La tecnología debe aplicarse en las aulas, dice convencida Ana Xóchitl Castañeda Salcedo, quien trabajó en el desarrollo de un modelo curricular para aplicarse en la educación básica, todo bajo la perspectiva de “hacer para aprender”. Ahora busca enlazar a los educadores que trabajan con esta modalidad para fortalecer la filosofía de los llamados movimientos maker: compartir el conocimiento.
Este modelo busca fomentar que la educación se apoye de espacios para motivar la creatividad con actividades que impliquen conocer herramientas para resolver problemáticas a través de disciplinas como la robótica, la programación o la electrónica, y que estas actividades sean complementarias al currículo de la educación básica.
A raíz del éxito observado con la aplicación de este modelo entre la comunidad estudiantil de una institución, Ana Xóchitl buscó compartir la experiencia, por lo que trabaja en el desarrollo de una comunidad de educadores que usan este método de enseñanza en todo el país para fomentar el intercambio de estrategias educativas.
Ana Xóchitl relata que este procedimiento fue aplicado con éxito en una escuela privada de Ciudad de México, el Colegio Hebreo Maguen David, donde el proyecto inició desde cero. “Es este cruce entre lo académico y lo digital, y es aterrizarlo en conocimientos más allá que el currículo nos impone en los marcos de la enseñanza”, detalla.
Para concretar estas estrategias en la institución, Ana Xóchitl se basó en un principio en las investigaciones del filósofo argentino Alejandro Piscitelli, a quien tomó como influencia para trabajar en el estudio del movimiento de los makerspace y los hackerspace; posteriormente, trabajó con él para retomar ideas que pudieran usarse en la educación superior y básica, y de ahí surgieron las primeras estrategias que se aplicarían en el colegio.
Aunque el trabajo de la docente fue aplicado en 2015, cuando estos espacios eran recientes, y a pesar de que eran pioneros en la materia, al mismo tiempo surgieron otros movimientos en México que buscaban explotar este modelo; sin embargo, no contaban con los conocimientos suficientes para complementar los proyectos.
Por ello, Ana Xóchitl planteó la integración de la Red de Educadores Maker, para fomentar la vinculación entre profesionales que desearan conocer más sobre la manera de aterrizar estos procedimientos. Gracias a esta estrategia, docentes de otros estados se han acercado para compartir y adquirir conocimientos que fueran útiles en los nuevos modelos educativos.
“Nosotros lo nombramos Red de Educación Maker porque no había otra intención más que esa. Convocamos a todos los colegios e instituciones interesados en nuestro espacio. En esos momentos, Papalote Museo del Niño estaba en un proceso de reconstrucción y ya estaba construyendo su espacio maker. Las referencias estadounidenses y europeas sobre estos espacios ya se estaban permeando en toda la república, pero éramos esfuerzos desvinculados y no aterrizábamos porque era difícil conocer el concepto antes de adentrarse”.
La estrategia que se aplicó en el colegio tenía como eje el desarrollo de actividades en diferentes espacios, entre ellos E-tools, con dispositivos uno a uno para que los niños pudieran experimentar el aprendizaje a su manera; MediaLab, donde se fomenta la creatividad y la comunicación a través del acceso a la información.
También Arquitecturas del Aprendizaje, con el fin de aprender sobre la funcionalidad de los espacios y la importancia de ellos en el desarrollo de actividades, y el Makerspace, el lugar de creación con herramientas de carpintería, electrónica o ingeniería, que era el favorito de los estudiantes, agrega Ana Xóchitl, y asegura que la educación en estos niños los podría convertir en personas con más capacidades para el desarrollo de sus actividades.
“Va a llegar un momento en que los ahora niños van a exceder las capacidades que ya se requieren para entrar en el ámbito profesional y empezarán a ser emprendedores”.
Al igual que con la red, Ana Xóchitl señala que desde la institución donde se aplicaron estas estrategias se buscaba no limitar el acceso a la información y quitar el espíritu de compartir conocimientos, por lo que se optó por institucionalmente dejar abiertas las puertas a otras personas que estuvieran trabajando en proyectos educativos similares y así compartir las ideas.
“En nuestra red somos casi 500 personas registradas, y te puedo asegurar que esos casi 500 sí están haciendo cosas en este mundo y más de uno puede saber las respuestas a algo que puedan preguntar”.
Aprender construyendo
El movimiento maker es una expresión que inició en Estados Unidos desde 1990. Esta filosofía busca que los curiosos conozcan cómo están construidos los objetos y así aprendan el funcionamiento de ellos, pero que también adquieran y aprendan las habilidades para crear o reparar dispositivos al estilo de “hágalo usted mismo”.
Este procedimiento puede aplicarse en la educación básica, sostiene Ana Xóchitl Castañeda, quien comparte que en el colegio donde implementó esta estrategia se registró una buena recepción de los espacios makers. Además, relata que estos espacios también ayudaron a mejorar el comportamiento de los niños con problemas de conducta.
“Los makerspaces surgen como una necesidad de integrar estos dos mundos: en analógico y el digital, para empezar a crear cosas de lo que tú o yo seamos expertos”, señala.
Luego de estudiar la maestría en ciencias de la educación, Ana Xóchitl trabajó en la búsqueda de elementos de este movimiento para retomarlos y aplicarlos en la educación básica. Como referencia, se apoyó en ejemplos de éxito de Estados Unidos, donde, señala, este tipo de estrategias empezaron a implementarse entre 2006 y 2008.
Posteriormente, Ana Xóchitl, quien es capacitadora para educadores en estos temas, mostró la referencia a otros docentes y padres de familia de la escuela donde aplicó estas estrategias, quienes dieron su opinión de en qué querían que se convirtiera la escuela.
Ana Xóchitl Castañeda menciona que esta parte del proyecto fue “divertida y ambiciosa”, lo que derivó en un modelo denominado Cultura Digital, que se implementó a través de los llamados dispositivos de cambio, entre ellos el espacio maker.
Esta docente y psicóloga, quien ha trabajado como maestra en universidades como la de Guadalajara (UdeG) o del Valle de Atemajac (Univa), es una ferviente impulsora del movimiento maker y su aplicación en la educación y cree que el uso de estos espacios y estrategias detonan en el alumno un pensamiento que aborda una perspectiva más amplia.
“La educación tendría que dar las herramientas a los jóvenes para poder entender el mundo de esta manera transdisciplinar, creo que la educación básica con modelos como makerspaces insertados en las escuelas permite al alumno esta posibilidad, pero es en la universidad en donde en verdad tienen que profundizar estos conocimientos en aquellas áreas que sean de su interés y poder lograr conectarlos”.
Fuente: CONACYT.
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