“Uno lo sueña, ¿no? Uno lo busca y uno espera. Uno se imagina cosas, pero cuando te sucede siempre es diferente”.
A Nemesio Chávez Arredondo, la noticia del suceso le llegó en episodios. Primero, el teléfono no atendido y la sospecha del asunto de la llamada. Luego, la marcación de regreso que desde luego no fue atendida. Después, la espera. Treinta minutos de espesas emociones, la duda intercalada de esperanza. Por fin, una nueva llamada lo aclaró todo, había ganado el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia «Alejandra Jaidar» 2018.
Con la noticia en mano, Nemesio Chávez se permitió desbordar sin reserva sus emociones y dejar que la tempestad en su interior tomara el mando y moviera todo lo que no estaba anclado allí dentro, y lo que estaba también. Para alguien que nunca planeó convertirse en comunicador de la ciencia, una noticia así, como una ola que choca con fuerza en un fondo arcilloso, trae a flote gratos recuerdos antes enterrados.
Nemesio Chávez estudió biología en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa, su fascinación era el mundo microscópico, lo que ocurría en lo más profundo de los seres vivos, la bioquímica y la fisicoquímica de las células. Algo que le sigue atrayendo hoy en día. Pero, a pesar de esa fascinación, poco a poco cayó en cuenta de que no se veía dentro de un laboratorio por el resto de su vida.
“Como muchas personas, a la mitad de mi carrera tuve un crisis vocacional. A los 20 años, con la potencia de la juventud, esas crisis son fuertes y profundas. Pero decidí terminar la carrera, tal vez con un poquito menos de ánimos y con muchas preguntas en la cabeza. Pero mi carrera de biología fue fundamental en todo este proceso de construcción como comunicador. Estudiar biología me ayudó a aprender con facilidad química, física y las ciencias naturales en general. Por otro lado, creo que la biología es por naturaleza multidisciplinaria y abre la sensibilidad de las personas hacia el fenómeno de la vida, también da mucha apertura mental y algo fundamental para ser comunicador: un carácter profundamente humano”.
Al terminar la licenciatura, Nemesio Chávez se dio cuenta de que tenía habilidad para la escritura y no solo él lo noto, un compañero suyo que estudiaba biología y letras le hizo ver que tenía habilidad para el manejo del lenguaje y lo invitó a trabajar al antiguo Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia (CUCC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) como redactor de la revista Naturaleza, comenzó entonces, al inicio de la década de los 80, su camino como comunicador de la ciencia, aunque él mismo no había caído en cuenta.
Ser ignorante de lo que se es
“Al principio yo no me reconocí como comunicador, es más, me reconocieron antes desde afuera que yo desde dentro. Un día, un amigo me dijo: ‘¿Sabes qué?, tú eres un comunicador’. Me quedé callado, lo miré y pensé: ‘A lo mejor, nunca me lo propuse, pero fue el camino natural’”.
Nemesio Chávez incluso escribió el texto “¿Yo… divulgador?”, donde se preguntaba sobre la naturaleza del comunicador de la ciencia. Pero esa reflexión vino años después, lo primero fueron casi 10 años en la edición, la corrección de estilo y la redacción de la revista Naturaleza y el boletín Prenci de la UNAM. Una década de trabajo que cuando llegó a su fin le permitió a Nemesio decir con humor “ahora sí ya aprendí a leer y a escribir”.
Después de eso vino un gran cambio, Nemesio migró a explorar otros lenguajes de comunicación y se dedicó a la televisión. Por una década más, el biólogo exploró el proceso de escritura de guiones de televisión, de coordinación de contenidos, de producción y conducción. Trabajó en proyectos con TV UNAM, el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, la Secretaría de Educación Pública y otras instituciones. Pero como un reloj que no se atrasa, la inquietud por explorar nuevos medios le llegó otra vez después de diez años.
“La siguiente etapa fue cuando me invitaron a trabajar en el Museo de Historia Natural. En un museo hay cosas escritas, audios, audiovisuales, representaciones en vivo, objetos, hay de todo. Al estar en un medio múltiple sentí que toda mi formación y trayectoria, que parecía muy caótica y aleatoria, allí confluía; y me dije que todo tenía sentido, aunque no me hubiera dado cuenta, ni lo hubiera decidido así. Yo nunca decidí ser divulgador y ganar un premio nacional de divulgación, todo se fue acomodando y fue resultado del puro trabajo”.
Nemesio Chávez fue director del Museo de Historia Natural de la Ciudad de México por siete años y rodeado de los múltiples lenguajes de un museo fue cuando su amigo Mauricio Gómez le lanzó el apelativo de comunicador y lo tildó de constructor de puentes del lenguaje. Allí fue cuando Nemesio ya no pudo hacer más que reconocerse como comunicador de la ciencia y dar con fuerza los siguientes pasos que lo llevarían a desarrollar a profundidad la parte teórica de la comunicación, el conocimiento de los lenguajes y la docencia.
Los endebles pilares de la comunicación de la ciencia
Existen veredas rectas y veredas tortuosas, el caminante de las segundas se enfrenta a un camino que no es claro o parece no haber sido recorrido por otros. Nemesio Chávez considera que la ruta de los comunicadores de la ciencia es, en cierto sentido, tortuosa, pues no existe camino establecido ni institucionalizado para formarse en esta profesión.
“Por ejemplo, si uno quiere ser investigador pues hay un camino definido. Terminas tu licenciatura, pasas a la maestría, sigues con el doctorado, te aplicas, te pones a trabajar en un instituto y con trabajo, trabajo y trabajo las cosas se van cumpliendo. Ir por caminos con cierto orden y alinearse con un cierto grupo laboral, tiene sus recompensas, pues uno va avanzando, se va fortaleciendo, va adquiriendo y va haciendo grupo”.
Comparado con eso, la trayectoria del comunicador de ciencia parece incierta, siempre buscando y a veces perdiendo espacios en una profesión compleja y poco definida. Pero todos los caminos tienen sus costos, y Nemesio Chávez piensa que nunca hubiera crecido lo que creció si su decisión hubiera sido quedarse permanentemente bajo el resguardo de una institución, para el divulgador, el movimiento perpetuo es parte del acto creativo.
En 2008, Nemesio Chávez volvió a hacer un cambio en su trayectoria y entró como docente a la recién creada UAM, unidad Cuajimalpa. Era la primera vez que en una licenciatura se ofrecía un área sobre comunicación de la ciencia y el biólogo y comunicador comenzó a transmitir los conocimientos que había adquirido en casi 30 años de práctica.
Ya como docente, un amigo le sugirió que realizara un posgrado, algo que en un principio le pareció una locura, pero que culminó en la obtención de su doctorado y que le dio un nuevo empuje para seguir en el campo de la comunicación de la ciencia con un aprecio mayor por la generación de teoría en la materia y por la docencia.
“Mis alumnos son otro de mis públicos, y eso resume mi actitud ante la comunicación de la ciencia y la educación”.
Para Nemesio Chávez, el comunicador de ciencia debe tener en cuenta que hay tres vertientes fundamentales que debe desarrollar: la generación de productos de comunicación; la reflexión sobre el propio trabajo, es decir, la generación de teoría sobre la comunicación de la ciencia; y la enseñanza. Para él, los tres aspectos deben formar parte de un comunicador moderno, pues toca a los propios comunicadores empujar por que su actividad sea reconocida.
“Pareciera que nuestro trabajo como comunicadores está en segundo plano, que lo importante es el contenido de la comunicación y los investigadores, y que el trabajo de comunicación es de segunda categoría. Pero eso tiene que ver con que nos falta esa parte del fortalecimiento teórico de nuestra área de labor. O sea, nosotros podemos seguir haciendo nuestro trabajo, pero también debemos defenderlo a nivel académico, entonces nuestro propio trabajo se fortalece y avanza, consigue un espacio más fuerte dentro de las universidades”.
El comunicador de la ciencia aún se pregunta por qué instituciones como la UNAM aún no han desarrollado un trabajo más fuerte y más profundo en el fortalecimiento teórico de la comunicación de la ciencia.
“La parte teórica de nuestra labor ha quedado rezagada, no se ha fortalecido lo suficiente. Tenemos que hacer esa reflexión de nuestra profesión, y estoy hablando de todos los comunicadores de ciencia, incluidos los periodistas de ciencia. Tenemos que hacerla digna, ponerla encima de la mesa y decir: ‘Nosotros hacemos esto y lo hacemos bien, esta es nuestra fortaleza’, y no cualquiera puede hacerlo porque para hacerlo hay que prepararse mucho”.
El comunicador artista
La actividad de Nemesio continúa, ahora mirando hacia el arte como una forma de comunicación. En realidad, el biólogo nunca estuvo separado de la actividad artística, siempre ha sentido una relación física con la música, una ansiedad que si no se atiende, puede ser tóxica. En la adolescencia aprendió a tocar la marimba y después la guitarra clásica y la guitarra eléctrica. Dice que si no tuviera que ganarse la vida, sería músico. En su juventud también hizo teatro y es un amante del cine y de la literatura.
“Le tengo un aprecio enorme a la escritura, es como una deidad para mí. La poesía me puede descomponer por un fin de semana completo, sacarme de circulación y ponerme evocador y sensible”.
Y aunque nunca se consideró un artista, al igual que la denominación de divulgador, el mote se lo han puesto algunas veces desde afuera y tiene el interés por desarrollar una comunicación de la ciencia mucho más cercana a la literatura, incluso a la poesía a través de la música.
Fuente: CONACYT.
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