Conocer cómo funcionan las cosas, construir, organizar el trabajo en equipo y, sobre todo, divertirse es parte de los fundamentos que niños de seis a trece años aprenden en los cursos de robótica que ofrece el Laboratorio de Robótica Móvil “Dr. Manuel Rubín Falfán”, dirigido por Gustavo Rubín Linares, de la Facultad de Ciencias de la Computación (FCC) de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Estos cursos fueron resultado de la experiencia de imponer un récord Guinness en 2014 después de que niños de Puebla y la Ciudad de México construyeran e hicieran funcionar de manera simultánea mil 867 robots controlados por tonos emitidos por un solo celular en la Ciudad de México, en un evento convocado por instituciones como la BUAP, el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
A cuatro años de aquella experiencia, el doctor Rubín Linares menciona en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt que son cerca de 800 estudiantes de primaria y secundaria quienes desde entonces han aprendido robótica y programación en talleres organizados en 12 módulos, aunque estos se van acoplando a las demandas de conocimientos y habilidades de los propios estudiantes.
“El curso se imparte en módulos a través de periodos, dos en primavera, otro en verano de esquema abierto, y luego en otoño se abren nuevamente dos periodos con el esquema de seguimiento curricular. Hay niños que después de tomar su primer módulo siguieron y ahora ya van en el módulo 12, que sería el equivalente a un trimestre de la carrera. En este caso los niños ya saben programación”.
Rubín Linares afirmó que el objetivo es incentivar la ciencia y la tecnología en los menores y contribuir en la formación de mejores estudiantes de ingeniería, electrónica, computación y robótica. Adicionalmente, los estudiantes y egresados de licenciatura que participan como instructores y auxiliares en estos cursos también desarrollan habilidades docentes y refuerzan los conocimientos aprendidos en clase.
“Queremos romper el esquema tradicional de educación, los niños no vienen a copiar o tomar dictados, ellos vienen a descubrir. Y lo primero es que en nuestras áreas de robótica aprenden jugando conceptos de abstracción matemática, razonamiento, capacidad de retención y habilidades de trabajo en equipo, un aspecto que por ejemplo a nivel investigadores, a veces nos falla”.
“Sé que me voy a divertir”
“Me gusta mucho la robótica y vengo porque sé que aquí me voy a divertir; todo lo que me han enseñado me ha gustado, sobre todo cómo armar cosas, cómo funcionan”, relata Juan Manuel Fuello Torres, un niño de 12 años que ya realiza su proyecto final para crear lo que será su primer teléfono celular, mediante el modelado, asignación de funciones para cada botón, programación y armado del prototipo.
En los primeros cursos de robótica, los niños trabajan con materiales didácticos reconocidos a nivel nacional e internacional, como K’Nex que también utiliza motores que no se programan pero que impulsan sus habilidades para construir estructuras de cualquier tipo, a base de poleas, engranes y otros materiales que les permiten conocer la mecánica y la física de los dispositivos con los que juegan, o bien de los electrodomésticos que tienen en su casa, explica Pilar Amador Alarcón, egresada de la FCC y apasionada instructora de los niños.
“También hay módulos donde aprenden con LEGO, con los que, además de la construcción, los niños juegan con la programación, así empiezan a trabajar con algoritmia, posteriormente, ya que adquirieron ciertas habilidades, inician con las plataformas abiertas, como por ejemplo robots de plataforma libre diseñados en el laboratorio de robótica móvil, así abarcan física, mecánica, programación y programación avanzada”, comenta Pilar Amador.
El timbre sonó y los niños salen a jugar con los instructores y auxiliares, comen su almuerzo y esperan ansiosos entrar nuevamente a los salones para seguir conociendo sobre cómo funcionan las cosas y saber cuál será su nuevo proyecto.
Fuente: CONACYT.
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