BITÁCORA

10 millones de personas morirán cada año si no se descubren nuevos antibióticos

Sin duda los antibióticos han revolucionado nuestra vida. Desde que Alexander Fleming, allá por 1928, descubriera la penicilina, los antibióticos no solo han curado a cientos de millones de personas, también han sumado 20 años a nuestra esperanza de vida. Ha pasado casi un siglo y se han descubierto, desde entonces, una veintena de antibióticos diferentes, entre 1928 y 1987, el año en el que se descubrieron los lipopéptidos. Desde entonces hemos tenido que aprender a luchar contra las bacterias con esta 20 de medicamentos. Básicamente porque en 34 años no se ha descubierto ninguno nuevo. Y esto es muy grave ya que la resistencia a los antibióticos plantea uno de los desafíos sanitarios más importantes del siglo XXI: las bacterias son cada vez más resistentes a los antibióticos y la medicina se encuentra cerca de un punto de no retorno.

El aumento de bacterias multirresistentes ha provocado un incremento significativo de las enfermedades y muertes humanas. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. (CDC) estiman que aproximadamente 2,8 millones de personas en todo el mundo están infectadas con bacterias resistentes a los antibióticos, lo que representa 700.000 muertes en todo el mundo.

Un informe conjunto de 2019 de las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial de Sanidad Animal establece que las enfermedades resistentes a los medicamentos podrían causar 10 millones de muertes cada año a partir de 2050 y forzar hasta 24 millones de personas a la pobreza extrema en 2030 si no se toman medidas.

¿Cómo llegamos hasta aquí? Obviamente parte de la responsabilidad la tienen las bacterias. Estas, para sobrevivir, evolucionan naturalmente su resistencia a los medicamentos que las matan y lo hacen a través de dos métodos: mutación genética y transferencia horizontal de genes. La primera de ellas se produce cuando el ADN de las bacterias, o el material genético, cambia al azar, es decir por mutaciones. Si estos cambios permiten que las bacterias sobrevivan a un antibiótico que de otro modo las habría matado, pueden transmitir esta resistencia a su descendencia.

La transferencia horizontal de genes, por otra parte, es cuando una bacteria adquiere los genes que la vuelven resistente a los antibióticos «del exterior»: otra bacteria, un virus bacteriano o su entorno. Y es precisamente aquí cuando nace el otro «culpable», el ser humano.

Por un lado somos responsables del uso excesivo y el abuso de antibióticos, por otro también debemos responsabilizarnos de la falta de regulaciones y leyes adecuadas en este sentido. Desde quienes compran, venden y hasta recetan antibióticos para infecciones no bacterianas, hasta los pacientes que no completan el tratamiento prescrito, lo que le da a las bacterias la oportunidad de desarrollar resistencia.

Tampoco existen regulaciones adecuadas sobre el uso de antibióticos en la ganadería, incluido el control de los antibióticos que llegan al entorno. De hecho la OMS ha reclamado que se dejen de utilizar antibióticos en animales sanos para evitar que una enfermedad se propague. Y es que, como señala un informe, publicado el mes pasado por la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina, la resistencia a los antibióticos es un problema que conecta la salud humana, ambiental y animal.

Y, finalmente, hay un factor más: fallamos divulgadores, científicos y expertos en política sanitaria al explicar correctamente qué es la resistencia bacteriana ya que, según un informe, el 88% de los encuestados cree que la resistencia a los antibióticos es cuando nuestro cuerpo es resistente a estos y no cuando las bacterias han evolucionado para resistir el tratamiento.

Uno de los mayores obstáculos a la hora de desarrollar antibióticos es que estos son muy específicos. No solo combaten aquellas bacterias que afectan a humanos (alrededor de 100) sino que deben administrarse en la cantidad precisa para no ser tóxicos, pero sí eficientes. Y otro gran problema es que deben permanecer en la célula bacteriana, para evitar su reproducción. De acuerdo con un estudio publicado en Nature, también hay obstáculos financieros ( se necesitan al menos 10 años para desarrollar un antibiótico) y algunos años más para obtener su aprobación. Y aún así, pese a la creciente necesidad de nuevos antibióticos, los autores del estudio de Nature concluyen que “las inversiones de la industria farmacéutica y las empresas de biotecnología para la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos están disminuyendo”.

Fuente: Agencia ID.

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