Romántico, lo califica. Sentada en la terraza de su casa, invadida por el intenso y diverso sonido de las aves, describe lo que ha definido como un proyecto de sustentabilidad de largo plazo para hacer agricultura en una zona de sequía.
Para llegar a la casa de Natalia Badán, en el rancho El Mogor, es necesario recorrer 23 kilómetros desde la ciudad de Ensenada hasta San Antonio de las Minas, una de las delegaciones municipales que forman parte del Valle de Guadalupe, conocido por su producción vitivinícola.
El Mogor es una pequeña vinícola que cuenta con cinco hectáreas para el cultivo de vid, en la que gradualmente han implementado acciones para retribuir lo que extraen del ambiente.
El romance de Natalia con la sustentabilidad no es fortuito. El acuífero Guadalupe es la única fuente de agua para las tres mil 725 hectáreas de cultivo que en 2015 contabilizó la Secretaría de Desarrollo Agropecuario de Baja California (Sedagro), de las cuales, dos mil 160 hectáreas se destinan al cultivo de vid.
Especialistas del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) han concluido que, como resultado de una extracción mayor al nivel de recarga, sumado a periodos prolongados de estiaje en la región, el acuífero Guadalupe se encuentra en estado de sobreexplotación.
En el artículo “Identificación de periodos de sequía histórica en una región de clima tipo semiárido mediterráneo”, los investigadores del CICESE, Francisco José del Toro Guerrero y Thomas Gunter Kretzschmar, advierten que “la sequía se considera una amenaza natural que puede llegar a convertirse en un desastre si se prolonga durante largos periodos de tiempo, como resultado de un déficit en la precipitación”.
Por ello, añaden los autores del artículo, generar estrategias para la optimización, conservación, aprovechamiento y el manejo estratégico del agua es prioritario en la región.
Múltiples estrategias
Consciente de la situación, Natalia Badán considera que no hay una acción en lo individual que pueda resolver el problema, sino que se deben implementar todas las estrategias posibles para devolver los cauces espontáneos de la naturaleza al Valle de Guadalupe.
A lo largo de los arroyos que colindan con El Mogor, hay gaviones instalados para retener el agua de la lluvia e infiltrarla, pues de lo contrario, el agua corre hasta desembocar al mar en La Misión, al norte de Ensenada.
Renunciar al arado, mantener la maleza y elaborar compostas con residuos orgánicos y añadirlas a los plantíos son las estrategias de la casa vinícola para restablecer el suelo.
“A lo largo del tiempo hemos comprendido que la maleza es buena, que hay que conservarla porque permite la vida microbiológica en el suelo, porque detiene la erosión, porque permite la infiltración de lluvia, una mucho mayor infiltración que cuando el terreno está vacío, porque protege la humedad, tiene muchas ventajas”, afirma la vinicultora.
Además, en El Mogor han comenzado a experimentar con una técnica de riego que va del riego por goteo al riego subterráneo, es decir, utilizan la infraestructura del riego por goteo pero por medio de delgadas mangueras conducen el agua a 40 centímetros debajo de la superficie, para facilitar que llegue a las raíces de las vides.
Para los animales, implementaron un pastoreo controlado que evita que el ganado agote los escasos pastizales. Su movimiento estratégico tiene por finalidad que los animales entren en contacto con toda el área y fertilicen con el estiércol que producen.
Natalia Badán señala que gracias a esta técnica “están empezando a aparecer otro tipo de pastos, otro tipo de vegetales que son perennes y que a nivel ganadero son muy interesantes”.
¿Estrés en la vid?
La escasez de agua que enfrentan los vinicultores del Valle de Guadalupe, se torna todavía más complicada al analizar la eficiencia del uso de agua de las plantas de vid.
El doctor Rodrigo Méndez Alonzo, investigador del Departamento de Biología de la Conservación del CICESE, desarrolla estudios para evaluar el estrés hídrico en plantas del Valle de Guadalupe, entre ellas la vid.
“La vid no es una planta muy eficiente en términos técnicos de uso eficiente del agua. Utiliza mucha agua para atrapar carbono de la atmósfera, no es una planta como un cactus que tiene crecimientos lentos y que requiere muy poca agua, sino que requiere mucha agua porque crece rápido”, indica el investigador.
Sin embargo, considera que antes de contemplar modificar la fisiología de la vid para maximizar su eficiencia de agua, es posible desarrollar e implementar nuevas tecnologías para mejorar la cantidad de agua que reciben las vides.
Para ello desarrolla un proyecto de agricultura de precisión con el que evalúa de forma remota la zona geográfica, genera mapas topográficos y determina cuáles son las zonas con mayor estrés hídrico para las plantas.
“Con esto podemos generar mapas de estrés hídrico en las plantas, entonces los agricultores pueden implementar un manejo diferencial de los recursos en un ambiente determinado; ahora estamos haciendo un estudio a una escala espacial más grande para estudiar cómo cambian las características fisicoquímicas del suelo en todo el valle”.
Nuevas tecnologías para la irrigación eficiente
Al problema que representan los bajos niveles del acuífero Guadalupe, se suma la pérdida de agua en el proceso de irrigación, ya sea porque se evapora o porque se filtra en áreas del subsuelo que no son accesibles a las plantas.
Como resultado de investigaciones previas, Rodrigo Méndez ha encontrado que es posible generar nuevas tecnologías para focalizar la irrigación y reducir o eliminar las pérdidas de agua, tanto para el agricultor como para la planta.
“Regularmente el agua se va para abajo, hacia el subsuelo, o se va para arriba, por evaporación, pero idealmente lo que quieres es que se quede junto a la planta”.
Adelanta que se han planteado como objetivo para el próximo año generar tecnologías que restrinjan el riego exclusivamente a la zona de acción de las raíces de las plantas, conocida como rizósfera.
“Las raíces buscan en todos lados en su territorio, son forrajeras y si les das el recurso, la señal fisiológica para que lleguen a un punto, lo van a hacer. Esperamos modificar ese comportamiento para que la irrigación sea muy focalizada con pocas pérdidas a la atmósfera y el subsuelo”.
El investigador del CICESE considera que estas innovaciones cobran mayor relevancia si se toma en cuenta que son actividades relacionadas con la agricultura a las que se destina 70 por ciento del agua en el mundo, por lo que su uso eficiente en este sector podría derivar en disponibilidad del líquido para otros usos como el industrial y doméstico.
Ciencia ciudadana para el valle
Desde la década de 1990, la doctora Ileana Espejel Carbajal, investigadora de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), impulsa proyectos vinculados a la conservación del Valle de Guadalupe.
“El proyecto en el Valle de Guadalupe empezó por los vinicultores que se acercaron al municipio y el municipio a nosotros, para que se hiciera una planificación del uso de suelo, porque ellos veían que podía volverse urbano si no se protegía la agricultura; eso fue en 1993 cuando se hizo el estudio de vocación del uso de suelo”, relata en entrevista.
Actualmente, la doctora Ileana Espejel trabaja en la creación de un observatorio de desarrollo rural sustentable, herramienta que visualiza como un portal de Internet que estrechará relaciones entre científicos y los agricultores del valle.
La plataforma será un intercambio: los agricultores y, en general, los residentes del Valle de Guadalupe podrán aportar datos de interés para los científicos con sus monitoreos cotidianos, mientras que los especialistas aclararán dudas y aportarán información valiosa para la toma de decisiones de la comunidad del valle.
Además, el observatorio generará material de divulgación por medio de la elaboración de infografías, de tal manera que los habitantes del Valle de Guadalupe estén actualizados respecto al conocimiento que se genera desde la academia sobre el mismo valle.
Hacia un valle sustentable
La aguda sequía que atraviesa la región no ha pasado en vano para los vitivinicultores del Valle de Guadalupe, quienes muestran cada vez más preocupación por las condiciones ambientales y ello se traduce en prácticas positivas.
Natalia Badán recuerda cómo al inicio de su proyecto de sustentabilidad, algunos agricultores llegaron a hacer burlas respecto a sus métodos y resultados de producción.
“Pero ya nadie se burla de mí, incluso somos varios que estamos compartiendo e intercambiamos estrategias y estamos hablando de cosas totalmente orgánicas, algunos hacen biodinámica, es un manejo suave de la naturaleza y vamos copiando a la naturaleza”.
Ya sea utilizando compostas para nutrir el suelo, eliminando agroquímicos, rehabilitando un humedal o reusando agua, en el Valle de Guadalupe está iniciando lo que podría ser una transición hacia cultivos orientados a la sustentabilidad de la zona vitivinícola.
“Nos falta mucho pero sí hay un avance”, reflexiona Natalia Badán.
Fuente: CONACYT.
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