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Puertecitos: una comunidad transformada con energías renovables

Vivir sin energía eléctrica resulta inimaginable para la mayor parte de la población de zonas urbanas, pero sumarle a esa situación temperaturas que en el verano llegan a los 50 grados Celsius, resulta en un escenario que hace casi imposible el desarrollo de una comunidad.

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Esas fueron las condiciones en las que vivían los habitantes del ejido Matomí, conocido como Puertecitos, una pequeña comunidad ubicada al sur de San Felipe, en Baja California, hasta que el esfuerzo de un grupo de científicos con apoyos institucionales hizo realidad la instalación de la Micro Red Sustentable de Servicios Energéticos Comunitarios.

La micro red incluye una planta que combina la generación de energías solar y eólica y fue diseñada por investigadores del Centro de Estudios de las Energías Renovables (Ceener) de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).

Gracias al financiamiento del Fondo Sectorial de Sustentabilidad Energética del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Secretaría de Energía (Sener), a principios de 2016 fue posible la instalación de la micro red que ha transformado la cotidianeidad de al menos 20 familias que ahora cuentan con energía eléctrica las 24 horas.

Energía día y noche

En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, el doctor Nicolás Velázquez Limón, jefe del Ceener y responsable de la micro red instalada en Puertecitos, explicó que la tecnología implementada consta de 184 módulos solares que generan 55.2 kilowatts fotovoltaicos.

Esto se combina con un aerogenerador con aspas de seis metros y capacidad de cinco kilowatts, además de un generador diesel de 75 mil voltios por amperio y 174 baterías de dos voltios.

El investigador describió que la micro red tiene también un sistema de almacenamiento de energía de alrededor de mil 500 amperios hora y un cerebro que satisface la demanda de energía durante el día y lo que sobra lo almacena en las baterías para utilizarlo por la noche.

“El sistema tiene una sección de distribución de la energía, eso quiere decir que la energía que llega de fotovoltaico, eólico o del banco de baterías, es de corriente directa y es transformada a corriente alterna por medio de un inversor, el cual alimenta un transformador principal y lo que sigue es lo que normalmente tenemos en nuestras casas, se distribuye la energía por los postes y la comunidad tiene energía como la que tenemos en las zonas urbanas”, detalló.

Transformación social

Uno de los principales cambios que los investigadores y colaboradores del proyecto han percibido a un año de haber sido implementada la micro red, es que ahora las familias del ejido Matomí cuentan con equipos de aire acondicionado necesarios para soportar las altas temperaturas que se registran en la zona.

La falta de energía eléctrica forzaba a las familias a migrar durante el verano a causa de los casos de deshidratación, o de lo contrario, quienes se quedaban pasaban la noche a la intemperie para soportar el calor.

El doctor Nicolás Velázquez consideró que la dotación del servicio de energía eléctrica ha tenido un impacto significativo en la comunidad, que ahora se ve iluminada por las noches y más activa.

“Esto ha revivido y ha hecho que la gente que emigraba ya no lo haga. La gente está ahí por los recursos del mar, por su simbiosis con los norteamericanos que les dan trabajo, la pesca y el turismo que se dan en cierta temporada”, apuntó.

Un modelo comunitario

Aunado a la innovación que representa elegir energías renovables para dotar de electricidad a una comunidad cuyo acceso implica un traslado promedio de una hora desde la zona urbana más cercana, la micro red es acompañada de un modelo comunitario para su administración.

El jefe del Ceener precisó que aunque la UABC sigue desarrollando funciones de supervisión y apoyo técnico, es la propia comunidad la que se encarga de administrarla, lo que conlleva la lectura de medidores, captura de consumos, generación de facturas y cobros.

“La universidad ha sido un ente desde afuera supervisando y ayudando para que la planta se sostenga en la comunidad, que es el reto más fuerte que tenemos ahora”, comentó.

Pero la implementación del modelo comunitario no fue una sencilla ocurrencia. Para determinar su viabilidad, desde 2013 se desarrolló el Estudio socioeconómico del ejido Matomí, por investigadores y estudiantes de la UABC.

Jesús Rivas Alfaro, coordinador del estudio, explicó que el objetivo principal fue conocer si la comunidad sería capaz de administrar la micro red una vez que estuviera operando, además de desarrollar el marco legal necesario para implementar dicho modelo de operación.

“Se evaluó si tienen las capacidades para llevarlo a cabo, una vez que terminamos el estudio determinamos que si bien ellos podían aplicar este tipo de esquemas requerían mucho apoyo por parte de la UABC principalmente y lo que se hizo fue señalar los puntos que requeríamos para que la comunidad fuera quien tuviera el proyecto”, expuso.

Consumos eléctricos

Otro de los aspectos abordados a través del estudio socioeconómico fue el comportamiento del consumo eléctrico previo a la instalación de la micro red y su comparación con las estimaciones de producción de energía de los investigadores.

“Una de las primeras conclusiones a las que llegamos es que es muy diferente el consumo que te puedes esperar de una persona cuando utiliza aparatos eléctricos con generadores de gasolina o diesel, el consumo cambia drásticamente”, mencionó Jesús Rivas.

Indicó que esa ha sido una de las variables medidas en el estudio, que han sufrido modificaciones notorias tras la implementación de la micro red, puesto que las familias comenzaron a adquirir electrodomésticos con los que antes no contaban.

Laboratorio vivo

Para el doctor Nicolás Velázquez, el desarrollo y la implementación de la Micro Red Sustentable de Servicios Energéticos Comunitarios en Puertecitos ha dejado una gran satisfacción para el Ceener porque han logrado traducir en beneficios sociales el desarrollo tecnológico de sus laboratorios.

Pero no solo eso, sino que les ha permitido involucrar en el proyecto a estudiantes de la carrera de energías renovables y de los posgrados del Instituto de Ingeniería de la UABC, para que aprendan directamente en lo que se ha convertido, en un laboratorio vivo.

“Esto ha sido muy interesante porque los estudiantes están viendo los problemas directamente en campo y cuando empezamos a interactuar con los proveedores o los fabricantes que nos vendieron las cosas, se les da un aprendizaje que no se consigue en las aulas”, destacó.

Ahora el Ceener trabaja para dotar al plantel escolar de Puertecitos de un sistema de aire acondicionado que funcione con energía solar, por lo que la colaboración con la comunidad continuará de forma indefinida.

Fuente: CONACYT.

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