En la Universidad de Colima (Ucol), las investigadoras Claudia Marcela Prado Meza, Cristina Tapia Muro y Georgina Aimé Tapia González llevaron a cabo el estudio denominado Retos de las investigadoras de la Universidad de Colima en el Sistema Nacional de Investigadores, con la finalidad de contribuir a generar condiciones más equitativas para el desarrollo profesional.
En dicho estudio analizaron la compleja situación que enfrentan las científicas en la actualidad, ya que a pesar de que ha ido aumentando su participación en las instituciones de educación superior, el reconocimiento de sus contribuciones es inequitativo y encuentran diferentes techos de cristal para acceder a puestos de mayor prestigio.
“Nos dimos a la tarea de recopilar las opiniones de las profesoras de la Ucol, que pertenecían al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en el 2015”, explicó la doctora en ciencias económico-administrativas, con especialidad en políticas públicas, Cristina Tapia Muro.
La profesora investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, nivel candidato en el SNI, mencionó que les interesaba saber cuáles eran las principales dificultades o retos para ingresar al SNI, permanecer y tener una promoción dentro del sistema, buscando especialmente comprender el rol de género en esta dinámica.
“Sobre todo nos interesaba, más que los retos en general, cuáles son los desafíos que plantea nuestra condición de género, es decir, por el hecho de ser mujeres qué aspectos obstaculizan nuestro desarrollo profesional y para eso recurrimos a nuestras colegas y su percepción y sus experiencias”, indicó.
De acuerdo con su tipo de nombramiento, 85.5 por ciento de los investigadores que forman parte del SNI en la Ucol son profesores de tiempo completo; 4.7 por ciento son catedráticos Conacyt; 7.8 por ciento son profesores por horas, y dos por ciento son profesores realizando una estancia posdoctoral en la institución.
Según el nivel en el SNI, 50 son candidatos, lo que representa 26 por ciento; 112 son nivel I, es decir, 58 por ciento de los profesores investigadores de la Ucol que pertenecen al SNI, y 24 son nivel II, lo que significa 12.4 por ciento; mientras que siete ostentan el nivel III, lo que representa el 3.6 por ciento.
El SNI es reconocido por las encuestadas como una distinción de prestigio y reconocimiento académico y la percepción en cuanto a equidad en el diseño y funcionamiento de dicho sistema es diverso, ya que la mayor parte de las investigadoras encuestadas, 57 por ciento, considera que el programa ofrece igualdad de oportunidades para la participación tanto de hombres como de mujeres. En contraste, una cuarta parte señaló lo contrario.
Entre los factores que han contribuido a incrementar la participación de las mujeres en las ciencias, se encuentran el reconocimiento de la producción científica de las mujeres, la presencia de científicas transgresoras que han abierto caminos inéditos en diversas disciplinas y la posibilidad de armonizar la vida familiar con el ejercicio de la profesión.
Metodología
Las autoras explicaron que la investigación con perspectiva de género se abordó a partir del enfoque cuantitativo y cualitativo, por ello se emplearon encuestas enviadas por medio de la red de correos de la Ucol a las profesoras de tiempo completo de la institución de educación superior que formaban parte del SNI, teniendo una tasa de respuesta superior a 50 por ciento.
“Los resultados demostraron que la academia no se escapa de los roles y de los estereotipos de género que se siguen generando y reproduciendo algunas veces, y en muchas de las ocasiones las dificultades tienen que ver con las tareas tradicionales que se asocian a los sexos y la manera en que las mujeres tratamos de integrar esas tareas”, afirmó Tapia Muro.
De las encuestadas, 60.7 por ciento se ubicaba en ese periodo en el nivel I del SNI; 25 por ciento era candidata y 14.3 por ciento pertenecía al nivel II.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, la doctora en agricultura sustentable Claudia Marcela Prado Meza, nivel I en el SNI, señaló que la investigación expuso que entre los principales retos enfrentados para su inclusión en el SNI predomina la cantidad de producción que exige el sistema, la obtención del máximo grado de habilitación, el nivel de apoyo institucional y la necesidad de combinar las actividades académicas con otras de índole doméstica o con la maternidad.
Como parte de las conclusiones, Prado Meza señaló que los testimonios de las universitarias adscritas al SNI muestran la vigencia de los roles tradicionales de género dentro del ámbito académico, tanto de aquellas que ingresaron recientemente hasta las que han alcanzado los niveles más altos, ya que reconocen la dificultad para conciliar las tareas de cuidado de hijas e hijos, padres y las actividades domésticas con las exigencias a las que se enfrentan como investigadoras.
Asimismo, de acuerdo con la percepción de las participantes, las actividades de gestión se concentran predominantemente en las mujeres, obstaculizando su producción académica.
En 2013, la Ley de Ciencia y Tecnología agregó una modificación referente a la importancia de incorporar la perspectiva de género y potenciar la igualdad entre mujeres y varones en todos los ámbitos del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, recordó.
A pesar de los avances en esta materia, una revisión de las cifras desagregadas por sexo sobre el porcentaje de personas dedicadas a la investigación, la participación en puestos de toma de decisiones, los premios recibidos y los niveles alcanzados en el SNI, revela que es necesario seguir trabajando para lograr la igualdad entre mujeres y hombres, expuso la investigadora.
La doctora en filosofía Georgina Aimé Tapia González, nivel I en el SNI, mencionó que el reto es conciliar las diversas tareas que implica el trabajo académico, la gestión y la docencia en un contexto marcado por la inequidad de género.
“Las múltiples tareas fragmentadas que implica la vida universitaria actual dificultan la concentración necesaria para realizar trabajo de investigación”, sostuvo la profesora investigadora de la Facultad de Pedagogía.
Fuente: CONACYT.
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