En octubre del año pasado, fue publicado en línea un ambicioso proyecto lingüístico: Diccionario multidialectal del tseltal. Su principal responsable, el doctor Gilles Polian, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), pretende así contribuir “a que esta lengua siga viva y floreciendo en las próximas décadas y siglos”.
El tseltal es el segundo idioma con mayor número de hablantes en Chiapas, después del español. Según datos de la Encuesta Intercensal 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), hay al menos 556 mil 720 mexicanos mayores de tres años que se reconocen como hablantes de esa lengua maya. Por eso, considera el doctor Polian en el diccionario, “no se trata de un idioma inmediatamente amenazado”. Sin embargo, aclara, eso no quiere decir que no pueda caer en desuso en un futuro tal vez no tan lejano.
Lenguas desplazadas
De acuerdo con el Informe de pobreza en México 2014 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), siete de cada 10 personas indígenas del país son pobres y tres de cada 10, entre ellas, viven en condiciones de pobreza extrema. Por eso no extraña que una de las formas en que la población indígena busca aliviar su situación de pobreza —y en determinados casos, incluso huir de alguna forma de violencia— sea la migración.
A esos factores hay que sumar un fenómeno extra: el desplazamiento de la lengua materna por la presión del español. Porque la escuela, el trabajo, los medios de comunicación y buena parte de la socialización de los pueblos indígenas son mediados por el idioma español, desplazando palabras y construcciones propias —refiere el doctor Polian—, entorpeciendo la creatividad genuina de la lengua. En el municipio de Villa Las Rosas, por ejemplo, solo los hablantes mayores conservan el tseltal.
“La amenaza del tseltal y las lenguas indígenas, en un contexto de globalización, es la aculturación. No son lenguas valoradas socialmente, pues no tienen una funcionalidad fuera del contexto comunitario inmediato o familiar. Cuando las personas emigran, su lengua no es algo que les aporte movilidad socioeconómica, como el español o el inglés. Esa es una presión que sufren las lenguas indígenas. Si hay padres bilingües con una lengua materna que no sea valorada, probablemente va a transmitir a sus hijos la segunda lengua, como es el caso del español. Y eso es un proceso que ocurre muy rápido. En veinte años por ejemplo, este problema puede ser mucho mayor”, considera el doctor Polian, en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.
Por ese camino, buena parte del vocabulario ancestral de los pueblos indígenas puede llegar a caer en desuso, “junto con las formas de vida y los conocimientos que le daban sentido”, advierte el también académico adscrito al Departamento de Lenguaje y Sociedad del CIESAS.
“Una lengua es como todo ser vivo, necesita su medio ambiente. Y conforme su medio ambiente se deteriora, su espacio vital se reduce. El espacio vital de las lenguas indígenas se está encogiendo a gran velocidad, pues las y los hablantes están interactuando en espacios donde solo hablan en español”.
¿Cómo hacer un diccionario?
Es sabido que a María Moliner le tomó alrededor de 15 años escribir su famoso Diccionario de uso del español, su idioma materno. Su proeza bien puede servir para comparar el grado de dificultad que puede entrañar la elaboración de un diccionario en una lengua que no es la propia.
El Diccionario multidialectal del tseltal no es un trabajo menor. Posee alrededor de ocho mil entradas que registran el significado léxico de las palabras de 17 localidades distribuidas desde Petalcingo, en el municipio de Tila, al norte de Chiapas, hasta Villa Las Rosas, al sur.
La realización le tomó al equipo de investigadores, coordinado por el doctor Polian, alrededor de 500 horas de grabación de audio y video, con la participación de ancianos, adultos, jóvenes y niños hablantes de tseltal. ¿Qué grabaron? Entrevistas, narraciones, conversaciones, rezos, discursos públicos, chistes y cantos.
La transcripción del registro audiovisual fue hecha con ayuda del software de transcripción lingüística ELAN (EUDICO Linguistic Annotator). El resultado fue un amplio corpus multimedia, desde donde se tradujo después al español. Ese material “está parcialmente disponible en el Archivo de los Idiomas Indígenas de Latinoamérica(AILLA, por sus siglas en inglés) y en el Endangered Languages Archive”, según se explica en el diccionario.
Pero el trabajo no concluyó ahí. Para reconfigurar el universo lingüístico del tseltal, además, fue necesario consultar a expertos de otras disciplinas: botánica, entomología, geología, herpetología, ictiología, mastozoología, micología y ornitología.
Y por último, otro aspecto destacable fue la ortografía. En el caso del tseltal, la ortografía está en parte consensada, pero su normalización “es un esfuerzo aún en proceso, en el que muchos puntos están todavía pendientes y requieren análisis cuidadosos, tomando en cuenta la realidad del idioma a través de sus diferentes geolectos (variantes regionales del idioma)”.
Como puede intuirse luego de este vistazo rápido al proceso, construir un diccionario es una labor titánica. Y definitivamente, algo más que solo reunir palabras, como quizá podría suponerse.
Ahora… imagina un atlas.
Leer la historia
El diccionario es un proyecto hermano de otro que aún sigue en construcción: el Atlas lingüístico sonoro del tseltal occidental (Alisto), que pretende dar cuenta de las variaciones de la lengua, una disciplina conocida como geografía lingüística o dialectología.
“Es interesante en muchos sentidos, porque da cuenta de la realidad del idioma en toda su diversidad. También te permite rastrear la historia del pueblo en su conjunto; de los movimientos de población (…) Por ejemplo, si en una región el tseltal estuvo más en contacto con otra lengua como el tsotsil, va a intercambiar rasgos con ella. Estudiar la diversificación de un idioma te permite leer su historia”.
—¿Por qué el título dice «tseltal occidental»?
—Porque considera el área de ocupación antigua de los pueblos tseltales, que básicamente son Los Altos de Chiapas, en el área que ocupaban antes de la Conquista. En esa época, había algunas poblaciones en la selva, pero la selva fue vaciada de sus habitantes y los reagruparon en esta región occidental. Ya en el siglo XX muchos tseltales regresaron a vivir en la selva otra vez.
—¿Cuál es la diferencia entre el diccionario y el atlas?
—Todas las lenguas que se hablan en un territorio amplio tienen variaciones geográficas. La idea del atlas es estudiar cómo varía el tseltal de un pueblo a otro. Para eso hay que tener una idea preliminar de qué es lo que varía en distintos niveles de la lengua: léxico (por ejemplo, cómo se dice ‘olla’ en diferentes municipios), fónico (cómo suena la lengua) y morfológico (conjugación de verbos y algunos rasgos gramaticales).
El diccionario tiene ocho mil entradas, que son muchas, pero su información dialectal, geográfica, no es tan sistemática. Un atlas es al revés: son pocas palabras o expresiones, pero tratamos de investigarlas de forma muy sistemática en todos los lugares.
El proyecto de Atlas lingüístico sonoro del tseltal occidental y el Diccionario multidialectal del tseltal nacieron en 2008. Y fue realizado en parte gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), a través del Fondo SEP-Conacyt para la Investigación Básica, y del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, que financiaron el proyecto “Documentación lingüística, estudio de la variación dialectal y elaboración de un vocabulario comparativo en tseltal”, entre 2010 y 2014.
Fuente: CONACYT.
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