Los restos de los camarones contienen propiedades que sirven como base para el desarrollo del producto en laboratorio, donde un grupo de químicos hace la “magia” o, como ellos dicen, avanzan en su trabajo, que esperan finalizar en julio, aunque el camino para su uso masivo es todavía más largo.
Pero poco importa el tiempo si el vehículo para llegar a la meta es el adecuado y los medios son los elegidos, de manera voluntaria, desde el principio: técnicas y productos venezolanos desarrollados en el ámbito académico, condiciones que Sofía lleva por bandera.
“Estamos hablando de tecnología nacional y que, además, proviene de una institución de la academia y de la investigación. Eso para nosotros es muy importante”, dice la joven, que no oculta el orgullo que siente por el movimiento creativo que mantienen vivo estudiantes y profesores en el “alma mater.”
Sofía, que se desenvuelve en el laboratorio como pez en el agua, reconoce que, de niña, no le gustaba la química, pero al llegar a cuarto curso, una profesora le contagió la curiosidad, por lo que, cuando llegó la hora de matricularse en la universidad, optó por esta parte de la ciencia que años atrás detestaba.
“Tuve una muy buena profesora (…) que hacía que esto se viera como que era algo muy sencillo, muy fácil. Entonces, cuando me toca inscribirme en la universidad yo quería estudiar medicina, pero todo era muy complicado y mi segunda opción fue estudiar química”, explica.
Pese a que hoy ama su trabajo, reconoce que, inicialmente, le “costó un montón”, pero cuando llegó “a la parte práctica, a la parte experimental”, decidió seguir adelante porque —asegura— en ese momento se enamoró de la carrera.
El proyecto actual, que recibe financiación del Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Fonacit), programa del Ministerio para la Ciencia y Tecnología, se denomina Desarrollo de Hidrogel Cicatrizante en Matrices de Almidón, que la química venezolana espera ver crecer.
“Nosotros tenemos un proyecto que está financiado por el Fondo Nacional, para la formulación, con miras a que sea un proyecto ahora que crezca para el escalamiento”, explica Sofía Salazarcon la ilusión de ver su sueño cumplido.
El equipo en el que trabaja la joven también logró un convenio con una empresa privada para la comercialización del pegamento desarrollado a base de almidón de yuca, gracias a lo cual —reconoce— puede seguir investigando.
“La compañía con la que tenemos el convenio, con quien desarrollamos los pegamentos, siguió comercializando (…) fue la manera que encontramos para poder seguir haciendo investigación en Venezuela”, un modelo de respaldo que —considera— debe replicarse en la ciencia, un área dominada por mujeres en el país, algo que también llena de orgullo a la talentosa joven.
Talento, trabajo y disciplina. Tres palabras que se respiran al entrar en el laboratorio de la UCV, donde Sofía y sus compañeros trabajan sin descanso y sin poner límite a sus sueños.
Fuente: Agencia ID.
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