Como una propuesta para conocer los materiales de construcción sustentable que se ofertan en el mercado mexicano, el urbanista Carlos Luis Delgado, la Dra. Carolyn Aguilar-Dubose y los arquitectos mexicanos Gerardo Velázquez Flores y Karina Schwartzman, con el apoyo de otros colaboradores, desarrollaron el proyecto “Materiales de Construcción Sustentables en México: políticas públicas y desempeño ambiental”.
El proyecto surgió tras una interrogante planteada durante un diplomado impartido en la Universidad Iberoamericana (UIA): ¿Cómo reconocer en el mercado mexicano los materiales que se dicen y realmente son sustentables?
Los académicos cayeron en la cuenta de que no existían estudios para poder responder a ese tipo de interrogantes y decidieron comenzar su propia investigación con financiamiento del Instituto de Investigaciones sobre Desarrollo Sustentable y Equidad Social de la Universidad Iberoamericana.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, el maestro Carlos Luis Delgado habla sobre el proyecto que desarrollan y la situación de sustentabilidad que se vive en ámbito arquitectónico del país.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cómo comenzó su proyecto Materiales de Construcción Sustentables en México?
Carlos Luis Delgado Castillo (CLDC): La investigación nació en uno de los diplomados que tenemos en el Departamento de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana. Nosotros tenemos un diplomado en construcción sustentable, que comenzó en el año de 2006 y un diplomado de Diseño de Comunidades sustentables desde 2009.
Para este tema trajimos en su momento a una experta de Estados Unidos, Penélope Bonda, quien ayudaba a los estudiantes a tener claridad sobre qué criterios tendrían que utilizar para reconocer cuándo estaban ante un material sustentable y cuándo no.
En el marco de este programa, los alumnos preguntaron específicamente sobre México, desde cuáles son los materiales sustentables hasta quién oferta qué. No teníamos respuesta. En ese momento comenzó la investigación en conjunto con la Dra. Carolyn Aguilar-Dubose, el maestro Gerardo Velázquez Flores y la arquitecta Karina Schwartzman, apoyados por el Instituto de Investigaciones sobre Desarrollo Sustentable y Equidad Social.
AIC: ¿Cuál era el propósito original del proyecto y cómo fue evolucionando?
CLDC: Lo primero que se quería hacer era quién ofertaba qué producto sustentable era verificar bien en el mercado mexicano. Teníamos esa preocupación de ayudar a la gente que decía qué onda con los materiales en México, y esto se amplió con el querer trabajar en una propuesta de políticas públicas que incentivaran al sector de la construcción a trabajar con materiales “verdes” y en donde también entraba una idea de etiquetado verde.
Luego teníamos otro apartado que era crear una encuesta que representara una especie de filtro para esas empresas que se decían verdes. Con los resultados de la encuesta la gente tendría insumos para decir, “ah éste tiene rojo, verde o amarillo”, como si se tratara de un semáforo de “alerta”.
Al final, por cuestiones de recursos no se pudo hacer el filtrado pero en lo que sí estamos trabajando es en un manual con la información necesaria para que las personas que trabajan en el sector de la construcción cuenten con criterios para que les permitan ser críticos al momento de hacer una compra y sabercuándo están ante un material sustentable y cuándo no.
AIC: ¿Qué encontraron sobre el consumo de materiales sustentables para construcción en México?
CLDC: Hay una tendencia de algunas personas a pensar en que ciertos materiales, como los naturales, puedes ser usados solo en zonas rurales. A la gente se le haría complicado pensar el uso de adobe o pajareque en una ciudad y resulta ser que, en efecto, hay materiales que a lo mejor no se van a utilizar en términos estructurales para un edificio, pero que perfectamente se pueden utilizar para obras de determinada escala.
Entonces hay un estigma de que los materiales naturales no se aplican para obras de gran dimensión y menos en una ciudad.
También hay un concepto que se llama energía incorporada que está asociado a la cantidad de energía que utilizas para producir un material. Por ejemplo, hay materiales cuya energía incorporada es muy alta como la de las celdas solares, y resulta que la cantidad de energía que se utiliza para hacerlas es mayor a la cantidad de energía que en su vida útil va a poder generar. Es decir, gastan más energía en hacer la celda solar que lo que ella te va a poder dar. Si lo pones como suma y resta no resulta tan redituable en términos energéticos.
A lo que voy con esto es que hay que tener mucho cuidado al escoger los materiales y ver cómo se orientan. Del lado de la arquitectura hay un avance pero todavía existe una brecha entre el deber ser y la realidad.
AIC: ¿Qué seguiría para ustedes en esta investigación?
CLDC: A corto plazo, terminar el manual a finales de año y empezar a poder hacer este cabildeo sobre comenzar a trabajar con los gremios de la industria de la construcción y empezar a incidir en ese sentido a partir de compartir el resultado de este manual en congresos, conferencias y eventos.
AIC: Sobre sustentabilidad en México, ¿cuál es el panorama general?
CLDC: Sí ha habido un avance en términos de la visión sobre la forma en que se está trabajando la construcción y el diseño de edificios y ciudades. Sí hay un consenso de que las cosas se tienen que hacer de una manera más amigable con el entorno natural.
Hace falta justamente un brinco de lo que tenemos en la mente a la acción, pero por desgracia, no necesariamente se cuenta con las herramientas ni con los incentivos para que esto se aterrice de una forma mucho más rápida. Creo que hay una gran brecha entre lo que pensamos y lo que se está viendo en la realidad.
En la academia creo que esa brecha está más corta, pero todavía nos falta bajar de un discurso a una coherencia en el ejercicio profesional y académico.
AIC: ¿Cuándo podría decirse que tomó más fuerza este pensamiento de construcciones sustentables en México?
CLDC: Varios autores concuerdan en que un parteaguas a nivel internacional fue la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro, que buscó un consenso internacional de cómo promover un desarrollo sustentable a escala local y municipal. A partir de esa cumbre se empezaron a manifestar, por ejemplo, tendencias del concepto de ciudad compacta, el desarrollo orientado al transporte, el tema de tratar de ser más eficiente en el ámbito de los recursos.
Ya después el sector económico empezó a alinearse con este discurso ambiental. Los empresarios comenzaron a pensar cómo ser amigables ecológicamente, pero sin mermar las ganancias económicas. Se querían medir para ver qué tanto dejaban de impactar y reducir el consumo de energía eléctrica, de agua.
Cuando comenzaron a quererse medir todos estos desempeños ecológicos para ver qué tanto se avanzaba o no, empezaron a aparecer sistemas de certificación internacionales que trataban de medir qué tan verde o no era un edificio o una ciudad y aparecieron sistemas como el sistema LEED, de Estados Unidos, que desde mi punto de vista es uno de los más populares a nivel internacional y divide sus procesos de certificación a partir de puntos y de créditos.
Luego, en la última corriente, que no es nueva, empezó a notarse que si todos los edificios del mundo fueran LEED, no necesariamente el planeta sería sustentable porque no terminamos de reconocernos como parte de los sistemas naturales, es decir, la naturaleza se sigue viendo como una prestadora de servicios ambientales y en el marco de estas otras visiones, esta visión de diseño y construcción sustentable va ligada a la forma como nosotros comenzamos a relacionarnos con los sistemas naturales.
Nosotros formamos parte de esa naturaleza y la visión sería que no implica que yo deje de construir sino cómo hago una construcción o una ciudad garantizando que ese sistema natural, en el que estoy interviniendo, pueda seguir evolucionando en el tiempo, así como evoluciona la ciudad.
AIC: ¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrenta México en esa vía de la sustentabilidad?
CLDC: Una de las cosas que estoy viendo, como urbanista, no solo en México sino en toda América Latina, es el tema de la forma como manejamos el tema del desarrollo de la expansión urbana.
En los últimos años ha habido una tendencia en México en que las ciudades crecen más de lo que crece la población. Por ejemplo, tenemos una ciudad con X población que ocupa una superficie determinada cierto año y resulta que esa población creció 5% en 10 años, aunque no se trata de una regla, uno podría esperar que la superficie ocupada por esa nueva población en el marco de la extensión territorial girara en torno a ese mismo porcentaje del 5%, pero las ciudades, por lo general, en lugar de crecer ese cinco por ciento, crecen un 30 ó 40 por ciento, una cosa desproporcionada el crecimiento de población con la ocupación de territorio de esa misma población.
Si lo vemos como un organismo, la ciudad tiene un metabolismo, se le llama metabolismo urbano, la ciudad come cosas y desecha cosas. Tomamos agua, consumimos alimentos y luego tenemos desechos.
Desgraciadamente la forma en como estamos consumiendo en este caso territorio, recursos y energía, esa forma no es la más sustentable posible. En la naturaleza, no hay desechos. Si un animal comió una fruta, desecha la cáscara, luego vienen unas larvas y se la comen, se convierte en abono y todo se recicla.
Un factor determinante en la sustentabilidad de las ciudades mexicanas tiene que ver con la forma en cómo se van expandiendo y cómo estamos procesando nuestros recursos, la forma como los producimos, los consumimos y luego los desechamos.
AIC: ¿Qué tan grande es el reto de revertir todos estos problemas que se tienen en lugares como la Ciudad de México?
CLDC: Hay veces que nosotros obviamente vemos el problema tan grande que mejor pensamos en rehacer la ciudad, nos mudamos a otra ciudad y empezamos de cero. Pero es importante empezar con algo.
Siento que incluso ya nos tocaría a nivel personal, nosotros podemos empezar a hacer cambios a nivel personal, por ejemplo en cómo nos movemos a nuestro trabajo.
Se pueden comenzar a hacer grandes cambios a partir de granos de arena, a nivel individual, desde cómo consumimos cosas, cómo construimos edificios.
Estamos entrenados para resolver problemas, pero a fin de cuentas nos enseñaron a separar las variables y atacar las cosas por separado y ya luego desfragmentar el sistema para atacar un cachito de la realidad y trabajar sobre eso, lo cual en términos de la forma de entrenamiento de un sistema complejo resulta lo más viable porque necesitas desfragmentarlo para entenderlo, pero nosotros ahora necesitamos hacer un esfuerzo para regresar a tener una visión mucho más global.
Fuente: CONACYT.
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