De niño, el investigador Luis Luján Vega soñaba con llegar a convertirse en astronauta; hoy día, el docente, quien imparte clases en el Instituto Tecnológico de Delicias, colabora como mentor y juez en el proyecto Hackaton de la National Aeronautics and Space Administration (NASA), por el cual esta agencia estadounidense lanza retos científicos a los jóvenes innovadores de todo el mundo.
Hijo de un panadero y un ama de casa, Luis Luján nació en 1968 en la ciudad de Delicias. Su infancia y adolescencia transcurrieron en el sector Poniente, un barrio popular de gente trabajadora. Fue su padre quien, desde temprana edad, le inculcó el gusto por la ciencia, ya que un día le compró un telescopio usado con el cual se entretenía observando los planetas y las estrellas.
“Entonces, yo quería ser astronauta, yo quería ser el primer astronauta mexicano… pues obviamente, mis papas, mis padres, por cuestiones económicas, no sabían y yo no sabía cómo iniciar ese proyecto”, comparte.
La vida llevó al futuro catedrático por otros caminos. Alternaba sus estudios con trabajos eventuales como paletero, vendedor de periódicos y mensajero para contribuir al gasto familiar. Cuando cursaba la preparatoria, el joven Luis Luján descubrió otra rama de la ciencia que pronto lo apasionó: la programación de computadoras. Era tal su dedicación que el entonces quinceañero se quedaba programando en la escuela, solo, hasta la madrugada.
“Si no podía ser astronauta, ¿qué era lo que me quedaba? Pues ser ingeniero. Entonces vi que la computación era una forma de acercarme a la ciencia de esa manera”, recuerda.
Posteriormente, cursó la carrera de Ingeniero Industrial en Electrónica en el Instituto Tecnológico de Chihuahua, para después estudiar una maestría en Computación y obtener un Doctorado en la Universidad Autónoma de Chihuahua. Actualmente, es candidato a Doctor por la Universidad Politécnica en Valencia.
Luján comenzó su carrera como profesor impartiendo clases en la Preparatoria Activo 20-30 en 1989; dos años después, inició como docente en el Instituto Tecnológico de esta ciudad, en el área de sistemas y computación, además de emprender investigaciones para desarrollar aplicaciones para ayudar a personas con discapacidad.
Entre sus creaciones recientes, está una aplicación para las personas que padecen de sordera y se les dificulta comunicarse. Este software sirve también para quienes no entienden el lenguaje de señas mexicano: a través del teléfono móvil, la cámara reconoce la forma de la mano y lo convierte en voz o texto.
La semana pasada le llegó una invitación de parte de Instituto Nacional del Derecho de Autor para registrar la nueva aplicación. Otra de las innovaciones del científico deliciense es un software para que los entrenadores de baloncesto desarrollen sus jugadas en computadora, pero los deportistas lo encontraron impráctico, pues prefieren seguir utilizando fichas.
El doctor Luján recibió en 2020 la invitación de parte de la NASA para ser mentor de estudiantes de toda la república. Anteriormente, se había desempeñado como catedrático de la materia de Redes Móviles en la Facultad de Ingeniería de la UACH, lo cual fue lo que le abrió las puertas de la agencia norteamericana.
La NASA, explica, tiene un programa denominado Hackaton, el más grande del mundo y que consiste en plantear problemas o desafíos científicos para que la gente los resuelva. La agencia tiene muchos problemas sobre la Tierra, el agua, el espacio, el Sol, los viajes espaciales y la contaminación, por lo que estudiantes de todos los países tienen la oportunidad de participar en su resolución creando aplicaciones.
“Y los maestros de todo el mundo, asesoramos esos proyectos. Entonces, fue mi primer acercamiento a la NASA”, señala el deliciense, quien aclaró que todavía no ha tenido la oportunidad de visitar las instalaciones que la agencia tiene en Cabo Cañaveral, Florida.
La mayor satisfacción para Luján en estos últimos cinco años es haber cumplido, en cierta manera, su sueño de la infancia, pues aunque no logró ser astronauta sí tiene reconocimientos a nivel mundial por haber colaborado con la NASA. De hecho, el investigador ha considerado escribir un libro de memorias titulado “El niño que quiso ser astronauta”.
Otro de sus anhelos era conocer al cosmonauta mexicano José Hernández, quien vino hace siete meses a Chihuahua para dictar una conferencia. Tras la ponencia, Hernández partió rápido hacia el aeropuerto, donde lo alcanzó Luis Luján para pedirle su autógrafo y una foto con él.
“Y le dije que lo admiraba mucho y que él era un sueño que yo había tenido de niño, y pues son de las cosas que más me han llenado”, expresa.
Sin ningún ego de por medio, el entrevistado admite que él mismo se ha convertido en fuente de inspiración para los jóvenes a quienes da clases y asesora, pues ellos constantemente le expresan su admiración y afecto. “Me hace sentir: qué bueno que no fui astronauta, porque si hubiera sido astronauta, a lo mejor no hubiera dado clases”, reflexiona.
Fuente: Agencia ID.
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