El grupo de trabajo “Indígenas y espacio urbano” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) tiene como objetivo principal generar un espacio de discusión e intercambio sobre las problemáticas que viven los indígenas en las ciudades de América Latina.
“Lo que se busca es proporcionar una plataforma de conocimientos que contribuya con la inclusión efectiva en las políticas públicas de estos grupos indígenas que ya residen en los espacios urbanos”, señaló Jorge Enrique Horbath Corredor, investigador de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) unidad Chetumal y coordinador del grupo.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el Investigador Nacional nivel II (SNI) indicó que la vulnerabilidad social y laboral de la población indígena se han agudizado debido a que las comunidades rurales experimentan un desequilibrio ecológico.
De acuerdo con el investigador, este desequilibrio ecológico se acompaña de un fenómeno conocido en las ciencias económicas como la “enfermedad holandesa”.
“Este fenómeno económico se refiere a la concentración de recursos en actividades productivas, en especial de carácter extractivo, como el caso de las actividades petroleras, de extracción de gas o refinerías, pero a las que se pueden sumar otras actividades que concentran capital, como las actividades de turismo, que para el caso de la península de Yucatán en la zona del Caribe y la Riviera Maya, son bastante relevantes”, apuntó.
Migración hacia las oportunidades laborales
Para Horbath Corredor, la manifestación de la concentración de capital tiene como consecuencia la alteración ecológica de la articulación entre la población y el medio ambiente. En especial, esto afecta las actividades productivas tradicionales en las que grupos y comunidades indígenas se han involucrado desde tiempos inmemoriales.
“Obliga a que las actividades productivas agrícolas sean menos rentables y a que los colectivos indígenas deban buscar nuevas estrategias de sobrevivencia, principalmente sustentadas en la migración”, señaló.
La consolidación de las ciudades en la segunda mitad del siglo veinte trajo consigo una gran oleada de migración proveniente del campo y en el presente este proceso migratorio vuelve a estar vigente.
“Lo que vemos es la llegada de este tipo de nuevos ciudadanos que provienen de las zonas rurales y de comunidades indígenas. No es un fenómeno exclusivo de Latinoamérica sino que hay incluso contactos con colectivos de otros continentes donde tienen exactamente el mismo proceso”, apuntó Horbath Corredor.
Para el investigador, este fenómeno socioeconómico y sociopolítico es relevante debido a que recrea prácticas discriminatorias que ahondan los problemas sociales que siguen padeciendo los grupos indígenas, quienes se caracterizan nuevamente por ser reiterados ante procesos de exclusión y marginación que se intensifican cada vez más.
Entre los factores determinantes de estos procesos se encuentra la minimización de los costos laborales unitarios como una forma de impulsar el crecimiento económico de las ciudades y, en especial, de los mercados urbanos de trabajo de la región latinoamericana.
“Esa reducción se hace cada vez más severa en la medida en que más población llega a las ciudades y es fuerza de trabajo disponible, con muchas necesidades y que prácticamente acepta para poder sobrevivir cualquier tipo de pago”, señaló el investigador.
La enfermedad holandesa en el sureste mexicano
La enfermedad holandesa refiere a un fenómeno del siglo pasado, cuando en los Países bajos se implementó una estrategia para producir petróleo y gas para que se mantuviera una seguridad energética, lo que trajo como consecuencia la alteración de la estructura productiva.
“En el campo la gente estaba acostumbrada a trabajar como campesinos en actividades agrícolas. Cuando fueron a buscar gas en las zonas rurales, toda la fuerza de trabajo campesina se aboca a trabajar en la industria gasífera y petrolera, que obviamente pagaba mucho mejor”, describió.
Los adultos de la siguiente generación, conformada por los hijos de los antes campesinos, se vincularon también con las actividades gasíferas y petroleras, dejando de lado el aprendizaje, conocimientos y la memoria del trabajo en la tierra y campo.
“Apenas se corta una generación ya no hay manera de recuperar ese conocimiento. Que una nación no tenga el conocimiento de sembrar, cultivar, cosechar, es una pérdida substancial porque es una pérdida de memoria de la sustentabilidad alimentaria”, apuntó.
En sureste de México, el polo de atracción turística que representa Playa del Carmen, Cancún, la Riviera Maya, Tulum y Mérida requiere el aumento de la necesidad de mano de obra indígena, que no únicamente proviene de las zonas mayas peninsulares sino también de Chiapas y Oaxaca.
“Es un proceso fuerte porque este tipo de procesos conlleva a que la población esté abandonando el campo y la pregunta es ¿quién va a cultivar luego?”, señaló.
Creación del grupo “Indígenas y espacio urbano”
La formación del grupo de trabajo tiene sus antecedentes en un proyecto que el doctor Jorge Horbath desarrolló como investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) México para el Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL), orientado al estudio de las problemáticas de indígenas en la Ciudad de México.
Más tarde, como investigador adscrito a Ecosur unidad Campeche, desarrolló el proyecto “Exclusión, discriminación y pobreza de los indígenas urbanos en México”, que contó con el financiamiento de Investigación Científica Básica del Conacyt.
“Es un proyecto que vengo trabajando por etapas. En esta primera etapa que iniciamos con el proyecto de Ciencia Básica se cubrió la información de ciudad de México y Guadalajara como dos grandes ciudades, contrastándolas con las principales ciudades del cinturón urbano de la región sureste de México”, describió.
Aunque el fragmento territorial estudiado como parte del proyecto fue grande, los investigadores trabajan actualmente para extender el proyecto a otras regiones del territorio mexicano, como las ciudades del norte de México y la región del Bajío.
“Es un proyecto que recién va creciendo y es una estrategia para que sea permanentemente un tema vigente en la agenda, no solo en la agenda de investigación de ciencias sociales sino colocarlo en la agenda de la política pública que es nuestro objetivo”, señaló.
Encuentros internacionales
Entre los resultados del proyecto, el investigador organizó el Primer Seminario Internacional «Indígenas en las ciudades de las Américas”, para el que se encargó de contactar a los especialistas de ciencias sociales enfocados en este tema de investigación, lo que permitió también conformar el grupo de trabajo para el Clacso.
Como parte del grupo de trabajo, María Amalia Gracia, investigadora de Ecosur unidad Chetumal, se dedica a analizar las condiciones de vida de distintos grupos y etnias indígenas, principalmente en las ciudades del sureste mexicano.
La Investigadora Nacional con nivel II (SNI) se enfoca en el estudio de los procesos de segregación espacial —expresados en la distribución de los pobladores de acuerdo con su nivel socioeconómico y en distintas desigualdades en el acceso y calidad de vida para los ciudadanos— y de discriminación étnica (por la apariencia física) y socioeconómica que viven los indígenas cuando llegan a ciudades que no los integran y a políticas públicas que no los contemplan como tales.
«En el encuentro de 2016 trabajé estos procesos a partir de resultados de investigación en la ciudad de Guadalajara y en 2017 sobre la ciudad de Mérida», describió la investigadora.
El grupo de trabajo está conformado actualmente por 67 investigadores y 34 centros de investigación de todo el continente, desde Canadá hasta el archipiélago de Tierra de Fuego, que trabajan desde disciplinas como la sociología, ciencias políticas, historia, antropología, ciencias de la educación y economía, entre otras.
“Hemos tenido muy buena acogida con el grupo de trabajo y para el seminario tuvimos que hacer una selecciòn de propuestas que dio lugar a una gran diversidad tanto generacional como por género, etnia, por profesiones y por territorio”, apuntó Horbath Corredor.
En la segunda edición del seminario, realizada en agosto del presente año, participaron 39 investigadores con 28 ponencias. Entre los participantes estuvieron 25 mujeres y 14 hombres que representaron a 14 países del continente.
“Lo importante es que se unieron los maestrandos y los doctorandos, que son estudiantes de este colectivo de investigadores y se vincularon por videoconferencia desde cada centro de investigación”, agregó el investigador.
«Los grupos de trabajo conformados por investigadoras e investigadores de alto nivel permite debatir, compartir, cuestionar y contrastar los resultados de las investigaciones que realizamos, revisar cuestiones teórico-metodológicas y entender los fenómenos de manera amplia al comparar lo que sucede en otras regiones y países que tienen muchas cosas en común, pero también diferencias. Esto es de gran importancia para profundizar el conocimiento y poder aportar soluciones a los problemas», destacó María Amalia Gracia.
Fuente: CONACYT.
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