Las comunidades tecnológicas tienen uno de sus primeros antecedentes en la década de 1970 en Estados Unidos, con el surgimiento de Homebrew Computer Club, un club de aficionados a las ciencias de la computación en donde participaron figuras de importancia internacional como Steve Jobs y Steve Wozniak.
En México, el surgimiento de las comunidades tecnológicas inicia en el año 2014 a partir de la difusión del “movimiento Maker”, que promovía temas que iban desde la fabricación digital, la electrónica, hasta la creación y hacking de elementos propios de la vida diaria.
Una de las vertientes más sobresalientes que han tenido estas comunidades son aquellas enfocadas en promover la integración de las mujeres en el campo de la tecnología donde todavía representan un sector minoritario.
En América Latina y el Caribe, las mujeres representan 45.2 por ciento de las personas que hacen investigación y tecnología, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
En Estados Unidos la disparidad es aún mayor, pues las mujeres constituyen menos de 20 por ciento de los trabajos tecnológicos, a pesar de que conforman más de la mitad de la fuerza de trabajo de dicho país, de acuerdo con información compilada por la compañía Evia.
Para Grisel Ancona Martínez, ingeniera de software y directora de la organización Women Who Code Mérida, las comunidades tecnológicas orientadas a mujeres buscan promover el interés de la población femenina en dicha área, así como su desarrollo profesional.
Dirigir una comunidad puede ser complicado —describió— y más aún mantenerla, por lo que un aspecto fundamental es establecer alianzas con otras comunidades para apoyarse en su mutuo crecimiento.
Women Who Code Mérida
Women Who Code (WWC) Mérida inició como una comunidad que ofrecía talleres básicos de tecnología, y poco a poco se fueron sumando voluntarias que impartían mayor variedad de temas, según su área de experiencia.
“Nosotras estamos cumpliendo cuatro años, al inicio es un poco desilusionante porque a veces se registran 10, de las 10 llegan cinco y solo una termina el taller. Sin embargo, en las sesiones con otras comunidades en otros eventos donde hemos asistido vemos que pasa esto, pero va creciendo la comunidad, te van conociendo y más gente se empieza a unir a tu causa, a apoyar lo que te gusta hacer”, expresó.
De acuerdo con Grisel Ancona, la comunidad de WWC busca impulsar el liderazgo de las mujeres jóvenes y motivarlas a perder el miedo a hablar ante diversos públicos. Entre sus diversas actividades, se encargan de ser organizadoras, speakers o representantes de la comunidad.
“Todos buscan mayormente al que inició la comunidad y yo trato de que ellas también asistan a esos eventos. Que empiecen a tener esa responsabilidad de representar a la organización. No solo estoy ahí porque sí, sino que también puede crecer en conjunto con la comunidad”.
Encuentros de Mujeres en las Tecnologías
Las integrantes de WWC Mérida se han encargado de coordinar la realización de dos Encuentros de Mujeres en las Tecnologías de manera anual, con el objetivo de acercar a las mujeres de la ciudad a la tecnología y demostrar las diversas maneras en que otras mujeres están desarrollando una carrera en dicha área.
“Despertar el interés de ellas, que ellas vean que sí pueden estudiar una carrera de tecnología, que sí se pueden mantener en el área de tecnología y sobre todo que después de la carrera existen empresas que están contratando a las mujeres”.
Durante los eventos realizados han participado ponentes locales y nacionales, lo que permite dar a conocer un panorama más amplio sobre los retos y avances que el género femenino ha tenido en los últimos años.
“Para nosotros es sorprendente mostrar que hay otras chicas fuera de Mérida que también están sufriendo los problemas que nosotros estamos sufriendo, para que las chicas vean que si ella pudo hacerlo, yo también puedo”.
El papel de las empresas patrocinadoras también ha sido fundamental, pues además de las facilidades otorgadas para la realización de los encuentros, han permitido mostrar que existe una amplia oferta laboral en empresas de gran nivel.
Sin embargo, el apoyo aún es mayoritariamente regional, por lo que es necesario interesar a las empresas de desarrollo de software nacionales para apoyar a las comunidades tecnológicas.
“Esas empresas pueden ir también creciendo o aportando, ayudándonos a que crezca la comunidad, que también estas conozcan a su empresa, y que empiecen a brindar mayores oportunidades a las mujeres”.
“Hicimos el evento abierto al público porque casi no hay este tipo de eventos en Mérida. Sobre todo que vengan ponentes que están costeando el viaje para apoyar tu causa, es algo que no hay, entonces decidimos lanzarlo abierto al público, tanto chicos como chicas que quieran venir a aprender”.
Temachtiani, una comunidad virtual para mujeres y hombres
El 8 de marzo de 2017, Ana Luz Loyo Páez, máster en comercio electrónico y docente de la Universidad Veracruzana, se reunió a desayunar con dos de sus amigas en el marco de la conmemoración del Día de la Mujer. Ese mismo día, nació la comunidad Temachtiani con el propósito de motivar a las mujeres a continuar sus incursiones en el área de la tecnología, pues la deserción también es hecho recurrente.
“Temachtiani significa ‘el que enseña lo que sabe’, nos encantó por eso, porque la idea es compartir conocimiento. Tenemos seis embajadoras y tenemos varios voceros. Integramos a hombres que quieran hablar de la comunidad, que se dieron cuenta de la problemática y quieren ir y compartir e invitar a otras chicas, porque creemos que también es importante esa parte”, describió Ana Loyo en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.
La comunidad se desarrolla sobre todo de manera virtual, realizando entrevistas con mujeres en donde se dan a conocer diversos temas de tecnología. “Invitamos a las chicas a escribir sobre temas diversos, pueden ser temas técnicos o puede ser algo muy motivacional, depende de lo que a ellas les inspire y esa es la forma con que tratamos de incluirlas”.
Temachtiani tiene un promedio de mil visitas al mes y cuenta con 70 suscriptores al sitio web. Hasta el momento, tiene más de 20 entrevistas con mujeres exitosas en tecnología, y continúan trabajando en la producción de más entrevistas. Además, este año realizó un taller de oratoria de la mano de dos comunidades, una colombiana y una argentina.
El programa de embajadoras de la comunidad busca que las mujeres sean emprendedoras, así como fomentar su liderazgo en la comunidad para participar en diversos eventos a nivel regional y nacional.
“Creo que lo importante es que pierdan el miedo, que tomen confianza en sí mismas. No solo mujeres, también hombres. Hay poca gente entrándole a las matemáticas y creo que es muy importante que le pierdan el miedo a estas áreas. Cualquiera puede ser capaz, a algunos les cuesta más trabajo, a algunos menos, pero es algo que trabajo mucho con mis alumnos, todos tenemos tiempos diferentes, pero todos tenemos las mismas capacidades”.
Ana Loyo egresó en 2004, tras lo que recibió una beca de asistencia por el Instituto Tecnológico de Monterrey, donde realizó como parte de su tesis un desarrollo empresarial vinculado con el sector del café, pues su abuelo fue productor. Como resultado, creó la empresa Café José Páez.
“Mi abuelo fue productor y pensé que desde la tecnología puedes apoyar todos los sectores. Entonces ahí fui tratando de incluir a la gente que no conoce la tecnología”, relató.
¿Qué necesitas para integrarte a una comunidad tecnológica?
El principal consejo de Ana Loyo Páez para los integrantes de las comunidades tecnológicas es perder el miedo a ser visto, pues algo que ha aprendido a lo largo de su trayectoria es la importancia de las relaciones públicas.
“Yo no tenía la dimensión de la importancia de las relaciones públicas hasta que comencé a trabajar en una revista de tecnología que se llama Software Guru. Yo trabajé con ellos como editora de contenidos, entonces empecé a relacionarme con mucha gente del área de tecnología y me di cuenta de la importancia de tener amistades y de poder tener la confianza de pedir a alguien que asista a tu evento, que te patrocine. Es tener la confianza y sobre todo, hacerlo, aventarse”.
Para Ana Loyo, las comunidades permiten acercarte a herramientas de fácil acceso, a través de las cuales los nuevos usuarios pueden enamorarse de la tecnología, pero es necesario también estudiar y aprender las bases.
“En programación es algo que sucede mucho, hay muchas malas prácticas de programación y el software finalmente funciona, pero cuando haces el code review te das cuenta que hay muchos errores básicos. Entonces viene una reinversión y una pérdida de tiempo que me parece va a ser muy importante para las empresas en un futuro. Sí es importante que se integren y que se apoyen de las comunidades, pero si de verdad quieren ser buenos en esto, sí tienen que estudiar y aprender las bases”.
María Fernanda Bojórquez, desarrolladora de iOS y Android en la compañía Handy, describe que la tecnología no es un campo difícil para una mujer, de acuerdo con su propia experiencia, pero las dificultades se presentan en mayor medida en la comunidad que las rodea.
“En mi situación de trabajo, empecé siendo la primera mujer que desarrollaba y nunca me sentí mal o que me estuvieran ‘tirando a loco’ solo porque soy mujer. Veo que ahí hay un avance en la mentalidad de mis compañeros y me imagino que influye en la mentalidad de otros, es una chica que viene a programar igual que nosotros, a colaborar y hacer el trabajo igual”.
“La recompensa no es económica, pero si haces un buen networking, empiezas a conocer empresas y a gente que es talentosa y que te puede impulsar a ser un líder de una comunidad”, agrega Grisel Ancona.
Fuente: CONACYT.
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