El acceso al agua potable ha sido una de las principales prioridades del ser humano desde sus orígenes. En tiempos de sequía, la lluvia era considerada una bendición, pero predecir su llegada o explicar su origen seguían siendo un misterio para las comunidades ancestrales. No tuvieron más remedio que atribuir a las deidades la existencia de estos fenómenos naturales que trataban de invocar a través de rituales y plegarias. En el México prehispánico, los aztecas atribuían esos poderes a Tláloc, dios de la lluvia, a quien, según su cosmovisión, debían ‘alimentar’ con el sacrificio de miles de niños entre los meses de febrero y abril. La ciencia logró desterrar esas creencias y desarrollar técnicas que han permitido que, actualmente, México se convierta en uno de los países punteros en el desarrollo de técnicas de estimulación de lluvias.
El método que se aplica en México es el mismo que ya se emplea en otros países, como China o Emiratos Árabes Unidos, pero la receta original fue elaborada, a mediados del siglo pasado, por Bernard Vonnegut y el premio nobel de Química, Irving Langmuir. Estos investigadores estadounidenses descubrieron que el yoduro de playa inyectado en las nubes estimulaba la precipitación. Desvelado el principio básico, las principales potencias se lanzaron a la carrera por ‘sembrar’ las nubes, especialmente aquellos que más padecían los efectos de la sequía y el cambio climático. México realizó uno de los experimentos más largos de la historia en este campo entre 1948 y 1978, una iniciativa que retomó el año pasado y cuyos resultados «excepcionalmente buenos» han animado al Gobierno a redoblar su inversión.
El año pasado, el proyecto de estimulación de lluvias impulsado por la Comisión Nacional de Zonas Áridas (CONAZA) logró mitigar los efectos de la sequía en el 98% de las áreas seleccionadas, equivalentes a nueve millones de hectáreas. Con apenas un millón y medio de euros de presupuesto y cuatro aviones de la Fuerza Aérea Mexicana a su disposición, los encargados del proyecto han ‘bombardeado’ con yoduro de plata los cielos de Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Baja California, Durango y Coahuila logrando, según explica el ingeniero Ramón Sandoval, director de CONAZA, que afirma que en los 90 vuelos realizados se registró lluvia: «A pesar de la sequía, todas las áreas seleccionadas fueron provistas de agua suficiente para salvar millones de plantas y animales».
Según CONAZA, gracias al programa se lograron combatir 25 incendios forestales y se benefició directamente a 10.000 habitantes y 3.000 ganaderos que viven en la zona de influencia. También se aseguró la producción agrícola de riego del ciclo 2022 en los seis estados seleccionados y se incrementaron los volúmenes de agua acumulada en todas las presas, con registros de entre el 65% y el 90%. Las claves del éxito del proyecto son, según apunta Sandoval, la fórmula empleada y las características atmosféricas del país: «México es un país privilegiado por tener el golfo de México y el Pacífico que provocan nubosidades y corrientes muy húmedas que favorecen que suceda este fenómeno».
No es una ciencia exacta
La aspersión de yoduro de plata en las nubes sigue sin ser una ciencia exacta y hay multitud de factores que pueden alterar su efectividad. Tal y como explica Sandoval, «no es brujería ni magia, es la simple aplicación de la técnica adecuada. Es como tratar de hacer una Coca-Cola teniendo todos los ingredientes, pero sin saber el tiempo y forma de sus combinaciones. Ahora mismo hay muchos países probando distintas técnicas». El ingeniero reconoce que «varios países se han acercado interesados en adquirir la fórmula» y que están trabajando «para lograr la patente».
El éxito del programa ha llevado al gobierno de López Obrador a redoblar su apuesta en esta técnica. Según adelanta Sandoval, para este año se han autorizado un total de 12 programas que van a beneficiar a alrededor de 24 millones de hectáreas: «Si obtenemos los mismos resultados, será todo un éxito y podremos acumular mucha cantidad de agua para mantener los cultivos y las presas», sostiene.
El refuerzo de la inversión llega en un momento especialmente delicado. Según datos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), México sufrió entre 2020 y 2021 la segunda sequía más severa de su historia. En abril del año pasado, la falta de agua alcanzó niveles extremos: tres cuartas partes del país tenían un déficit de lluvias y más de la mitad del territorio nacional atravesaba sequía extrema.
Actualmente los niveles de sequía están en el 83% y los embalses del país registran el 50% de su capacidad. La CONAGUA también ha estimado un aumento del estrés hídrico en 31 de los 32 estados del país durante los próximos 10 años. Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el país, además de la aridez de su territorio, es que la agricultura y la ganadería acaparan el 76% del consumo de agua a nivel nacional.
México es uno de los países más vulnerables del mundo ante el cambio climático y los desastres naturales, de ahí que los aztecas sacrificaran tanto por la posibilidad de controlar estos fenómenos. Ahora sus herederos han descubierto la manera más eficiente de extraer el ‘jugo de nube’, convirtiendo técnicas científicas punteras en una realidad que antes solo estaba reservada para los dioses.
Fuente: Agencia ID.
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