BITÁCORA

Hace 2 millones de años en Jalisco…

A diferencia de lo que se podría pensar cuando se habla de la Edad de Hielo, durante el Pleistoceno, en Jalisco no hubo hielo perpetuo. Durante esa era, que va de hace 2.5 millones hasta hace 10 mil años, sí hubo épocas más frías, la temperatura era dos o tres grados Celsius menor a la actual, pero los valles eran bastante parecidos a los de hoy en día, con grandes extensiones de pastizales y matorrales. Lo que sí era diferente era la fauna, en especial la megafauna.

En las llanuras del estado habitaban antílopes, elefantes, tigres dientes de sable, camellos, perezosos gigantes y otros mamíferos que hoy se considerarían enormes; una fauna mucho más parecida a la que existe hoy en África, explica el biólogo Ricardo Aguilar.

Ricardo Aguilar es curador del Museo de Paleontología de Guadalajara Federico A. Solórzano Barreto, donde se exhiben 520 piezas y se resguardan más de 10 mil, entre las que se encuentran fragmentos fósiles de mamut, caballo, puma y otras especies de la megafauna del Pleistoceno.

El museo busca acercar a sus visitantes a la paleontología mostrándoles cómo era el estado de Jalisco desde hace dos millones hasta hace diez mil años y cómo es que se estudia ese pasado remoto. Pero también cuenta con un equipo de investigación que ha comenzado a realizar trabajos y colaboraciones científicas para ampliar los conocimientos que se tienen sobre los organismos que habitaron la región.

La notable extinción de la megafauna en América

Las estrellas del museo son los fósiles de la megafauna del Pleistoceno; animales enormes, como el mamut, que vivieron en aquella época pero que desaparecieron casi por completo del continente americano.

De hecho, los animales más grandes que se tienen hoy en América, y que todavía se consideran megafauna, es el wapití, el bisonte, el tapir y unos pocos más, comenta Ricardo Aguilar.

Según el capítulo La diversidad en el pasado, del libro Capital natural de México, al menos 61 especies de mamíferos, que pesaban más de 100 kilogramos, vivieron en México durante el Pleistoceno. Pero en el presente solo cuatro especies de gran tamaño habitan el país: el berrendo (Antilocapra americana), el venado bura (Odocoileus hemionus), el venado cola blanca (O. virginianus) y el borrego cimarrón (Ovis canadensis).

Los mastodontes americanos, los gonfoterios, los perezosos gigantes y los mamuts, que llegaron a pesar más de una tonelada, se extinguieron, así como también las cinco especies de caballos (familia Equidae), las ocho especies de camellos (familia Camelidae), los gliptodontes y la mayoría de los antílopes (familia Antilocapridae).

Y aunque muchas especies representantes del Pleistoceno, como ciervos, tapires y jaguares, existen hoy en día, esos grandes animales, los megaherbívoros, desaparecieron completamente en América, algo que no pasó en otros continentes, señala Ricardo Aguilar.

¿Qué o quién provocó la extinción?

Para la extinción de la megafauna del Pleistoceno, se ha propuesto como causa el cambio climático. Pero estos cambios no ocurren en una sola parte del globo terráqueo y aunque hubo especies de la megafauna que se extinguieron en todo el mundo, en ningún lugar como en América, indica el curador del museo.

Otras hipótesis dicen que fue la llegada del ser humano a América lo que ocasionó la desaparición de los grandes herbívoros. Estos eventos coinciden en el tiempo, pero Ricardo Aguilar considera que en aquel entonces el humano no tenía la capacidad destructiva con que cuenta ahora y es muy aventurado aceptar que sea el único causante.

Por otro lado, está el supuesto de que los patógenos que el humano llevó al nuevo continente pudieron haber mermado las poblaciones de los grandes animales.

“Lo que pasa con las extinciones es que hay un historial de sensacionalismo, siempre se exagera una extinción cuando se le quiere atribuir a un solo factor en el pasado. Pero en realidad nunca hay un solo causal de extinción, posiblemente todas la extinciones sean multifactoriales”.

Área de investigación

Durante la primera década de operación del Museo de Paleontología de Guadalajara, la mayor de las labores fue de limpieza, consolidación, restauración ?y catalogación de la colección reunida por Federico Solórzano. Los integrantes del museo en muy pocas ocasiones pudieron salir al campo o realizar investigación, pues tuvieron que lidiar con una enorme cantidad de objetos que no formaban todavía una colección científica.

“Le llamamos colección a algo que contiene una cantidad enorme de objetos. Pero una colección científica requiere de una investigación para poder nombrar, ubicar en el tiempo y dar identidad a los objetos. El ingeniero Solórzano tenía una gran cantidad de material, pero no conformaba una colección científica como tal. En la actualidad seguimos catalogando en un porcentaje básico, pero ya comenzamos a realizar investigación de los restos, investigación a fondo que nos permita hacer publicaciones”.

El equipo de investigación del museo, que está conformado por dos biólogos y se apoya de alrededor de 10 estudiantes, hace de todo, “la curación completa, desde ir al campo hasta realizar las publicaciones”.

Al ser un equipo de trabajo muy pequeño, los investigadores del museo buscan colaboraciones con diferentes instituciones nacionales e internacionales, y ponen a disposición de los interesados diferentes piezas de la colección.

Investigación paleontológica

Una vez que se tiene un fósil, los investigadores tienen que asegurarse que la pieza tiene la resistencia necesaria para ser manipulada durante su estudio. Si está en buenas condiciones, no es necesario hacerle nada, pero si no, hay que proceder a la consolidación y la restauración.

Si la pieza ha sido restaurada o es adecuada para la manipulación, los científicos comienzan a estudiarla para responder una primera etapa de preguntas básicas: a qué grupo de seres vivos pertenece, cuándo vivió y dónde vivió.

“Pero como en toda investigación, mientras vas respondiendo preguntas, van surgiendo nuevas dudas, y a veces depende de tu pericia y capacidad de observación encontrar una variación, una patología, algo específico que no se había encontrado o que nadie más ha publicado (…) Ahí comienza la investigación profunda”, explica Ricardo Aguilar.

El Museo de Paleontología de Guadalajara ha realizado colaboraciones con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Heidelberg, en Alemania, con los que han trabajado aspectos de poblamiento temprano y paleontología de cocodrilos.

Al depender del Ayuntamiento de Guadalajara, el equipo de investigación trabaja con poco presupuesto y depende de las colaboraciones para realizar estudios profundos que incluyan dataciones y análisis moleculares. Ricardo Aguilar espera que este trabajo conjunto les permita realizar diferentes publicaciones en revistas científicas internacionales a partir de este año y mostrar que no solo los dinosaurios tienen mucho que decir.

Educación y divulgación. Las salas del museo

El Museo de Paleontología de Guadalajara tiene siete salas permanentes. En la primera se habla de Jalisco en el universo y viene seguida por una sala que explica la ciencia de la paleontología. La tercera sala presenta los fósiles como fuentes de información, para proseguir con la exhibición de fósiles de diferentes municipios del estado de Jalisco.

La quinta sala ha sido remodelada recientemente y contiene una simulación de excavación paleontológica; en ella se representan cuatro etapas geológicas que tienen registro fósil en el estado de Jalisco: una del Cretácico, otra del Neógeno y dos del Cuaternario.

La sexta sala está dedicada al hombre precerámico y muestra fósiles humanos y piezas fósiles trabajadas por los primeros pobladores humanos del continente, detalla Isabel Orendain, directora del museo.

Por último, la sala siete está reservada al gonfoterio del lago, que exhibe la réplica de un gonfoterio que se rescató prácticamente completo del lago de Chapala en el 2000. En esta sala se comenzó el proyecto “Paleoalgoritmo, realidad aumentada”, en el que los visitantes pueden apreciar fotografías del rescate de la pieza.

El museo está planeando una renovación del espacio, comenta la directora Isabel Orendain, quien espera que este año puedan incorporar diferentes materiales de la colección del ingeniero Solórzano que se han ido trabajando con el tiempo.

Fuente: CONACYT.

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