“¿Qué quieres ser cuando seas grande?” es una de las preguntas obligadas para niños y jóvenes. En el caso de Ramón Alexander Villa y Álvarez, la respuesta no tarda en llegar: “Quiero ser científico”.
Estudiante de preparatoria, descubrió su vocación a temprana edad motivado por la experiencia que vivió en el Centro de Investigaciones Costeras La Mancha en Veracruz, al participar en la séptima edición del programa Fomento al Interés por la Carrera Científica y Tecnológica en Niños y Jóvenes, organizado por el Instituto de Ecología (Inecol).
Las constantes visitas que hacía acompañado de sus padres al Jardín Botánico Francisco Javier Clavijero, despertaron su curiosidad por entender los procesos que ocurren en la naturaleza. A raíz de su participación en el programa que pretende ser un semillero de científicos mexicanos que aspiren al Premio Nobel, confirmó su deseo por estudiar una carrera vinculada a la biología y a la química.
Este joven de 16 años se muestra entusiasta al conversar con la Agencia Informativa Conacyt, dice que su mayor pasatiempo es recorrer los senderos del bosque mesófilo de montaña que inunda el territorio de Xalapa y que concentra una de las más importantes colecciones de la biodiversidad de México, entre ellas, ensambles de plantas, animales y hongos que son vitales para el funcionamiento del ecosistema y que, además, provee bienes y servicios ambientales, según deja de manifiesto la doctora Guadalupe Williams Linera en el artículo El bosque mesófilo de montaña, veinte años de investigación ecológica ¿qué hemos hecho y hacia dónde vamos?
Y cómo no maravillarse con la exuberante vegetación de la cuenca del río Balsas que ha florecido producto del clima húmedo de altura de la región, y que a primera vista ofrece una fotografía de la diversidad de especies: altas y frondosas, bajas y delgadas, en amplia paleta de tonalidades verdes.
En ese entorno ha crecido Ramón Alexander, quien —a diferencia de los chicos de su edad que deambulan en plazas comerciales— prefiere invertir su tiempo en la observación de insectos y aves.
Más científicos para México
A la fecha, 427 estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria de la ciudad de Xalapa y municipios cercanos y otros no tanto, como Zongolica, Veracruz y Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, han participado en el programa Fomento al Interés por la Carrera Científica y Tecnológica en Niños y Jóvenes, que tiene como objetivo despertar vocaciones científicas desde la infancia.
Durante siete años consecutivos, estos jóvenes provenientes de escuelas públicas y privadas han ejecutado 314 proyectos de investigación apoyados por académicos y técnicos del Instituto de Ecología.
El director general del Inecol, Martín Aluja Schuneman Hofer, es el autor intelectual y material de esta actividad, pues dice estar seguro que la inversión en tiempo y recursos que se haga en estas generaciones rendirá importantes frutos en un futuro cercano.
Y es que en México es común la idea de que los científicos “son personas raras y aburridas”; de hecho, esta profesión no sobresale en los indicadores, pues por cada mil habitantes solo 0.9 por ciento se dedica a actividades científicas y tecnológicas, una cifra que está muy por debajo de países como Argentina, que tiene 2.5 personas por cada mil habitantes, según se reconoce en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti).
Las naciones que presentan mejor desempeño económico y de bienestar social, lo deben a la inversión que hacen en ciencia y tecnología, tanto del sector público como del privado. De ahí que —considera Aluja Schuneman Hofer— México requiera al menos un millón de científicos y tecnólogos para transformarse en una potencia; y para lograrlo, es indispensable comenzar a formar talentos a temprana edad.
En 2010, el director de la institución propuso ofrecer espacios a la sociedad para acercarla al conocimiento científico, tecnológico y humanístico. Fue así que nació este programa pionero en su tipo en el país para estimular la curiosidad por la ciencia entre niños y jóvenes, a través de prácticas experimentales de la mano de los propios investigadores.
Lo que se busca —dice Andrea Farías Escalera, coordinadora del programa— es fortalecer la inquietud de los niños para conocer el mundo a través de experiencias de aprendizaje para que se formen una idea organizada de los procesos de generación de conocimiento científico-tecnológico.
“Se persigue dotar a los niños de un vocabulario básico para avanzar en la construcción de un lenguaje científico con sentido, así como desarrollar su capacidad para interpretar y representar fenómenos y procesos naturales”, explica.
Con estas actividades se pretende promover en las generaciones la elección de carreras científicas, especialmente de las áreas en ciencias naturales y, a la vez, incorporar una masa crítica de jóvenes calificados para las profesiones científicas-tecnológicas en el país.
Experiencia para toda la vida
El Centro de Investigaciones Costeras La Mancha se ubica en el municipio de Actopan, Veracruz; es una estación de campo y una Reserva Privada de Conservación del Inecol. Comprende varios tipos de vegetación de selva mediana y sabana, en tanto que en su territorio hay dunas, humedales y pastizales, así como una laguna de agua dulce. Por ser un ecosistema lagunar-estuarino, propicia la reproducción, crianza, alimentación y refugio de especies acuáticas, terrestres y aéreas.
Ramón Alexander Villa y Álvarez vivió ahí la experiencia que, asegura, marcó su vida. Con el proyecto “Tour de interacciones ecológicas”, bajo la asesoría de Michelle Ramos Robles y Jonás Morales, estudiantes de posgrado en el Inecol, descubrió la forma en que cohabitan especies animales y vegetales en La Mancha, analizando las relaciones planta-insecto, aves-planta, aves-aves. Mientras que mediante el uso de la tecnología presente en los laboratorios del Clúster BioMimic, observó las interacciones planta-planta a nivel celular..
El proyecto, diseñado por Michelle Ramos Robles, fue particular a los demás que se aplicaron en la séptima edición del programa debido a que fue el único que realizó trabajo de campo fuera de las instalaciones del centro de investigación. Tuvo el propósito de que durante tres días, el joven estudiante tuviera una visión integral del método científico y su aplicación en el estudio de las interacciones en el territorio.
Con el trabajo de campo realizó avistamiento de aves, pudo observar el proceso de polinización de visitantes florales, las interacciones con hormigas y aves en el área de las dunas; en la selva mediana pudo conocer la interacción que tienen planta-planta, mientras que en la laguna instaló redes de niebla para observar aves y murciélagos, así como cámaras trampa para identificar mamíferos no voladores.
“Dentro de la enorme gama de conocimientos que logré aprender, lo que más impacto tuvo en mi manera de pensar fue el hecho de que cada individuo es único; las plantas y otros seres vivos como los insectos, mamíferos, aves, reptiles y todo tipo de animales, tienen una relación entre sí, interactúan día con día, se adaptan y desarrollan habilidades y formas de subsistir para así ganarle a la extinción”, relata Ramón Alexander en su informe del proyecto.
Una interacción que sorprendió a este alumno del Instituto Francisco Xavier Alegre fue entre la Acacia y las hormigas, que tras el proceso de evolución este árbol desarrolló un modelo para que los insectos vivan dentro de sus espinas huecas, ofreciendo aberturas para que puedan entrar y salir. Estos diminutos huéspedes lo protegen de cualquier tipo de agente que pueda dañarlo.
“La importancia de las interacciones es enorme, se han desarrollado relaciones tan estrechas entre seres que no pueden sobrevivir el uno sin el otro, o casos en donde si una especie deja de tener presencia en un ecosistema, otras mueren porque no solo se afecta la cadena alimenticia, sino que se generan problemas en la crianza, alimentación y reproducción de otras especies”, reflexiona.
Ver al mundo de forma diferente
Para Ramón Alexander esta experiencia marcó su vida, porque no solo confirmó su vocación profesional sino que le permitió ver desde otra perspectiva el mundo que lo rodea.
“Este año ha sido un cambio completo para mí al poder ver el mundo de una forma diferente, porque en muchas ocasiones no ponemos atención suficiente al entorno, estemos en nuestra casa, escuela o trabajo. El mundo es inmensamente grande, solo hay que tener el interés y darnos el tiempo para descubrirlo”, dice.
Por ello, hace un llamado a los jóvenes que como él tengan interés en la ciencia, a que persigan sus sueños y se involucren en actividades relacionadas con su pasión, porque “hay muchas oportunidades, solo hay que buscarlas y participar”.
A partir del vínculo que estrechó con el Inecol, se ha involucrado en diversas actividades de divulgación científica, por ejemplo formó parte de las actividades de la XXIII Semana Nacional de Ciencia y Tecnología en la Ciudad de México, exponiendo el impacto del cambio climático en las interacciones entre los habitantes de los distintos ecosistemas en el planeta.
El impacto que el programa tuvo en Ramón Alexander Villa es evidente. La pregunta “¿qué quieres ser cuando seas grande?” resulta inútil cuando se le puede ver analizando las especies en el Jardín Botánico del Inecol, involucrándose en las actividades relacionadas con la divulgación de la ciencia o investigando todo aquello que le provoca curiosidad.
Fuente: CONACYT.
IMPORTANTE:
Sí: El usuario podrá preguntar, felicitar, realizar críticas constructivas y/o contribuir con opiniones relevantes en el campo de la ingeniería e infraestructura.
No: Molestar, intimidar o acosar de ninguna manera.Tampoco utilizará el espacio para la promoción de productos o servicios comerciales, así como de cualquier actividad que pueda ser calificada como SPAM.
Para saber más consulta los Términos de Uso de INGENET.