Apasionada por la historia y sus consecuencias, Cecilia Sheridan Prieto, doctora en historia y profesora investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS Noreste), desempolva su memoria y, contrario a lo que normalmente expone a sus alumnos, cuenta y analiza la historia de su vida.
“De niña era una ávida lectora, y todavía lo soy. En mi casa siempre había enciclopedias, estaba la Enciclopedia Británica, entre otras. Éramos muchos hijos, por lo que en verano me entretenía leyéndola, así que leí muchas cosas y aprendí otras que luego deseché, porque las enciclopedias suelen ponerte un conocimiento muy obvio y muy marcado”.
Su hermano, el ensayista Guillermo Sheridan, fue una de las principales influencias para que Cecilia desarrollara su gusto y talento por las ciencias sociales. Debido a que se fue de forma temprana a la Ciudad de México, cuando la visitaba siempre le traía nuevas lecturas.
“Eso me hizo una niña curiosa, y después una adolescente muy, muy curiosa. Acabé con la intención de estudiar algo, pero como éramos tantos hijos, las mujeres no podíamos estudiar carrera universitaria, solo los hombres. Finalmente estudié la carrera normal, enfocada en psicología”.
Su inclinación siempre fue hacia las ciencias sociales, principalmente hacia la literatura y las humanidades. Pero ella no lograba ver la diferencia, pues consideraba que las ciencias sociales constituían un todo.
“Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, fue un libro que me impactó muchísimo, así como La llama, de Octavio Paz. Son dos libros que marcaron mi forma de ver el mundo y de pensar. Me hizo pensar que había más que ver en el mundo”.
Las ciencias sociales, su vida
Cecilia Sheridan ingresó directamente a la Escuela Normal, pero siempre supo que al término de esa etapa tenía que estudiar algo relacionado con las humanidades o las ciencias sociales. Leer el libro Los argonautas del Pacífico Occidental, la hizo tomar definiciones.
“Leí ese trabajo y me entusiasmó mucho el método que empleaba la antropología para conocer la verdad. Era el método de observación, de quedarte a vivir con la gente para tratar de entender esa realidad. Creo que por eso la antropología entró en mí”.
Si bien en Monterrey no existía la carrera de antropología, y lo más cercano era la sociología, optó por irse a la Ciudad de México, pues la sociología le parecía un poco fría, mientras que en la primera opción podía observarlo desde el punto en que ella quería.
“Intenté entrar a sociología en la UNAM, pero no entré. Recién acababa de abrir la Universidad Autónoma Metropolitana, así que fui de las primeras en cursar esa carrera. De hecho, soy de la segunda generación de egresados de esa institución”.
Entrar a esa carrera le permitió ampliar su pensamiento, además de que le permitía insertarse en el mundo de los problemas reales. Dicha carrera la obligaba a estar en contacto con otros temas que sucedían alrededor del mundo.
“Pude entrar a la comprensión de problemáticas a través del marxismo, que creo sigue vigente en muchos de nosotros, aunque quizá no de manera tan específica. Esta idea fue para mí muy importante, porque nunca había leído a Marx, pero cambió mi forma de ver el mundo”.
Una historiadora de estudios por periodos
“Ingresé a la maestría cuatro años después, pero en ese periodo ya había trabajado en el CIESAS. Tuve la oportunidad de entrar como bibliotecaria, trabajaba mientras estudiaba la carrera de antropología. Entonces, vivía en el paraíso terrenal, porque estudiaba antropología y me la vivía en una biblioteca”.
Tras terminar la licenciatura, pudo optar por una plaza en el CIESAS ubicado en la Ciudad de México. Después de eso, se casó y tuvo hijos.
“Cuando mis hijas ya no estaban tan chiquitas, decidí hacer la maestría en la Escuela Nacional de Antropología. Pero vi que era lo mismo, así que lo dejé a los siete meses. Poco tiempo después leí la convocatoria para entrar al doctorado en historia a El Colegio de México, en el cual fui aceptada por tener ya publicaciones. Hicieron la equivalencia: haber escrito dos libros es más que una maestría”.
Fue entonces cuando Cecilia Sheridan recibió por vez primera una beca de Conacyt, pues le daban apoyo por ser estudiante de doctorado, así como un extra por ser madre de familia, lo cual le ayudó a finalizar sus estudios.
Fuente: CONACYT.
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