Unos cuantos chapoteaderos de plástico dentro del laboratorio realizaban la función de estanques. Era el inicio de la década de 1990 y la información sobre la biología del pez y los requerimientos técnicos para mantenerlo en cautiverio era escasa.
La obtención de los reproductores fue todo un reto, no solamente por tratarse de una especie en peligro de extinción sino porque, si se extrae muy rápido del mar, su vejiga natatoria —codiciada en el mercado asiático— se hincha y provoca la expulsión del estómago y la consecuente muerte del organismo.
Transcurrieron cinco años antes de que las albercas de plástico se convirtieran en estanques de concreto con capacidad de 30 metros cúbicos, donde se reprodujo por primera vez la totoaba (Totoaba macdonaldi) por medio de técnicas de acuacultura, hecho que dio pie a la construcción de la Unidad de Biotecnología en Piscicultura (UBP) de la Facultad de Ciencias Marinas, en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).
Desde entonces, el perfeccionamiento del protocolo de reproducción de la totoaba ha evolucionado en la UABC hasta convertirse en uno de los proyectos científicos emblemáticos de la entidad, emanado de la institución que sembró la semilla para la instalación de centros de investigación que abarcan los más variados campos del conocimiento.
Del astro al nano
Tres telescopios cuyos espejos tienen diámetros de 2.1, 1.5 y 0.84 metros, fueron hasta hace tres años los únicos instrumentos del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) Sierra de San Pedro Mártir, sitio que, por su privilegiada ubicación, en los últimos años ha sido foco de atracción de proyectos internacionales que contemplan la instalación de ocho telescopios más, uno de los cuales ya está operando.
Promover el incremento de tres a once telescopios en apenas unos años ha representado esfuerzos extraordinarios para el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (IAUNAM-E), campus Ensenada, como ocurrió también con la gestión de otra de las instituciones más importantes en Baja California: el Centro de Nanociencias y Nanotecnología (Cnyn).
Fue en 1979, cuando la UNAM inauguró el telescopio de 2.1 metros del OAN, que las autoridades universitarias consideraron la viabilidad de abrir un laboratorio del Instituto de Física de la UNAM en el estado, donde ya se había establecido de forma incipiente el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE).
Fue el doctor Leonel Cota Araiza quien, junto con dos técnicos, llegó en 1981 y montó el laboratorio del Instituto de Física en uno de los salones del IAUNAM-E, lo que en 1997 con un edificio propio se convirtió en el Centro de Ciencias de la Materia Condensada y posteriormente, el Cnyn.
En entrevista, el doctor Leonel Cota relató que en aquel entonces se emprendieron los primeros proyectos de investigación sobre física de superficies, propiedades ópticas de sólidos, catálisis y materiales compuestos.
“La física de superficies empezó a evolucionar hacia una física de dimensión restringida, física en partículas pequeñas, que es ahora la nanociencia, nanopartículas y nanotecnología, de forma espontánea nos fuimos orientando hacia las nanociencias, fue una evolución natural hacia lo que nosotros sabíamos hacer”, narró.
A lo largo de los años, las primeras cinco líneas de investigación evolucionaron como lo que ahora son los departamentos del Cnyn y más recientemente, se adhirió el Departamento de Bionanotecnología, conformado por investigadores del Instituto de Biotecnología de la UNAM.
El Cnyn cuenta ahora con 42 especialistas, de los cuales 40 pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), todos concentrados en novedosos proyectos que destacan por la búsqueda de aplicaciones y vinculación con otros sectores fuera del ámbito académico.
El doctor Óscar Edel Contreras López, exdirector del Cnyn, ejemplificó que el uso de nanopartículas de plata en el campo de la biomedicina es uno de los proyectos donde se ha establecido una colaboración que va desde los laboratorios hasta los hospitales.
“Más que proponer fármacos, lo que se quiere proponer en este proyecto son alternativas de materiales que no son propiamente fármacos pero que van a incidir directamente en tratar el virus o la bacteria y no como un tratamiento genérico para sobrevivir la enfermedad”, subrayó.
Otro de los proyectos vigentes en el Cnyn es la instalación del Laboratorio Nacional de Nanofabricación (Nanofab), infraestructura que ha estrechado vínculos con el sector industrial para el desarrollo de innovación y proyectos conjuntos.
Para Óscar Edel Contreras, Nanofab ha generado un proceso de reconocimiento del potencial que, por su infraestructura y capacidad técnica, hacen de la institución un punto de atracción para el sector empresarial que demanda innovadoras tecnologías.
Proyectos históricos
Con una plantilla laboral conformada por 214 investigadores —casi 80 por ciento perteneciente al SNI—, 207 técnicos, 121 empleados en el área administrativa, 568 estudiantes de posgrado y 341 proyectos de investigación en curso, el CICESE es sin duda una institución de referencia cuando de ciencia en Baja California se habla.
El CICESE aporta al desarrollo científico nacional con sus investigaciones en ciencias del mar, de la Tierra, de la vida, físicas; la formación de recursos humanos a través de sus 18 programas de posgrado; la vinculación con entidades públicas y privadas, y una infraestructura y herramientas de frontera como el supercómputo, más de 300 laboratorios de investigación con equipo único en Latinoamérica y su buque oceanográfico Alpha Helix.
Pero el nivel de sus investigaciones ha posicionado a este centro Conacyt no solamente en la región noroeste del país, sino como institución líder a nivel nacional, lo que le ha valido la obtención de proyectos con inversiones de magnitudes inéditas para el sector científico mexicano.
Tal es el caso del Consorcio de Investigación del Golfo de México (Cigom), proyecto que en un periodo de cinco años recibirá una inversión por el orden de los mil 500 millones de pesos, procedentes del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Secretaría de Energía (Sener), en el que participan 10 instituciones académicas lideradas por el CICESE.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, el doctor Guido Marinone Moschetto, director del CICESE, explicó que parte del proyecto contempla la realización de mediciones físicas, químicas y biológicas para conocer el estatus actual y la variabilidad natural del ecosistema del golfo de México.
El objetivo es generar nuevo conocimiento desde un enfoque multidisciplinario y, en el contexto de la búsqueda de hidrocarburos en mar profundo, construir modelos y generar mapas de riesgo que permitan atender en tiempo y forma probables derrames de petróleo.
“Necesitamos saber cómo están las cosas en estos momentos, medirlas y después poder predecir la circulación y todos los parámetros, la biología, migración de especies, tanto en lo natural como en el caso de otro derrame petrolero”, expuso.
El Centro Mexicano de Innovación en Energía Geotérmica (Cemie-Geo) es otro de los proyectos actualmente liderados por el CICESE que resultan inéditos por la magnitud de su inversión: casi mil millones de pesos en un periodo de cuatro años, destinados a la evaluación de los recursos geotérmicos nacionales, desarrollos de exploración y para explotación, y la promoción de los usos directos del calor geotérmico, por ejemplo, en procesos industriales como climatización de invernaderos, bombas de calor y sistemas para la generación de clima controlado, entre otros.
La migración desde El Colef
No todo en Baja California son ciencias naturales y El Colegio de la Frontera Norte (El Colef) es prueba de ello: 119 científicos sociales dedicados al desarrollo de conocimiento en economía, migración, administración pública y medio ambiente, entre otros campos.
La Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (Emif Norte) es uno de los proyectos que demuestran la constancia de El Colef en el estudio de los flujos migratorios laborales entre México y Estados Unidos.
Vigente desde 1993, la Emif Norte aporta elementos de análisis basados en información directa y confiable sobre la dinámica, magnitud y características de los flujos migratorios de trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos.
En entrevista, el doctor Alberto Hernández Hernández, presidente de El Colef, señaló que el reciente cambio en la administración federal estadounidense propició, desde el último trimestre de 2017, que el colegio comenzará a tomar como materia de análisis y estudio temas como la posible construcción de un muro fronterizo entre Estados Unidos y México, los dreamers y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
“El Colef siempre ha tenido una liga muy evidente con los sectores públicos, los distintos órdenes de gobierno, hay mucha cercanía con el gobierno federal en términos de diseño e implementación de políticas y eso es importante, también mucho contacto con el gobierno local, de manera que nuestra fortaleza tiene que ver con este vínculo y otro vínculo que tiene que ver con el sector social”, destacó.
Ciencia y desarrollo sustentable
Veinticinco años han transcurrido desde que la UABC comenzó a experimentar con el cultivo de totoaba. Hoy sus objetivos son ambiciosos: 66 millones de pesos de inversión entre los gobiernos federal y estatal y la universidad para ampliar los laboratorios de cultivo y la eventual producción de un millón de crías al año.
El doctor Juan Vaca Rodríguez, director de la Facultad de Ciencias Marinas de la UABC, estima que alcanzar dichos objetivos representará para Baja California la materialización de un programa de repoblamiento y la posibilidad de rescatar una especie que sigue catalogada en riesgo de extinción.
“Queremos que salga del estatus en peligro de extinción y se pueda en un momento dado activar la economía de pesca deportiva, por ejemplo, y que de manera legal repercuta positivamente en la economía de los bajacalifornianos y sonorenses que viven en el Alto Golfo de California”, afirmó.
Las experiencias con la totoaba desde la UABC, institución con 421 investigadores nacionales, simbolizan los esfuerzos de la comunidad científica bajacaliforniana por conservar sus recursos naturales e impulsar biotecnologías como la vía para el desarrollo sustentable.
Fuente: CONACYT.
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