La escasez de recursos económicos, la insuficiencia de personal y las carencias en materia de infraestructura no han permitido el desarrollo idóneo de la investigación científica en esta entidad. El titular de la Coordinación General de Investigación Científica (CGIC) de la Universidad de Colima (Ucol), Alfredo Aranda Fernández, y la jefa de la División de Estudios de Posgrado e Investigación del Instituto Tecnológico de Colima (ITC) —perteneciente al Tecnológico Nacional de México (Tecnm)—, Ramona Evelia Chávez Valdez, coinciden en que el problema fundamental es el financiamiento, que en ocasiones impide obtener los resultados esperados.
Aranda Fernández ejemplifica que por su alta exposición a fenómenos vulcanológicos, sísmicos e hidrometeorológicos, esta región es considerada un laboratorio natural para los estudios relacionados con el área de las ciencias de la Tierra, pero en el caso del Volcán de Colima la falta de recursos ha provocado que una parte de los esfuerzos de la Ucol quede únicamente en la labor de monitoreo de la actividad volcánica.
Por tanto, apunta el académico, ante la insuficiencia del apoyo financiero de las autoridades a las tareas de vigilancia del volcán, la Ucol ha destinado a esa labor recursos humanos y materiales que podrían apoyar otros aspectos en el ámbito de investigación, donde siempre hay necesidades.
Aunque el monitoreo es indispensable para la investigación, comenta, es un aspecto muy técnico que implica tener estaciones, equipos y estar revisando la información, que es un insumo para los tomadores de decisiones y para los investigadores.
A juicio de Alfredo Aranda Fernández, quien es doctor en física por la Universidad de Texas, los científicos deben continuar realizando el monitoreo volcánico, pero propone que los gobiernos de todos los niveles integren un fondo económico para que estas tareas se lleven a cabo, con el fin de que la universidad pueda canalizar sus recursos a hacer más investigación.
Precisa: “Tenemos buena relación con la gente del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), con Protección Civil estatal y nacional, mientras que con el mismo gobierno del estado siempre hay una buena comunicación, pero las situaciones de las finanzas de los gobiernos siempre son complicadas”.
Si bien señala que hay científicos de diversas regiones del mundo que están estudiando el también llamado Volcán de Fuego, Aranda Fernández considera importante que la Ucol pueda conformar un grupo más fuerte de investigación en el área de ciencias de la Tierra, pues actualmente solo cuenta con cuatro expertos en esa materia, que son investigadores con estudios muy relevantes y consistentes sobre algunos aspectos de sismología y vulcanología.
“El Conacyt nos ha apoyado muchísimo a través de las convocatorias —explica—, nuestro grupo en los últimos años ha obtenido apoyo para tres o cuatro proyectos relacionados con el volcán, pero si tuviéramos un grupo más grande de investigadores, se podría hacer otro tipo de monitoreo y tratar de entender el funcionamiento básico de los volcanes, de los que hay cosas que todavía no sabemos”.
Esta problemática financiera que se vive en lo relacionado con las ciencias de la Tierra se replica en todas las áreas de la investigación científica, dice Aranda Fernández, quien sin embargo aclara que no en todos los casos hay problemas como el del monitoreo, por lo que “los pocos recursos que hay sí se van para investigación”.
El vínculo con los productores
En el caso particular de biotecnología, expone el investigador, “hay un área de salvación que hemos empezado a explorar con sustento: tiene una aplicación muy directa, entonces se puede trabajar generando recursos propios con productores, empresas de alimentos, etcétera. Es una de las maneras como las grandes universidades se sustentan y en el caso mexicano estamos aprendiendo a hacer esto de manera productiva, pero sustentada, no hacer el negocio por el negocio, sino usar el conocimiento para hacerlo bien y eso no es fácil”.
La responsable de Posgrado e Investigación del ITC, Ramona Evelia Chávez Valdez, quien es maestra en gestión de tecnologías de la información, expone que la investigación científica en esa institución educativa se desarrolla a partir de diversos proyectos enfocados en la atención del sector productivo, principalmente el agropecuario.
Desde 2015, añade, el ITC ha trabajado de manera muy cercana con varios de los sistemas producto, entre ellos el limón, el café, el plátano y ornamentales, mientras que en acuacultura desarrolla un proyecto de gran impacto con productores de camarón.
Sin embargo, reconoce que en el desarrollo de los proyectos en esa institución se han presentado retos y obstáculos, algunos de ellos relacionados con el financiamiento y otros con la formación, por los tiempos que exigen los planes de estudio.
Lo anterior, “de repente nos impide tener los resultados esperados, porque desde la academia nos cuesta coordinar los tiempos del empresario con los que marcan nuestros programas de estudio o algunas convocatorias emitidas por instituciones de gobierno, pero hemos hecho muy buenos esfuerzos tratando de que estos obstáculos se venzan o se solventen en conjunto con los aliados que tenemos en el sector productivo, por lo que estamos contentos porque en los últimos años hemos tenido resultados que antes no habíamos visto”.
En relación con el financiamiento, la titular de Posgrado e Investigación del ITC informa que el presupuesto anual es de poco menos de un millón de pesos, proveniente de la aportación del gobierno estatal y de los ingresos propios, que se aplica en los programas del Verano de formación de jóvenes investigadores, el apoyo a estudiantes que participan en el programa Delfín que coordina el Conacyt, así como la atención de los insumos y refacciones para los prototipos de proyectos con el sector productivo y las publicaciones en revistas científicas.
No obstante, ante el crecimiento de la participación tanto de profesores como de estudiantes, los recursos han sido insuficientes, por lo que algunos años se han tenido que reducir los apoyos para estancias de investigación.
Chávez Valdez indica que en los últimos tres años, los investigadores del ITC han conseguido financiamiento por parte del Tecnológico Nacional de México y el Conacyt, a través de su Programa de Estímulos a la Innovación (PEI), así como de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem).
Otra fuente de financiamiento se ha derivado de las alianzas con los sectores productivos. “Los productores de Colima han sido nuestros aliados. El compromiso que hemos tenido con ellos es que nosotros como institución académica les desarrollamos el prototipo, pero ellos una vez desarrollado y probado harán la réplica los que requieran para el funcionamiento o el mejoramiento de sus espacios productivos, y han aportado en cierta medida los recursos económicos para el desarrollo de esos prototipos. Esto constituye un beneficio directo inmediato y ellos están conscientes de que la tecnología que se está desarrollando cae en el renglón que nosotros llamamos modelo de utilidad, que aporta funcionalidades muy específicas y en muchos casos nosotros usamos lo que ya está hecho, pero con una parte de innovación, ya sea en el proceso o en el producto”.
Recursos humanos
De acuerdo con el más reciente reporte de la CGIC de la Ucol, fechado en enero de 2018, el total de profesores de la Universidad de Colima que actualmente pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) es de 205, de los que 132 son hombres (64.4 por ciento) y 73 son mujeres (35.6 por ciento).
El documento establece que conforme a su nivel en el SNI, 47 profesores tienen la categoría de candidatos (23 por ciento), 126 se encuentran en el nivel I (61.4 por ciento), 24 están en nivel II (11.7 por ciento) y ocho son nivel III (3.9 por ciento).
Según el área del conocimiento, los profesores investigadores de la Ucol que forman parte del SNI se distribuyen de la siguiente manera: 30 en ciencias de la Tierra y físico-matemáticas (14.6 por ciento), 29 en biología y química (14.1 por ciento), 33 en medicina y ciencias de la salud (16.1 por ciento), 44 en humanidades y ciencias de la conducta (21.5 por ciento), 44 en sociales y económico administrativas (21.5 por ciento), ocho en ciencias agropecuarias y biotecnología (3.9 por ciento) y 17 en ingenierías (8.3 por ciento).
El reporte indica que en la actualidad los académicos de la Ucol tienen 22 proyectos de investigación vigentes, con un financiamiento total de 35 millones 154 mil 970 pesos por parte del Conacyt, en algunos casos en conjunto con otras instituciones.
Nueve proyectos pertenecen a las áreas de físico-matemáticas y ciencias de la Tierra, cinco a las de biología y química, cuatro a medicina y ciencias de la salud, mientras que con uno cada una se encuentran biotecnología y ciencias agropecuarias, ingenierías, humanidades y de la conducta, así como sociales y económico administrativas.
En relación con la productividad académica de la Universidad de Colima, Scopus, la base de datos más grande de documentos académicos con revisión de pares, reporta que desde 1985 hay un registro de mil 635 documentos, entre ellos artículos, libros, capítulos de libros, memorias de congresos, etcétera.
En el periodo comprendido de 2013 a 2016, la base de datos muestra un total de 565 documentos, 34.6 por ciento de toda la productividad registrada de la institución, mientras que en 2016 fueron 158 los documentos registrados.
El Instituto Tecnológico de Colima, a su vez, tiene dos docentes que pertenecen al SNI, una en nivel I y otro en la categoría de candidato. “Sin embargo, hay doctores que se postularán y esperemos que en un corto plazo contemos con un número mayor”, menciona Ramona Evelia Chávez Valdez.
Los proyectos de investigación en el ITC se realizan en el marco de dos maestrías: la primera en arquitectura sostenible y gestión urbana y la segunda en sistemas computacionales. Esta última se encuentra en el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) del Conacyt, lo que “nos ha permitido realizar investigación aplicada y generar desarrollos tecnológicos a favor del agro colimense y de algunas instituciones del sector gubernamental”. En esta maestría en sistemas participan como docentes cuatro doctores y siete maestros, de los que nueve han mantenido el reconocimiento de perfil deseable desde hace algunos años.
A la vez, prosigue Chávez Valdez, la ingeniería en mecatrónica ha detonado mucho con la creación del proyecto Ecoexprés: vehículo eléctrico tipo E-trike cero emisiones, que ofrecerá ventajas significativas con respecto a los de combustión interna, como contaminación nula de gases de escape, sustantiva simplificación mecánica, par motor constante, alta eficiencia, bajo ruido y bajo costo.
“Aunque fue dirigido para optimizar entregas a domicilio de tiendas de reparto —explica—, se puede utilizar como vehículo para transportar personas y cualquier tipo de mercancía. La duración de la batería es de más o menos cinco horas y actualmente se trabaja para que el sistema de recarga sea autosustentable o autogenerador de su propia energía”.
Junto con el anterior, la planta académica del ITC desarrolla en estos momentos un total de once proyectos de investigación. Entre los planes del Departamento de Posgrado e Investigación se encuentra consolidar los proyectos en desarrollo y continuar con la gestión de la propiedad intelectual de cada uno de ellos con fines de comercialización.
“Hemos venido creciendo en los últimos tres años con el registro de derechos de autor de los software que se han desarrollado para alguna de las empresas; sin embargo, apenas empezamos a dar pasos en el renglón de patentes. En un principio tenemos proyectadas dos: una con el proyecto del prototipo para las granjas de camarón y otra para el proyecto Ecoexprés”, puntualiza Ramona Evelia Chávez Valdez.
Alfredo Aranda Fernández ubica los inicios de la investigación científica en Colima, en su concepto actual, hace alrededor de 36 años en la Ucol, con diferentes fases de desarrollo, pero en la actualidad los grupos de investigadores que han logrado fortalecerse y consolidarse en mayor medida son los de ciencias biomédicas y los físico-matemáticos.
Respecto de los mecanismos de financiamiento de la investigación en la Universidad de Colima, 99 por ciento de los recursos proviene de los proyectos que son presentados al Conacyt por los investigadores a título individual o por la propia casa de estudios a nivel institucional.
En términos de dinero, señala, “tenemos lo que nos corresponde según el número de investigadores, el Conacyt es bastante transparente y proporcional en eso, apoya bastante bien; además la universidad con esfuerzos propios apoya el mantenimiento de la infraestructura, los incentivos a jóvenes como el programa Delfín, para que estudiantes del estado hagan estancias de investigación aquí o en instituciones de otros estados o países”.
Lo que ahorita se requiere, agrega, es sostener laboratorios, porque “nos gusta cuando un investigador gana recursos para equipar su laboratorio, pero no es solo eso, porque el equipo que a lo mejor costó muy caro y es muy valioso, consume electricidad, requiere técnicos que lo utilicen y todo eso debe salir de un lado, porque sino nada más estaría en una vitrina y se echaría a perder, y aunque eso ya no es visible, es muy importante”.
De acuerdo con Alfredo Aranda Fernández, el problema fundamental es el financiamiento y la continuidad para todas las áreas, pero estima que son clave las experimentales, aquellas en las que no se trata solo de comprar el equipo, sino todo el engranaje posterior.
Considera importante que a nivel de instancias públicas federales se entienda que los proyectos científicos no son para seis años, sino que tienen que ser a mediano y largo plazo.
“El Conacyt es nuestra esperanza, sería muy importante si logra el uno por ciento del producto interno bruto (PIB) o más y se canaliza a la investigación básica y aplicada, poniendo fuerte énfasis en la experimentación y en la contratación de más científicos en las universidades”.
En el caso de Colima, dice, “para mí, lo más importante es el recurso humano en este momento, más que un laboratorio (…) Existen áreas en las que se puede tener mucho impacto aunque no se tengan laboratorios, si nos concentramos en lo que se puede hacer de nivel internacional y ser los mejores del país, vamos a captar la atención de todos y a conseguir fondos para más proyectos”.
Las necesidades apremiantes, sostiene, son recursos enfocados en las áreas experimentales y un verdadero programa constructivo de conciliación entre la Secretaría de Educación Pública y el Conacyt que incida en una promoción de contratación de personal científico en las instituciones. “Si se lograra eso en diez años, tendría un impacto maravilloso en la educación de todos, no solo científicos, ya que eventualmente va a tener un efecto importante en todos”.
Alfredo Aranda Fernández hace votos para que continúen las gestiones en ese sentido con la nueva administración gubernamental que empezará este año. “Se necesita trabajar con quien quede para que sea un gobierno que crea, si no lo sabe, que al menos crea que el desarrollo de la educación y de la ciencia es uno, no el único, de los pilares que van a sostener y propulsar el desarrollo del país y que, por lo tanto, debe dársele la atención que merece”, concluye.
Fuente: CONACYT.
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