Un brazo robótico diseñado en Estados Unidos no sólo permite manipular cosas con la mente, además transmite sensaciones a quien lo controla.
El control a distancia del brazo robótico fue el menor de los retos para un grupo de investigadores de la Universidad de Pittsburgh.
El logro más sobresaliente de este desarrollo es que probó de manera exitosa la primera interfaz cerebro-computadora.
Sentir con un brazo robótico
Los resultados del desarrollo y su experimentación fueron publicados en la revista Science por el equipo de investigadores del Departamento de Medicina Física y Rehabilitación de la Universidad de Pittsburgh.
El brazo robótico permitió a un voluntario, un joven de 34 años sin sensibilidad del pecho hacia abajo de su cuerpo, controlar el dispositivo y tener sensaciones.
“Soy el primer ser humano en el mundo en tener implantes en la corteza sensorial que pueden usar para estimular mi cerebro directamente”, dijo Nathan Copeland en una entrevista con AFP.
No sólo se trata de mover cosas
El brazo robótico no sólo permite a personas cuadrapléjicas como Nathan mover objetos, sino que con el sentido del tacto se mejora considerablemente la funcionalidad, destacó el grupo de investigadores.
Los primeros resultados comprobaron que con el sentido del tacto, el joven realizó movimientos del brazo robótico dos veces más rápido.
Un proceso de pruebas
Para medirlo, los investigadores identificaron los electrodos que se estimulan cuando Nathan imagina que mueve un objeto con sus propias manos.
El equipo determinó los electrodos que causan la sensación y luego los relacionó con cada uno de los dedos de la mano del joven.
Además, le mostraron videos del brazo robótico moviéndose a la izquierda y derecha, y le pidieron que pensara en la sensación como si él lo hiciera, como si ejerciera control sobre el dispositivo.
Brazos mecánicos que contribuyen a cuidar el medio ambiente: reciclando.
Mayor seguridad de movimiento
El resultado fue que Nathan pudo manipular el brazo robótico más rápido, pero también con mayor seguridad.
Incluso realizó movimientos más complejos como agarrar un vaso y vaciar su contenido en otro contenedor, así como manipular objetos pequeños como piedras y esferas.
“La sensación me dio esa seguridad y confianza al saber que definitivamente tenía un buen agarre del objeto y podía levantarlo”, aseguró Copeland.
El secreto de los electrodos
Para que el joven sienta de nuevo con sus manos a través del brazo robótico fue necesario que el equipo le injertara electrodos en el cerebro.
Copeland es voluntario desde hace seis años de una investigación científica y decidió dar un paso más en su recuperación tras el accidente.
Para esto el equipo de la Universidad de Pittsburgh le implantó dos juegos de 88 electrodos del ancho de un cabello, que penetran hasta la corteza motora del cerebro.
Pero para ir más allá, Copeland cuenta con un conjunto adicional de electrodos que están conectados a la corteza somatosensorial, la encargada de recibir y procesar las sensaciones.
Con la pandemia, el equipo de investigadores trasladó el instrumento a la casa de Copeland, quien ha ocupado su tiempo para perfeccionar sus movimientos. (AFP)
Fuente: Agencia ID.
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