Aun cuando Manuel Alejandro Cruz Aguilar supo a temprana edad que su vocación profesional giraba en torno a la psicología o la filosofía y que la elección entre una y otra no se le complicaría porque si elegía convertirse en psicólogo tendría acceso a los fundamentos filosóficos de esa área, estudiar la carrera no le resultó fácil.
La historia del hoy doctor en ciencias biológicas significa la otra cara de la moneda respecto a aquellos casos de grandes investigadoras que tuvieron que trabajar el doble debido a que al mismo tiempo del desarrollo profesional, experimentaron la maternidad, ello porque él se convirtió en padre cuando apenas tenía 18 años de edad, poco antes de comenzar su licenciatura.
“Esta etapa no fue para nada fácil porque yo atravesaba una situación personal muy diferente a la del resto de mis compañeros, ya que justo antes de comenzar la carrera me convertí en padre y la necesidad de pasar tiempo con mi hijo complicaba mis horarios de estudio”.
Al mismo tiempo, el entonces joven Manuel se enfrentaba a las dificultades económicas propias de mantener una familia —con todos los gastos que implica un bebé recién nacido— y las necesidades de una carrera de tiempo completo, con un plan de estudios tan demandante.
Al respecto, el investigador, que recientemente documentó los efectos reparadores de la melatonina sobre el sueño en pacientes con Alzheimer, aseguró que no habría logrado concluir con éxito sin el apoyo de profesores, que ya eran investigadores, quienes entendieron su situación y le generaron alternativas para que él cumpliera con sus exigencias académicas. Así como el apoyo que le dieron los compañeros que a la larga se convirtieron en sus grandes amigos, el cual por momentos fue incluso económico. “Tuve la fortuna de contar con grandes compañeros, recuerdo a un par de ellos en especial que me dieron apoyo moral y por momentos hasta económico”.
Esa situación, junto al prestigio académico que se propuso lograr, pero sobre todo el apoyo incondicional de su familia, fueron a lo largo de su etapa de estudiante y también de su carrera profesional, la mayor motivación que tuvo para alcanzar otra de sus metas más importantes, la de sumarse a las filas del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), objetivo que alcanzó en años recientes al convertirse en miembro nivel candidato.
El precoz camino hacia la investigación
Pese a las vicisitudes propias de una carrera universitaria y las adversidades de su situación personal, Manuel Cruz logró destacar muy pronto en sus estudios. Cuando apenas cursaba el segundo semestre de la carrera, conoció al doctor José Luis Valdez Medina, quien realizaba tareas de investigación en el área de psicología social, colaboró con él y fue así como logró sus primeras publicaciones científicas.
“Evidentemente yo no era el primer autor y tampoco estaba en mis áreas de interés, pero ver mi nombre plasmado en publicaciones científicas casi al comienzo de mi carrera me dio la certeza de que a eso me quería dedicar en el futuro”.
Gracias a que comenzó a construir un currículum desde que era estudiante, se le abrieron las puertas para realizar prácticas profesionales en el Instituto Nacional de Psiquiatría, donde a la larga se convertiría en investigador y comenzaría, bajo la tutela del doctor José María Calvo, sus propias líneas de investigación.
Incluso, gracias al desempeño que mostró, fue contratado una vez que terminó la carrera, aun sin titularse. Al respecto, dijo que era una época diferente a la que se vive hoy, donde la exigencia académica para acceder a un puesto de investigador es cada vez más alta; no obstante, a él se le condicionó el puesto a cambio de titularse pronto.
Consciente de la oportunidad que se le presentó y de que no podía desaprovecharla, Manuel Cruz no solo se tituló, sino que en el mediano plazo buscó seguirse formando hasta lograr el grado de doctor, e incluso más adelante realizó una estancia posdoctoral en el Instituto de Neurociencias en la Universidad de Guadalajara.
Sueño, Alzheimer y primates
Aun cuando ya había logrado publicaciones científicas en diferentes áreas del conocimiento, el doctor Manuel Cruz cuenta que su incursión en las neurociencias —donde buscaba trabajar temas relacionados con las ensoñaciones— fue hasta que se incorporó al equipo de trabajo del doctor José María Calvo.
“Cuando llegué al Instituto Nacional de Psiquiatría, el doctor me involucró en el registro de sueño de personas sometidas a callosotomía —procedimiento quirúrgico a través del cual se recorta parte del cerebro que une ambos hemisferios—, tratamiento recomendado para pacientes con epilepsia resistente a fármacos”.
Los resultados de ese trabajo no se publicaron debido a que el doctor responsable falleció, pero en el caso del joven doctor Manuel Cruz, sirvió para sentar las bases técnicas en las líneas que él desarrollaría más adelante.
Tiempo después, tras la muerte del doctor José María Calvo —fundador del Laboratorio de Cronobiología y Sueño—, al joven investigador se le presentó la oportunidad de dirigir su primer proyecto relacionado precisamente con el tema de la melatonina y trastornos del sueño.
“En 2007 fallece el doctor Calvo, en ese momento la doctora Gloria Benítez King, también investigadora del instituto, tenía con él un anteproyecto sobre melatonina y sueño en pacientes con Alzheimer. Yo me acerqué a ella y le pregunté si quería seguirlo desarrollando y ante su respuesta positiva, pedí al director del área, el doctor Francisco Pellicer, su autorización para que yo llevara a cabo el proyecto”.
A partir de ese trabajo, el doctor Manuel Cruz Aguilar logró reportar los efectos reparadores de la melatonina en el sueño de pacientes con Alzheimer medio-moderado y actualmente trabaja en corroborar esos resultados a partir de un estudio más grande.
En paralelo a ese trabajo, el doctor investiga desde su doctorado el mecanismo que permite a los primates arborícolas —mono araña— dormir en la copa de los árboles sin riesgo de caer durante la fase de sueño de movimientos oculares rápidos (MOR), caracterizada por una pérdida del tono muscular.
“Los primates dormimos en posición horizontal porque al llegar a la fase de sueño MOR experimentamos una pérdida de tono muscular, lo cual nos haría caer si durmiéramos de pie, pero los monos arborícolas no pierden el tono muscular en esa etapa de sueño y eso es lo que estamos investigando desde hace varios años”.
Fuente: CONACYT.
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