El último año fue excepcional para la Inteligencia Artificial, teniendo en cuenta el lanzamiento del increíblemente impresionante ChatGPT (un prototipo de chatbot de inteligencia artificial de OpenAI), la creación de robots humanoides más expresivos, y generadores de imágenes cada vez más realistas.
Y el siguiente paso en el avance de esta industria es el más controvertido de todos: la conciencia.
“Este tema era tabú”, dijo al New York Times Hod Lipson, el ingeniero mecánico a cargo del Laboratorio de Máquinas Creativas de la Universidad de Columbia. “Casi nos prohibieron hablar sobre eso: ‘No hables de la palabra con C; no conservarás tu empleo así’; por lo que al principio tuve que disfrazarlo, como si fuera otra cosa”.
La conciencia es una de las cuestiones más antiguas y divisivas en el campo de la inteligencia artificial. Y mientras que para algunos es ciencia ficción -y de hecho ha sido la trama de innumerables libros, cómics y películas-, para otros, como Lipson, es un objetivo, uno que sin duda cambiaría para siempre la vida humana tal como se le conoce.
“Esta no es solo otra pregunta de investigación en la que estamos trabajando, esta es la pregunta “, continuó el investigador. “Esto es más grande que curar el cáncer”.
“Si podemos crear una máquina que tenga la misma conciencia que un humano, esto eclipsará todo lo demás que hemos hecho. Esa máquina en sí misma podrá curar el cáncer”, añadió.
El problema al que se enfrenta la industria
El mayor problema al que se enfrenta la industria con la cuestión de la conciencia es el hecho de que el concepto en sí mismo no tiene una definición firme.
Esto ha llevado a otros investigadores en el campo a afirmar que ciertas inteligencias artificiales experimentales ya han logrado, de hecho, cierto nivel de conciencia. Por ejemplo, basta recordar el caso de LaMDA, un modelo de lenguaje que, según el ex ingeniero de Google Blake Lemoine, había desarrollado la capacidad que tiene un ser vivo de sentir emociones, dolor, bienestar etcétera, y de percibir de manera subjetiva su entorno y sus experiencias vitales.
No obstante, filosóficamente hablando, la conciencia es vaga y discutible. Y científicamente los esfuerzos por atar ordenadamente la conciencia a funciones cerebrales específicas u otros significantes tienden a fracasar. También hay una serie de cuestiones profundamente éticas que surgen solo con el concepto de conciencia de la máquina, particularmente en relación con el trabajo de la máquina.
Por su parte, Lipson tiene su propia definición, que es la capacidad de “imaginarte a ti mismo en el futuro”. Por lo tanto, el ingeniero ha centrado gran parte de su carrera en trabajar para construir máquinas adaptables; es decir, inteligencia generalizada que puede evolucionar mediante selección natural por aprendizaje automático, respondiendo de la misma manera a entornos cambiantes y errores o lesiones dentro del cuerpo mecánico.
En otras palabras: una máquina con la capacidad no solo de aprender más y corregir de manera receptiva, como lo hacen las máquinas ahora, sino una máquina con la capacidad de imaginar cómo podría ser mejor y evolucionar para adaptarse a esa visión.
“Existe la arrogancia de querer crear vida”, dijo Lipson al NYT. “Es el último desafío, como ir a la Luna”.
Fuente: Agencia ID.
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