La artritis afecta a casi el 2% de la población mundial, alrededor de 150 millones de personas. Y todavía no existe un tratamiento eficaz afianzado contra esta dolencia. Pero una nueva molécula, desarrollada en laboratorio, ha mostrado ahora un potencial efecto terapéutico. La misma se puso a prueba en ratones con artritis inducida genéticamente y suprimió el proceso inflamatorio, disminuyó la inflamación y redujo la degradación del tejido articular. Los animales a los que se trató con esta sustancia exhibieron menos dolor, menor edema y una disminución del score clínico (es decir, de la extensión del cuadro inflamatorio) en comparación con los animales a los cuales no se les aplicó el tratamiento.
Estos resultados figuran en un artículo publicado en el Faseb Journal, de la Federación de Sociedades Americanas de Biología Experimental (Faseb, por sus siglas en inglés).
“Este estudio demostró que esta nueva molécula es capaz de controlar las manifestaciones más graves de la enfermedad”, declaró el investigador Marcelo Henrique Napimoga, director de Posgrado, Investigación y Extensión de la Facultad São Leopoldo Mandic y coordinador de la investigación en Brasil, realizada en el marco de un Proyecto Temático que cuenta con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo – FAPESP.
A la nueva molécula se la conoce con el nombre de TPPU, las siglas derivadas de su fórmula química 1-trifluorometoxifenil-3-(1-propionilpiperidin-4-il) urea. Y su función de interés consiste en inhibir la acción de la enzima epoxihidrolasa soluble (sEH), que cumple un papel clave en el desencadenamiento del proceso inflamatorio, y que eventualmente puede llevar a la inflamación crónica.
“Nuestro organismo produce una sustancia protectora natural contra la inflamación: el ácido epoxieicosatrienoico (EET). Sin embargo, la enzima epoxihidrolasa soluble (sEH) convierte al EET en ácido 1,2-dihidroxieicosatrienoico (DHET), el cual aparte de no ser capaz de controlar la inflamación, puede incluso generar efectos proinflamatorios. Por ende, la inhibición de la sEH es decisiva en el tratamiento destinado a enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide. Esto es lo que hace la TPPU”, explica Napimoga.
En animales tratado con TPPU hubo una importante disminución del edema (hinchazón) y del score clínico (la cantidad de dedos afectados). Además, según Napimoga, el tratamiento produjo también la disminución del dolor asociado al cuadro inflamatorio. “Esto sucedió porque el control del proceso inflamatorio hizo que la migración de leucocitos hacia la zona afectada pudiese disminuir y, de este modo, no solamente mejoró el cuadro, sino que también se preservó de la degradación a los cartílagos”, comenta el investigador. “Asimismo, en el grupo tratado se registró un aumento de la cantidad de linfocitos T regulatorios, que son células importantes para inhibir la inflamación, y una disminución de los linfocitos Th17, que son altamente inflamatorios”, añade.
La TPPU fue diseñada de modo tal que tenga buena tolerancia y absorción al administrársela por vía oral. “Lo que esta hace es favorecer un proceso natural de defensa, al incrementar la cantidad de metabolitos que nuestro propio organismo produce. Esto constituye una gran ventaja en comparación con los tratamientos convencionales, que se basan en el uso de grandes dosis de corticoides, con efectos colaterales indeseables”, puntualiza Napimoga. “Aparte del excelente efecto antiinflamatorio, la TPPU mostró un potente efecto analgésico”, prosigue.
El investigador Bruce Hammock, docente de la University of California Davis, quien desarrolló la TPPU y fue coautor del artículo publicado en el Faseb Journal, recibió recientemente una asignación presupuestaria por valor de 15 millones de dólares del National Institute on Drug Abuse (NIDA) cuyo objetivo es llevar adelante el ensayo clínico en humanos de una terapia no opiácea para el tratamiento del dolor.
Fuente: Agencia ID.
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