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¿Debemos pagar por leer ciencia?

Las primeras revistas científicas comenzaron a publicarse en Europa a mediados de 1600. Antes de esto, los científicos no podían beneficiarse fácilmente de los resultados de los avances de sus colegas, pues existía una «secrecía» que se daba entre la mayoría de los investigadores. Incluso grandes personajes como Isaac Newton y Galileo Galilei enviaban sus descubrimientos codificados a sus colegas y no revelaban el contenido hasta asegurarse que podrían obtener un beneficio de ellos. Esta falta de colaboración hacía el avance científico mucho más lento.

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Pero hoy en día, cuando gran parte de la ciencia se produce con dinero público —sobre todo en América Latina— y existen mecanismos para reconocer debidamente la autoría de un trabajo científico, ha nacido un movimiento internacional denominado Ciencia Abierta (conocido también como Open Science) que busca convertir la ciencia en una práctica basada en la colaboración.

Este movimiento se pregunta por qué la ciencia sigue siendo inaccesible para la mayoría de la población, y si debemos pagar por tener acceso a algo generado mediante los impuestos de los ciudadanos, refiriéndose a la necesidad de pagar por leer algunos artículos científicos publicados en las editoriales internacionales.

Hasta qué punto debe ser abierta la ciencia y las ventajas de tener una Ciencia Abierta fueron temas tratados en la mesa Ciencia abierta. Datos abiertos de investigación, presentada en el evento Entre Pares, organizado por el Consorcio Nacional de Recursos de Información Científica y Tecnológica (Conricyt).

Ciencia para pocos

Como miembro de la mesa, el doctor en física experimental Jesús Rogel Salazar afirma que comunicar la ciencia es importante, pero no solo para anunciar los logros personales, sino para ayudar a que los otros avancen o no repitan los errores pasados.

?Pero comenta que en la actualidad se publican miles de artículos científicos que requieren de un pago para ser leídos, pero además solo pueden reproducirse si se cuenta con un software secreto, por lo tanto es difícil comprobar los resultados o que la comunidad científica pueda basarse en ellos para desarrollar alguna innovación. Por lo que abrir la ciencia a la sociedad es un tema imperante.

¿Debemos pagar por leer ciencia?

El 14 de febrero de 2002, se firma en Hungría la Iniciativa Budapest para el Acceso Abierto, con la cual comienza formalmente una campaña mundial para lograr el acceso abierto a la literatura científica revisada por pares.

Desde entonces, gobiernos de todo el mundo han puesto en marcha políticas para que los ciudadanos logren acceder a artículos científicos sin necesidad de pagar por ello. Sobre todo si en el desarrollo de la investigación hubo recursos públicos involucrados.

Pero las editoriales de contenido científico se han mantenido gracias a las suscripciones que las universidades o los pagos que los individuos realizan para poder leer las publicaciones que ellas han trabajado. Por lo que hay diferencias entre los que abogan por un acceso abierto a las publicaciones y los que obtienen el sustento realizando el trabajo editorial.

Tony Roche, director editorial de grupo Emerald, empresa que se especializa en la publicación de contenido científico y de divulgación para la industria y los encargados de la política pública, presenta cómo se vive el movimiento del acceso abierto desde el punto de vista de las editoriales y las empresas que se dedican a la publicación científica.

Las editoriales como Emerald deben anticiparse a la inminente llegada del acceso abierto, como comenta el editor y maestro en estudios del clima. El ecosistema de publicación científica está cambiando y las empresas quieren seguir formando parte de él; para ello deben evolucionar a tiempo.

Tony Roche opina que en el futuro se tendrá un mercado mixto que combine el acceso abierto y el método de pagar por leer, en donde el financiamiento público apoye cierta cantidad de publicaciones, además de los nuevos modelos que se vayan generando dependiendo del origen de los recursos que financien las investigaciones científicas.

“Creemos que gracias a la colaboración con las instituciones y el gobierno generaremos soluciones correctas para hacer el acceso abierto sostenible. Además permitirá que se aproveche toda la experiencia que las editoriales hemos ganado con nuestro trabajo a través de los años”.

¿Debe el gobierno pagar a las editoriales?

Pero para el físico Jesús Rogel, que los gobiernos paguen a las editoriales es una de las formas para lograr la ciencia abierta, pero definitivamente no es ni la única ni la mejor. Existen otras opciones que permiten compartir el conocimiento y los avances en la investigación.

Con el desarrollo del Internet ahora se puede divulgar la información por medio de blogs, de sitios web, se pueden publicar borradores de los artículos o versiones modificadas, o de manera más cercana generar comunidades de investigación que se sientan libres de compartir información.

“Es importante que los científicos enganchemos a más personas a este movimiento, pero no solo a nuestros colegas investigadores, porque ellos en realidad ya saben sobre esta filosofía”, recalca Jesús Rogel.

¿Cómo lograr el acceso y la ciencia abierta? Alternativas personales

Jesús Rogel considera que la solución vendrá junto con un cambio personal en la forma de ver la ciencia. Se necesita de gente que esté convencida de los beneficios de la ciencia abierta, gente en la investigación, en la política y en la sociedad en general.

“Una manera mediante la cual podemos iniciar es hacerlo entre los colegas, dentro de la universidad hacer un Conricyt chiquito. Existe una fragmentación muy fuerte entre los científicos, incluso de la misma universidad. Es común el que yo tenga un programa, pero si los del departamento de economía no lo tienen y lo necesitan, igual no se los comparto, pues yo lo pagué de mis fondos”.

Abriéndose aún más

Pero Jesús Rogel, quien actualmente trabaja como Lead Data Scientist en IBM, aclara que la ciencia abierta es mucho más que poder leer artículos científicos gratis. La ciencia abierta se refiere a abrir el proceso de creación científica para permitir su análisis y reproducibilidad. Es decir, tener acceso a todos los datos, la metodología y el software que llevaron a la conclusión de la investigación.

Para que la ciencia se comparta de manera abierta es necesario trabajar sobre los principios que incluyen las metodologías abiertas, el código, software y hardware abierto, los datos abiertos, la revisión por pares abierta, los recursos educativos abiertos —como los cursos masivos en línea (Mooc)— y claro, como una de las partes, el acceso abierto.

La ciencia abierta puede ser usada, reproducida y distribuida por cualquiera. Esto permite verificar la reproducibilidad, acelerar la investigación, los descubrimientos y puede ayudar a identificar el fraude.

Jesús Rogel pone de ejemplo el caso de un artículo de ciencias económicas, publicado por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, en el que concluían que los países que acumulaban una deuda mayor a 90 por ciento de su producto interno bruto tendrían tasas de crecimiento muy bajas, incluso negativas.

Este artículo fue utilizado por varios gobiernos europeos para tomar decisiones de política pública, para recortar gastos sociales, que afectaron a gente real. Pero después de varias dudas que surgieron ante la comunidad científica, se pidió acceso a sus datos y a la metodología que utilizaron para obtener los resultados, y se descubrieron errores básicos en la programación del sistema que realizaba los cálculos. Esto después de que las decisiones políticas ya habían sido tomadas.

Es por ello que Jesús Rogel insiste en que la «secrecía» nunca ha sido parte de las buenas prácticas científicas, y recalca: “Por favor, por favor, por favor, piensen en la necesidad de tener datos abiertos y no solo en tener artículos gratis”. Recordando la necesidad de tener accesos al software, la metodología y los recursos educativos para lograr un avance más universal de la ciencia.

¿Por qué compartir mis datos?

Jesús Rogel opina que es necesario que se reconozcan las labores completas de los científicos y no solo se analice si han realizado publicaciones en revistas de cierto prestigio, pues esto último ocasiona que la comunidad se cierre a la posibilidad de compartir datos, software o metodología, y se acostumbre a actitudes poco cooperativas.

Tony Roche comenta que, según un estudio realizado por la empresa, los autores que mandan sus artículos a Emerald no manifiestan haber tenido presión alguna por publicar sus datos en formato abierto, y muy pocos manifiestan la intención de hacerlo.

Afortunadamente la ciencia abierta ya es parte de la agenda de los gobiernos y es considerada como necesaria por muchos organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), concuerdan Jesús Rogel y Tony Roche. Esto ocasionará que en algún momento se encuentren soluciones sostenibles para generarla.

El caso del repositorio nacional de México

En México, desde mayo de 2014 se han iniciado esfuerzos para lograr avanzar hacia la ciencia abierta. Fue en esta fecha cuando se establece, por mandato de ley, desarrollar estrategias nacionales para lograr un mayor acceso a las publicaciones financiadas científicas —mediante el Conricyt—, generar repositorios de calidad y lograr la difusión pública de la ciencia, señala el director adjunto de Planeación y Evaluación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Víctor Gerardo Carreón Rodríguez.

En el encuentro Entre Pares 2016, explicó cómo los repositorios institucionales y el repositorio nacional tienen como objetivo alentar a los científicos a que compartan sus publicaciones, ya sean artículos, libros, tesis y demás documentos.

Tener esta información disponible para los investigadores mexicanos permitirá acortar el tiempo de espera necesario para enterarse de avances y desarrollos científicos, lo cual resultará en una mayor socialización de la ciencia, la generación de redes de investigación y la vinculación con la sociedad.

Este es un primer paso para seguir hacia la publicación de bases de datos y otros elementos de la ciencia abierta, comenta el doctor en economía. El trabajo debe continuar, pues aún falta por resolver algunos detalles, como la metodología y la tecnología necesaria para compartir bases de datos, o generar incentivos adecuados para que los científicos compartan sus conocimientos.

Tanto Víctor Carreón como Jesús Rogel consideran que es necesario generar una cultura de la ciencia abierta, pues introducir información a los repositorios o compartir datos y software no es un requisito obligatorio.

Fuente: CONACYT.

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