicas. Esta es una de las razones por las que Benjamín Ruiz opina que la estrategia de prevención es la educación y la ética, sobre todo en las personas que tienen la capacidad de fabricar las armas.
La responsabilidad de los científicos en la producción de armamento
Benjamín Ruiz opina que si un científico o investigador no quiere participar activamente en temas políticos o sociales está en su derecho, pero considera que por lo menos debe estar enterado de lo que pasa en su comunidad y en el mundo.
“El científico debe ser consciente de que no es un ente aislado, de que vive en una sociedad y es parte de ella, de que debe estar enterado para que en un momento dado no diga ‘yo no sabía lo que estaba haciendo’”.
Por ello, el químico recalca la importancia de que en las carreras de ciencia se cursen materias sociohumanísticas que traten de mostrar al estudiante su papel y responsabilidad ante la sociedad.
Fuente: CONACYT.
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