Hoy en día, la ciudad de Milán es la segunda metrópoli más importante de Italia al destacar como un centro industrial, financiero y comercial que —junto con París— se ha consolidado además como capital de la moda.
En esta ciudad nació hace cincuenta y siete años Luca Ferrari quien, sin dejar atrás sus raíces, se enamoró de México y de sus inigualables paisajes que definen su territorio y que, en sus palabras, son dignos de ser estudiados.
El doctor Ferrari tiene un solo apellido desde que se naturalizó mexicano en 2013. Él es actualmente investigador titular C del Centro de Geociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), campus Juriquilla, en el estado de Querétaro.
Es doctor en ciencias de la Tierra por la Universidad de Milán y su especialidad es la geología regional y la tectónica de América Latina, ha estudiado particularmente México pero también —como buen amante de la aventura y la investigación— ha explorado regiones de Colombia, el Caribe y naturalmente un poco de Italia.
Estudio y aventura
Desde niño, Luca Ferrari tuvo gusto por viajar y al principio recorría con sus padres un lugar distinto de Italia en vacaciones, algo que realmente disfrutaba hacer.
Creció en una amplia casa construida por su abuelo y rodeado de dieciocho personas de las cuales, trece son hermanos, más algunos parientes adicionales, y su gusto por la geología se derivó de episodios de la infancia donde jugaba en el amplio y hermoso jardín de esa casa, que le recordaba a una especie de jungla por los bambúes y plantas trepadoras que crecían irremediablemente en el terreno.
“Yo me la pasaba jugando en el jardín, pero lo que más disfrutaba era leer, me gustaban los mapas, los atlas y quizás por eso me gustó la geología”, comentó.
Su primer encuentro con México fue en 1984, cuando tenía veintitrés años e hizo su tesis para licenciatura en Italia, se acercó a uno de sus profesores preferidos de la carrera para saber si tenía algún tema de tesis y este le propuso viajar a México.
“Cuando el maestro me comentó de la posibilidad de venir a México no conocía nada del país pero sonaba muy exótico e interesante, así que me animé y ese año llegué con otros estudiantes colegas, estuve en Michoacán en el campo geotérmico Los Azufres”.
La ruta hacia México se basó en un vuelo de Italia a Nueva York, consiguieron un par de camionetas para trasladarse a Texas y pasar la frontera. Una vez adentrados en territorio nacional duraron cuatro meses en la realización de todos los estudios necesarios.
Aprovecharon parte de ese tiempo para dedicar un mes entero a viajar por México, y adicionalmente conocer Guatemala. Cuando su estancia terminó, vendieron las dos camionetas que habían comprado en Texas y con el dinero obtenido adquirieron su boleto de regreso a Italia.
“Fue una gran aventura para mí, me encantó el país por sus paisajes, desde el punto de vista de la geología es impresionante. En Italia tenemos muchas cosas pero es un país relativamente pequeño, es una sexta parte del territorio mexicano”, dijo Luca Ferrari.
El cuerpo en Italia pero el corazón en México
Al terminar la tesis de licenciatura en Italia —y al no existir la opción de maestría—, Luca Ferrari hizo su doctorado en Sicilia y consistió en estudiar el volcán más activo de Europa, el volcán Etna.
Pese a lo importante de su trabajo de doctorado, el especialista añoraba este país, así que decidió realizar un posdoctorado italiano pero con un proyecto que quería hacer sobre México.
“Cuando terminé el doctorado en Italia busqué la manera de regresar a México, este país ya se había quedado en mi corazón. Además, en Italia hay muchos geólogos y es más pequeño, en cambio esta nación tiene un territorio enorme y hay muchísimo por estudiar, su geología es fascinante”.
Así fue como entre 1994 y 1995 aproximadamente, el geólogo regresó a México para realizar su posdoctorado, el cual estuvo financiado el primer año por Italia.
En su regreso a territorio mexicano se dedicó a estudiar la parte occidental del país, entre Guadalajara y Tepic, una zona donde también había prospectos geotérmicos y tuvo el apoyo de especialistas en geotermia de la UNAM.
Nuevas oportunidades, una nueva vida
“En Italia la situación ya no estaba fácil para trabajar en la universidad, yo quería hacer investigación y la UNAM me ofreció la posibilidad de quedarme, por lo que dadas las circunstancias acepté”, señaló.
Fue así como inició una nueva etapa en la vida del doctor Luca Ferrari, una vida en México que ha considerado interesante, pues a nivel laboral se desempeñó en el área académico administrativa, a los pocos años fue secretario académico del Instituto de Geología de la UNAM y a los 41 años de edad fue nombrado director de un centro de investigación, el Centro de Geociencias de la máxima casa de estudios, por ocho años, y que también le dio un poco de tiempo para seguir haciendo investigación científica.
El especialista tiene básicamente dos grandes líneas de investigación, una es la geología tectónica regional que significa estudiar la evolución geológica de regiones específicas, y la segunda es la geodinámica de México con aplicaciones para la exploración de recursos geotérmicos y mineros.
“Es un gran honor estar en la UNAM, incluso conociendo universidades extranjeras en Europa o Estados Unidos, muchas veces no nos damos cuenta del privilegio que tenemos los que trabajamos en esta casa de estudios, es la principal institución de educación del país y para investigación definitivamente es la primera”.
A nivel personal, Luca Ferrari conoció en México a quien hoy es su esposa y que no tiene nada que ver con el ámbito de la investigación científica o con la geología en general, ella es arquitecta de profesión y tienen una hija con fuertes inclinaciones al arte —específicamente a la pintura—, vocación que Luca Ferrari piensa apoyar si esa es la decisión final de su hija en el futuro.
Para el investigador, la familia significa algo importante, es el núcleo más primitivo de las relaciones humanas, por lo que no lo considera abstracto sino como algo que debe construirse si se busca una funcionalidad en la convivencia, y que es un medio de apoyo, donde se da y se recibe amor.
No todo es geología
El doctor Luca Ferrari considera su trabajo un placer, es algo que no ve como un peso pues gran parte de las cosas que hace le gustan, no tiene horarios y afirma que es un trabajo realmente privilegiado para la investigación.
Sin embargo, antes de confirmar su vocación por la geología intentó ser músico, en su adolescencia tocaba el piano y teclado pero se dio cuenta que no era tan brillante como para tener éxito, así que se inclinó por la ciencia.
Se considera a sí mismo como un intelectual, pues las actividades físicas como los deportes nunca han sido su fuerte, así que opta por la lectura, música y ciencia, además de su gusto por conocer otras culturas a través de los viajes, y como buen italiano, le gusta cocinar.
“En mi transcurso de vida, la mayor parte de las veces he elegido hacer las cosas que me gustan y la libertad, más que pensar en algo que podría redituarme en términos materiales o económicos, mi prioridad nunca ha sido tener dinero, poder o fama, estos van llegando de acuerdo con las circunstancias, lo importante es hacer lo que te gusta, lo justo y tener valores”.
Uno de los planes que tiene en su futuro es seguir trabajando por lo menos diez años más —no quiere investigar toda la vida— y desea ceder su lugar a gente más joven y con más energía para que puedan desarrollarse en la investigación.
Aconseja que es fundamental tener una curiosidad despierta y una visión crítica sobre el mundo, no quedarse con la información considerada oficial, buscar más allá de lo que se sabe o de lo que todo el mundo dice, a esto le llama tener un espíritu crítico.
“Para mí, México es un paraíso para la investigación, aquí conocí a mi esposa, tuvimos una hija, ya tengo una vida hecha en este país. Quisiera retirarme en algún lugar lejos de las ciudades, me gusta mucho el campo y prefiero vivir en una comunidad tranquila”.
Así concluyó Luca Ferrari, el investigador amante de la aventura que, sin importar las horas que duerma, siempre despierta a las 7:30 a. m. y llega en bicicleta a su laboratorio para un nuevo día de trabajo científico.
Fuente: CONACYT.
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