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Cerebro femenino o masculino: apuntes científicos sobre la infidelidad

Alrededor de 95 por ciento de las especies mamíferas son poligámicas, solamente un cinco por ciento es monogámica, y, en general, la poligamia es un patrón mayormente distribuido no solo en mamíferos sino en muchas otras especies animales, aseguran Adriana Morales Otal y Armando Ferreira Nuño, investigadores del Área de Neurociencias del Departamento de Biología de la Reproducción de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa (UAM-I), doctores en Ciencias Biológicas por la misma universidad y expertos en estudios de sexualidad.

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La poligamia y la monogamia son estrategias reproductivas de todos los animales —incluyendo el ser humano—, patrones de comportamiento que en un momento dado les permiten adaptarse mejor a ciertas condiciones del medio ambiente, aseguran los especialistas en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.

Sus estudios han permitido conocer diversas características y respuestas que encierran la fidelidad e infidelidad entre hombres y mujeres, la complejidad y diversidad de las relaciones humanas.

Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Qué circunstancias biológicas se encuentran detrás de la poligamia y la monogamia?

Armando Ferreira Nuño (AFN): En la medida en que un macho fecunda a varias hembras aumenta la posibilidad de enriquecer genéticamente la especie con los genes que van a surgir en el momento en que ese macho tenga hijos con una hembra, luego con otra y luego con otra.

En cambio, la monogamia tiene el efecto contrario: tiende a que haya menor diversidad genética, por eso en muchas especies predomina la poligamia y vemos que el macho copula con varias hembras y las deja, y ya después las hembras se encargan de cuidar a la cría.

La ventaja de la monogamia o tener una sola pareja es que permite que el macho se vincule con la hembra y proteja a la cría, por eso los mamíferos tenemos —comparado con los insectos que ponen muchos cientos de huevos— pocas crías, digamos un hijo por parto, pero tenemos la oportunidad de que se concentre tanto el padre como la madre en proteger esa cría, porque puede ser que un insecto ponga mil huevos, pero a lo mejor de los mil no se desarrolla ninguno hasta la etapa adulta; en cambio, en la medida en que se concentra en uno solo y que la madre recibe el apoyo del padre para cuidar a esa cría hasta que crezca, es una estrategia que va a garantizar su supervivencia.

Adriana Morales Otal (AMO): El doctor mencionaba que la poligamia y la monogamia son estrategias reproductivas en donde, en el caso de la poligamia, los genes son más diversos y hacen más resistente la población, porque al haber más genes diversos lo que sucede es que se intensifica el vigor híbrido, es decir, la resistencia que tiene un individuo para enfrentar los diferentes factores externos del mundo.

Nosotros somos docentes de la UAM-I. En mis clases de genética les enseño una caricatura del cerebro femenino y masculino; en el caso del cerebro masculino predomina la inclinación hacia el sexo, y en el caso del cerebro femenino, hacia el compromiso. Hablando de monogamia y poligamia, las mujeres definitivamente son menos infieles, no porque no quieran, sino porque simplemente podrían copular y embarazarse. Traer un hijo no es nada más comprar una muñequita, se adquieren responsabilidades.

El hombre no se embaraza, copula, copula y no tiene ese instinto de compromiso, de conducta materna que desencadenan las hormonas en un cerebro femenino. En un cerebro masculino está la testosterona que da como respuesta que tiene que copular, sacar eso que está contenido, esa impulsividad.

En un cerebro femenino, precisamente por las hormonas, por todos esos cambios de fluctuaciones hormonales, es decir, que por un momento están arriba, luego están abajo y luego están a la mitad —mientras que en un cerebro masculino tienen una liberación tónica, es decir, todo el tiempo están en un mismo nivel— se da más el enamoramiento, que es una liberación de diferentes sustancias: endorfinas, oxitocina, vasopresina, hormonas en donde estamos en un momento de felicidad, de liberación de neurotransmisores que nos generan «maripositas» en el estómago.

Ese enamoramiento dura muy poco, es variable, los estudios sugieren que dura aproximadamente entre ocho meses a tres años, y lo podemos experimentar unas ocho veces alrededor de nuestra vida. Pero ese enamoramiento se puede convertir en amor materno, fraterno, a un cónyuge, etcétera.

Los estudios de Helen Fisher, antropóloga muy connotada a nivel mundial, han demostrado que todos podemos pasar por el enamoramiento, pero muy pocos tienen la oportunidad de vida de que se pueda convertir en un amor para convivir con tu pareja por mucho tiempo, en actividades diversas, en donde se incluya el compromiso, que es tan importante en ese cerebro femenino, mientras que en el cerebro masculino realmente no se da.

AIC: ¿De ahí surgió la línea de investigación Qué tan masculino o femenino es tu cerebro?

AMO: Exactamente. Nuestro cerebro está caracterizado por diferentes estructuras cerebrales que nos hacen desarrollar conductas femeninas y masculinas, por ejemplo, una conducta feminizada es el miedo que tenemos a ciertas cosas, está determinado por los estrógenos; algo que es masculino es la agresividad, está determinada por la testosterona, de tal forma que el cerebro masculino se caracteriza por conductas típicas, por ejemplo, deportes más rudos, de contacto físico, en donde está involucrada más la testosterona.

En el caso del cerebro femenino se ha descubierto que tiene asimetría interhemisférica, es decir, que los dos hemisferios, derecho e izquierdo, están conectados por una estructura cerebral que se llama cuerpo calloso, esos dos hemisferios se mantienen en contacto, por eso un cerebro femenino puede desarrollar varias cosas a la vez: puede estar planchando, calentando a lo mejor el agua, contestando el teléfono, apuntando temas para cierta clase, anotando la despensa, escribiendo una serie de actividades. Un cerebro masculino definitivamente no puede ser multitareas pero sí puede organizar, sistematizar todas estas situaciones de ubicación espacial.

El sexo se refiere a las características genitales que se tienen, es decir, yo puedo tener vulva, vagina y pechos, pero mi cerebro puede ser masculino y mi orientación sexual puede ser bisexual; es decir, no necesariamente tenemos que hacer que encuadre un pene con un cerebro masculino, o con una orientación sexual heterosexual.

Este ha sido el aporte de nuestros estudios: sensibilizar a la gente, quitar etiquetas. No necesariamente tiene que ver el cerebro masculino o femenino con la orientación sexual homosexual, por ejemplo, como se ha pensado por muchos años.

AIC: Entonces, ¿la poligamia y la monogamia están determinadas por las características de cerebro masculino y femenino?

AMO: Ahí quería de alguna manera integrar este cerebro femenino y masculino, con la poligamia, monogamia, fidelidad e infidelidad. La amígdala madura más tempranamente en el cerebro femenino. Si a nosotros, por ejemplo, nos vendan los ojos y nos dejan en una calle de aquí de Insurgentes a las tres de la mañana, quizá un cerebro masculino dice: «Pues sí me aviento a caminar solito», pero un cerebro femenino va a decir: «No, qué me va a pasar», y tal vez va a empezar a escuchar y reconocer olores, porque esa amígdala está más atenta.

Si vamos a una disco, es más fácil que se desconecte una amígdala en un cerebro masculino y haga más locuras, como copular con un individuo que no conoce, pues es una locura; la cópula es hacerlo con seguridad, es decir, utilizando condón, viendo qué tipo de individuo es con el que estamos, puede ser tal vez un asesino, un psicópata. Estamos en un momento difícil y hay que cuidarnos, no solamente nuestra integridad como individuos sino nuestra salud mental y nuestra salud sexual.

AFN: En el hombre, la fidelidad está vinculada con una hormona que se llama vasopresina, y en la mujer, una hormona que se llama oxitocina. Las hormonas actúan como si fueran llaves sobre una cerradura, son unas moléculas que se llaman receptores, y así como cada llave abre una cerradura, cada una es específica para un receptor; sin embargo, puede haber a veces ciertas variedades de receptores, en el caso de la vasopresina hay tres variedades, o sea, la vasopresina puede meterse en tres tipos de cerradura diferente. En el caso de los individuos que tienden a ser más monógamos, tienen un tipo de receptor, y los polígamos, otro tipo de receptor.

En el caso de la mujer, la hormona del apego es la oxitocina. En el momento en que la mujer empieza a dar pecho al bebé, con el primer amamantamiento se desencadena la liberación de oxitocina y eso le va a producir placer a la madre, y ese placer —no solamente en los seres humanos, también en los mamíferos: ratas, perros— lo vinculan a la cría y eso establece un apego.

Digamos que lo primero que se desarrolló fue el amor maternal, el de madre-hijo, y después, ¿cómo se desarrolló el amor o vínculo con la pareja? En el momento de la relación sexual, pues con la eyaculación hay liberación de oxitocina, incluso antes también. Nuevamente la oxitocina produce placer y entonces sentimos el apego porque la pareja nos produce un placer muy diferente a otro tipo y eso nos vincula a la pareja.

Esa situación es la que permite suponer que quizá los individuos que tienden a ser monógamos, al tener más receptores de ese tipo, cuando tienen la relación sexual probablemente sientan más placer que los que son infieles.

Hay un poema muy bonito de Jaime Sabines que dice que los amorosos buscan, buscan y no encuentran; quizás el infiel busca ese placer y no se satisface con el que le provoca la pareja con quien tiene relaciones, quizá por la falta de esos receptores. No estoy asegurándolo pero podría ser una explicación. En cambio, los que tienen más receptores de la fidelidad, al momento que se libera la oxitocina son estimulados y eso provoca que se sienta un gran apego y una gran necesidad por vincularse con la persona que le provocó un placer muy grande que no es comparable con otro tipo de cosas.

Fuente: CONACYT.

 

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