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Roberto Parra Saldívar, excelencia en biotecnología

El doctor Roberto Parra Saldívar es nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), pertenece a la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), es director del grupo de biotecnología sustentable aplicada del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y actualmente realiza un año sabático en la Universidad de Harvard.

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Su motivación por la investigación surgió al conocer a sus mentores, los doctores Francisco Bolívar Zapata, Agustín López Munguía y Rodolfo Quintero Ramírez.

“Desde pequeño supe que me gustaba la investigación, pero cuando acudí a algunos seminarios a la UNAM y encontré a esos investigadores tan reconocidos, con perfiles impresionantes, me interesó aún más. Me esforcé para hacer investigación como ellos, que para mí son líderes de la alta investigación que hay en México. Siempre serán mis ejemplos a seguir”, comentó.

Fue una de las conferencias del doctor Francisco Bolívar Zapata la que lo impresionó e impulsó para seguir en el área de la investigación. Se trataba del programa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Cartera a la Investigación, que acercaba a los estudiantes a conferencias de investigadores de muy alto nivel.

“A partir de eso me enamoré de la ciencia, de la forma en cómo se trabaja en la investigación”, expresó.

El área de trabajo de Parra Saldívar es diversa. Es ingeniero bioquímico, con maestría en ciencia y tecnología en alimentos, doctorado en biotecnología y posdoctorado en medio ambiente. Actualmente, con apoyo del Tec de Monterrey participa en un año sabático en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), de la Universidad de Harvard.

Cursó el doctorado en la Universidad de Cranfield, en Reino Unido; ahí trabajó en un proyecto sobre producción a mayor escala en reactores para la obtención de compuestos y metabolitos de la industria farmacéutica.

“Estuve trabajando con proyectos que tenían que ver con la farmacéutica inglesa GlaxoSmithKline, en la producción de compuestos que permiten reducir el colesterol en sangre y con la producción de enzimas transgénicas en hongos para producirlas en gran escala”, explicó.

Después del doctorado logró una plaza de investigador en Europa y recibió un contrato en Londres para trabajar en el proyecto llamado SP7, un proyecto de gran escala, con más de 21 socios entre universidades, centros de investigación e industria.

“Ahí desarrollé proyectos orientados hacia la industria y también tuve mucha experiencia coordinando proyectos grandes, que se dividen en varios núcleos. El núcleo de escalamiento estaba bajo mi supervisión, entonces me encargué de la parte de escalamiento, la parte de producción de enzimas, porque el proyecto se llamó Shofied, que es un proyecto dedicado al desarrollo de enzimas para la generación de nuevos colorantes para la industria textil”, dijo.

El proyecto logró colaboraciones con centros de investigación de universidades en Polonia, Reino Unido, Irlanda, Italia, Francia, Turquía y Portugal, esto daría al investigador una visión clara de cómo trabajar en vinculación con proyectos internacionales, con financiamientos de hasta 10 millones de euros.

Una larga lista de proyectos

El investigador considera que Shofied es uno de los proyectos que marcó su carrera. Aprendió a desarrollar proyectos multidisciplinarios con la colaboración de diversas universidades en Europa. Otro proyecto, de GlaxoSmithKline, consistió en desarrollar nuevos procesos para la producción de compuestos de alto valor para la industria farmacéutica.

“El proyecto de producción de compuestos para reducir el colesterol en sangre fue justamente el desarrollo de un nuevo reactor para la producción de este compuesto que yo mismo diseñé con microorganismos inmovilizados para producir escualestatinas, compuestos que estuve produciendo, además de linfocinas, como un proyecto de doctorado”, recordó.

Desarrolló el proyecto de 2001 a 2004. Posteriormente, realizó el posdoctorado y el proyecto de producción de enzimas para la generación de nuevos colorantes para la industria textil, de 2004 a 2005, 2005 a 2008. Más tarde regresó al Tec de Monterrey donde surgieron nuevos proyectos con resultados positivos para la industria, el desarrollo tecnológico, la formación de estudiantes.

“A partir de que regresé en 2009, y a la fecha, he tenido más de 30 proyectos nacionales e internacionales. Hemos tenido proyectos del Programa de Estímulos a la Innovación (PEI) del Conacyt y binacionales que han sido de muy alto valor. También hemos tenido proyectos con empresas. Ha sido un abanico de posibilidades”, dijo.

Entre esos proyectos destaca la producción de ácidos grasos de microalgas y omega 3, que se obtiene generalmente de los peces. Propuso que no se trataba de la forma más sostenible de obtener ácidos grasos.

“Hemos estado trabajando en proyectos con Biomex, empresa en Guadalajara. Hemos desarrollado proyectos con ellos para la producción de ácidos grasos, omegas 3, antioxidantes”, dijo.

El investigador cuenta con más de 100 artículos publicados, 85 indizados y mil 200 citas; también ha participado como supervisor de siete estudiantes de doctorado y 25 de maestría.

Un chip innovador

Actualmente Parra Saldívar realiza un año sabático en el MIT, en la Universidad de Harvard. Ahí participa en un proyecto-convenio del Tec de Monterrey para el desarrollo de un sistema de órganos de skin-on-a-chip. Busca el diseño de un chip que evalúe el sistema celular de la piel sin necesidad de exponer a un paciente.

“Solamente 30 por ciento de las prescripciones médicas funciona para tratar un padecimiento. Un 60 o 70 por ciento no produce el efecto deseado o produce un efecto adverso. En algunos casos este riesgo adverso puede causar daños severos a la salud”, comentó.

Añadió que el proyecto plantea que a futuro el sistema permita evaluar padecimientos sin necesidad de exponer a un paciente.

“Que podamos contar con todos los órganos del cuerpo en un chip, y que este pueda ser expuesto a la aplicación de dosis de cierto tratamiento y, sin exponerte a este tratamiento, verías las respuestas de las células ante este. Otra ventaja es que el sistema permite no probarlo con animales. En lugar de hacer pruebas con miles de ratones o conejos, se hace con los chips y ya no exponemos a ningún animal a estos tratamientos”, expuso.

El proyecto involucra a tres jóvenes mexicanos, entre ellos al sinaloense y becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Humberto Ramírez Leyva, y las estudiantes del Tec de Monterrey Érica López y Carolina.

Fuente: CONACYT.

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