Su gran pasión por la naturaleza y el interés por comunicar de manera clara el quehacer científico son parte de lo que define profesionalmente al doctor Carlos Enrique Galindo Leal, director general de Comunicación de la Ciencia de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Licenciado en biología por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, y con una maestría en ciencias, además de un doctorado en filosofía —grados que cursó en la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, Canadá—, Galindo Leal refiere que los científicos deben hablar con palabras que la gente entienda.
“Desafortunadamente en México no veo que haya grandes divulgadores de la ciencia como los tienen o han tenido otros países. Por ejemplo, el naturalista David Frederick Attenborough, de la BBC en Reino Unido, David Takayoshi Suzuki, en Canadá, Félix Rodríguez de la Fuente, en España (…) Pero al preguntarme por un ícono de divulgación científica en México, no doy con nadie y me gustaría que al escribir un libro, alguien que no sea científico me escriba el prólogo; alguien que aparte de ser excelente divulgador, tenga interés en la naturaleza y conozca de ella; Carlos Pellicer resultaría genial si viviera”.
Recientemente, Galindo Leal publicó su último libro Mexicanos por naturaleza de Editorial Paralelo 21 y con el apoyo de la Secretaría de Cultura.
La importancia de saber escribir para comunicar la ciencia
Durante su trayectoria en la Conabio, Galindo Leal se ha dado cuenta que la mayoría de los divulgadores de ciencia provienen del área de comunicación o de las propias ciencias. Sin embargo, reconoce como un gran problema la falta de clases de redacción, gramática y ortografía en los programas de estudio de las carreras científicas, porque para quien se interesa en la transmisión del conocimiento, la principal tarea es escribir. Empero, hay que tomar cursos de redacción dado que la preparación académica no lo contempla, a pesar de que en el quehacer científico continuamente deben desarrollarse artículos, propuestas y reportes.
“Saber escribir es una herramienta ideal de la que se carece durante la formación en ciencias, aun cuando hay libros como el de Raquel Carson en 1962, Primavera silenciosa, que han cambiado el curso de la historia, al hacer que se prohibiera el uso de DDT —dicloro difenil tricloroetano— en Estados Unidos. Cuando tomas ese libro y te preguntas ¿por qué fue tan importante?, te das cuenta de la maravilla de Carson escribiendo, al igual que el líder en conservación Aldo Leopold y su Almanaque del condado de arena. Ambos autores lograron desarrollar la excelente habilidad de la comunicación escrita”.
En México, tras ejercer como director del Programa Bosques Mexicanos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) —de 2003 a 2008— y revisar proyectos para financiar a investigadores, el doctor Carlos Galindo se percató de las limitantes que tienen muchos científicos al escribir. “Para todo es necesario saber hacerlo pero en este país falta mucho una buena enseñanza en materia escrita; además de ser una actividad que requiere práctica y guía”.
Comunicación del conocimiento
El especialista considera que en México, el común de la gente que conoce de la naturaleza suele ser por programas como Animal Planet o Discovery y solo recientemente este último considera la naturaleza de México en sus producciones. Pero la televisión pública, canal 11 y 22, no ha puesto suficiente énfasis en temas de esta índole y, aun cuando cada lugar de México tiene algo de historia, cosas por conocer y contar, porque en el país lo que sobra es riqueza natural y cultural, los programas o series que se transmiten son sobre todo de otros lugares.
El biólogo también afirma que generalmente quienes estudian alguna licenciatura de investigación no hacen investigación; científicos instruidos en el país no terminan siendo científicos. No obstante, si durante el entrenamiento profesional se le diera más importancia a la divulgación, se proporcionarían los medios necesarios y mayores oportunidades a los investigadores para desempeñarse en otras áreas, pues hay poco lugares para prepararse como divulgador de la ciencia. En su caso, se ha hecho básicamente con la experiencia.
Más que comunicación de la ciencia, él le llama comunicación del conocimiento porque para él, comunicación de la ciencia es platicar sobre el quehacer científico, es decir, cómo hacer una hipótesis o cómo obtener información y comunicación del conocimiento es brindar herramientas para aprender a divulgar la ciencia o el conocimiento.
“En Estados Unidos, parte del adiestramiento de los científicos es trabajar con actores para que aprendan a comunicarse y darse a entender mejor. En México, ha habido instituciones públicas que cuando atraviesan por problemas financieros se considera su eliminación porque la gente ni siquiera sabe qué es lo que se hace en esos lugares. En cambio, una vez que se conoce y comprende para qué, se les da su justo valor. Por eso es importante que los científicos usen palabras que la sociedad comprenda y comuniquen claramente lo que se hace en beneficio de la población y del país. Tal es el caso de la Conabio, que genera y promueve conocimiento sobre la diversidad biológica de México y su conservación”.
Más de 20 años fuera del lugar de origen
Algo que distingue a Galindo Leal de otros colegas es haber optado por no especializarse en ningún organismo. Con la mariposa Monarca trabajó seis años pero se inició como mastozoólogo y conoce bastante sobre roedores, venados de cola blanca y jaguares. Asimismo, ha estudiado las aves, anfibios, insectos y más recientemente se ha adentrado en el ámbito de la vegetación. Siempre acompañado de un experto en cada especie y de taxónomos.
“Entre más conoces, más te das cuenta de todo lo que desconoces. Para encontrar maravillas en cualquiera de las especies, solo hace falta ‘rascar’ un poco y para mí, lo mejor es ir conociendo más sobre diferentes especies y aprender sin sesgos acerca de nuevos grupos. Tener la mente limpia permite cuestionar lo que dejas de cuestionarte cuando se domina bien cierto tema”.
Un año después de terminar la licenciatura, se trasladó a Canadá, donde cursó la maestría y el doctorado. En ese entonces tuvo la oportunidad de estudiar y trabajar con el doctor Charles Joseph Krebs, líder en ecología de campo y una eminencia a nivel mundial. Dado el relevante conocimiento de los aborígenes en cuanto a flora y fauna, también convivió con comunidades indígenas del territorio del Yukón.
“Fue una gran experiencia, muy formativa, por tres años estuvimos cada año seis meses en el Yukón, cerca del círculo ártico, en cabañas donde la temperatura podía llegar a 40 grados (Celsius), teníamos 20 horas de luz y solo cuatro de oscuridad. La magia de las auroras boreales la pude observar muchas veces. Canadá es una sociedad multicultural y muy respetuosa. En el occidente del país hay muchos asiáticos, estudiantes de China, Vietnam y Japón, pero también encuentras personas de Rusia, Italia o Grecia”.
De Canadá se fue a California, donde estuvo a cargo de un programa de conservación tropical en la Universidad Stanford, Palo Alto; allí coordinó proyectos en Costa Rica, Ecuador, Perú, Guatemala, México y Madagascar en África. Años después, en Washington D.C., se desempeñó en la conservación de ecorregiones amenazadas como el bosque atlántico de Brasil, Paraguay, Argentina, Madagascar y las islas del océano Índico y el archipiélago filipino.
En lo que fue un lapso de 23 años, de 1980 a 2003 —aunque con intervalos de regresos anuales a México, sobre todo para las fiestas decembrinas—, impartió cursos en países de América Latina como Nicaragua, Panamá, Cuba, Ecuador, Colombia, Venezuela y Chile.
“Creo que conozco casi todos los países del continente y me fascina la diversidad natural, cultural y musical que hay en cada región porque es complementaria a todo lo que tenemos en México. Soy amante de la música folclórica y tengo una colección de instrumentos que fui haciendo al viajar a esos países. La comida es otra parte que disfruto mucho, me gusta probar lo que se hace en cada sitio”.
Entre la arqueología y la biología
Cuando el doctor Carlos Galindo tiene tiempo libre, lo divide entre la biología y la arqueología. “Me apasiona la historia de México, fundamentalmente la época prehispánica y cuando hay ocasión visito sitios arqueológicos. Considero que hay mil cosas que no entendemos, empezando con el emblema de este país. Lo que más me fascina y ya no hago muy a menudo es salir a caminar solo en las montañas. Cuando viajas solo funcionas de manera distinta, la percepción cambia completamente, se está más alerta, con más adrenalina, escuchas y ves más”.
Hace algún tiempo que ha tenido que rechazar invitaciones para seguir yendo a otros países a dar cursos o conferencias. “Ahora mi prioridad es la familia, todas las noches toco la guitarra con mi hijo de ocho años. También hacemos manualidades, pues desde la secundaria gusto de hacer máscaras con papel maché y para los cumpleaños de mi hijo hacemos la piñata juntos. Otra de nuestras actividades es andar en bicicleta”.
Al preguntarle cuál de sus experiencias profesionales ha sido la más fructífera o la que más extraña, menciona que no hay añoranzas porque siempre es ver hacia delante y cada situación ha sido muy distinta, como tener diferentes vidas, actualmente está en la que considera su etapa más productiva.
“Durante los primeros años me dediqué a la investigación, posteriormente trabajé con diversas organizaciones de la sociedad civil y actualmente me dedico a la divulgación de la ciencia, donde cuento con un equipo de 20 personas, entre biólogos, diseñadores, fotógrafos de naturaleza, comunicadores y especialistas audiovisuales. Un equipo así permite multiplicarse y hacemos mucho por la educación poniendo al alcance diversos productos a través de Internet, los cuales espero sepan aprovecharse bien porque valen muchísimo la pena”, concluye.
Fuente: CONACYT.
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