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Investigadores descubren un circuito cerebral dañado por el aislamiento social en la infancia

Los investigadores han descubierto en estudios en ratones un circuito cerebral específico dañado por el aislamiento social durante la infancia, según publican en la revista ‘Nature Neuroscience’. Si el hallazgo se replica en humanos, podría conducir a tratamientos para trastornos psiquiátricos relacionados con el aislamiento.

La soledad se reconoce como una grave amenaza para la salud mental. Incluso a medida que el mundo se conecta cada vez más a través de plataformas digitales, los jóvenes están sintiendo una creciente sensación de aislamiento. La pandemia de COVID-19, que obligó a muchos países a implementar el distanciamiento social y el cierre de escuelas, magnifica la necesidad de comprender las consecuencias para la salud mental del aislamiento social y la soledad.

Si bien la investigación ha demostrado que el aislamiento social durante la infancia, en particular, es perjudicial para la función y el comportamiento del cerebro adulto en las especies de mamíferos, los mecanismos subyacentes del circuito neuronal siguen siendo poco conocidos.

Un equipo de investigación de la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Mount Sinai de Nueva York ha identificado subpoblaciones específicas de células cerebrales en la corteza prefrontal, una parte clave del cerebro que regula el comportamiento social, que son necesarias para la sociabilidad normal en la edad adulta y son profundamente vulnerables al aislamiento social juvenil en ratones.

Los hallazgos del estudio arrojan luz sobre un papel previamente no reconocido de estas células, conocidas como neuronas de la corteza prefrontal medial que se proyectan al tálamo paraventricular, el área del cerebro que transmite señales a varios componentes del circuito de recompensa del cerebro.

“Además de identificar este circuito específico en la corteza prefrontal que es particularmente vulnerable al aislamiento social durante la infancia, también demostramos que el circuito vulnerable que identificamos es un objetivo prometedor para los tratamientos de los déficits de conducta social”, explica Hirofumi Morishita, profesor asociado de Psiquiatría, Neurociencia y Oftalmología en la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, miembro de la facultad del Friedman Brain Institute y del Mindich Child Health and Development Institute, y autor principal del artículo.

“Mediante la estimulación del circuito prefrontal específico que se proyecta hacia el área talámica en la edad adulta, pudimos rescatar los déficits de sociabilidad causados ??por el aislamiento social juvenil”, añade.

Específicamente, el equipo encontró que, en ratones machos, dos semanas de aislamiento social inmediatamente después del destete conducen a una falla en la activación de las neuronas de la corteza prefrontal medial que se proyectan al tálamo paraventricular durante la exposición social en la edad adulta.

Los investigadores encontraron que el aislamiento juvenil condujo tanto a una excitabilidad reducida de las neuronas prefrontales que se proyectan al tálamo paraventricular como a un aumento de la entrada inhibitoria de otras neuronas relacionadas, lo que sugiere un mecanismo de circuito subyacente a los déficits de sociabilidad causados por el aislamiento social juvenil.

Para determinar si la restauración aguda de la actividad de las proyecciones prefrontales del tálamo paraventricular es suficiente para mejorar los déficits de sociabilidad en ratones adultos que se sometieron a aislamiento social juvenil, el equipo empleó una técnica conocida como optogenética para estimular selectivamente las proyecciones prefrontales al tálamo paraventricular.

Los investigadores también utilizaron la quimiogenética en su estudio. Mientras que la optogenética permite a los investigadores estimular neuronas particulares en animales que se mueven libremente con pulsos de luz, la quimiogenética permite el control químico no invasivo de las poblaciones celulares. Al emplear ambas técnicas, los investigadores pudieron aumentar rápidamente la interacción social en estos ratones una vez que se les administraron pulsos de luz o drogas.

“Verificamos la presencia de déficits de comportamiento social justo antes de la estimulación y cuando verificamos el comportamiento mientras la estimulación estaba en curso, encontramos que los déficits de comportamiento social se revirtieron”, apunta el doctor Morishita.

Dado que los déficits de comportamiento social son una dimensión común de muchos trastornos psiquiátricos y del neurodesarrollo, como el autismo y la esquizofrenia, la identificación de estas neuronas prefrontales específicas apuntará hacia objetivos terapéuticos para la mejora de los déficits de comportamiento social compartidos en una variedad de trastornos psiquiátricos.

Los circuitos identificados en este estudio podrían modularse potencialmente utilizando técnicas como la estimulación magnética transcraneal y / o la estimulación transcraneal de corriente continua.

Fuente: Agencia ID.

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