La actualidad manda y llevamos una semana hablando únicamente de los graves incendios que tienen lugar en Estados Unidos. Concretamente, los que están afectando al estado de California y que ya han arrasado miles de hectáreas. Las imágenes que nos están llegando son apocalípticas y el color del cielo parece sacado de una película de ciencia ficción.
El desastre que está ocurriendo en California es exactamente el mismo que ocurre en nuestro país cada verano pero a gran escala. No hay dos incendios forestales iguales, está claro, pero las llamas hacen lo mismo en todos ellos: lo queman todo. No dejan nada vivo. Es una lacra que tenemos que sufrir cada año por culpa, en la mayoría de los casos, de la acción humana.
El resultado de cada uno de estos incendios es la destrucción del bosque. Pero en cada uno de los incendios se genera una gran cantidad de productos como si fuera una reacción química, en la que la madera se convierte en humo y ceniza. Quien haya tenido la oportunidad de andar por un bosque quemado pocas horas después de un incendio sabrá de lo que estamos hablando. Igual que sucede tras una barbacoa, el suelo queda lleno de una gran capa de ceniza. Pero… ¿dónde va a parar toda esta ceniza? Y el humo que sale durante los incendios, ¿se evapora?
La ceniza, un problema no solo para el suelo
Empecemos por la ceniza. Tras la combustión de la madera, la ceniza es uno de los productos que se generan. Es cierto que se trata de un producto orgánico, pero sus consecuencias son casi todas ellas negativas. La ceniza más ligera se eleva en el aire y puede llegar a caer a varios kilómetros de distancia. Más pesada que el humo, evidentemente, podríamos decir que acaba casi siempre en los alrededores de la zona incendiada.
La ceniza que acaba en el suelo de un bosque puede llegar a crear una capa de más de un palmo de grosor. Es verdad que la ceniza se usa como abono porque aporta algunos nutrientes, pero en cantidades tan elevadas lo contamina. Otra de las consecuencias negativas es que impermeabiliza el suelo. En caso de lluvia débil impide que el agua llegue a la tierra.
Además, las lluvias fuertes en los bosques quemados traen otro problema: el agua arrastra la ceniza hasta los ríos, pudiendo asfixiar a la fauna y la flora que lo habita. Y como los ríos desembocan en el mar, lo mismo sucede en las primeras millas de costa. Incluso meses después de un gran incendio se han observado pérdidas en marisco debido al aporte de sedimentos de un río que pasaba por una zona quemada.
Hay muchos problemas más que provoca tal cantidad de ceniza en el suelo, tanto para la fauna como para la flora. Por ejemplo, impide que la luz llegue al suelo y las nuevas plantas crezcan.
El humo, cuestión local y global
Los incendios afectan a una zona concreta del territorio. No entienden de fronteras, está claro. Cada verano las llamas saltan de Portugal a España y al revés. Con el humo pasa exactamente lo mismo. A pesar de tener incendios a varios kilómetros de distancia, el olor puede llegar hasta nosotros sin ningún tipo de problema.
¿Qué ocurre con las grandes columnas de humo que salen de los incendios más grandes? Muchos pensarán que pasa como todo, que se diluye y desaparece, tal y como ocurre en el mar cuando hay un vertido a miles de kilómetros de la costa. Pero esto no es así, y justo estos días tenemos un buen ejemplo.
El humo de los incendios de grandes dimensiones puede llegar a alcanzar varios kilómetros de altura. Dependiendo de la latitud a la que nos encontremos, y al régimen de vientos que haya, puede que el humo viaje no solo al país vecino, sino a miles y miles de kilómetros de distancia, dando la vuelta al planeta. El humo de los incendios de California, sin ir más lejos, ha entrado en la circulación de corriente en chorro a gran altitud y se ha visto claramente en España y otros países europeos.
Así que las consecuencias de los incendios forestales no afectan solo a la zona quemada, sino que su implicación puede llegar a ser planetaria.
Fuente: Agencia ID.
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